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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

16 º domingo de Pentecostés, 12.09.2010

Sermón sobre Lucas 15:1-10, por Fabián Pare

 

En búsqueda de algo perdido

«Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos...»

En esta posible línea de interpretación que venimos teniendo del evangelio de Lucas, nos encontramos con los conocidos relatos de la búsqueda de ‘algo perdido', y de la alegría que provoca a Dios el encuentro de eso perdido (Lc 15, 1-10). Estamos ante un ejemplo del logro que puede ir teniendo el propósito de Dios entre nosotros/as, el cual tiene que ver con la búsqueda de algo que se encuentra perdido en el ser humano. Si bien los ejemplos remiten a situaciones concretas y externas (oveja y dracma), son ejemplos para poder entender algo que está en otro lugar, es importante tener en cuenta que las enseñanzas de Jesús nos llevan siempre a reflexionar sobre la forma en que está educado nuestro corazón (cuando dice: por sus frutos los conoceréis, no se refiera a un árbol, ¿no?). Entonces aquello perdido, extraviado, es algo del ser humano, algo del interior del ser humano, y nos puede ayudar a pensar ese lugar la pregunta que Dios hace a Adán luego de comer el fruto: ¿Dónde estás? (Génesis 3,9.) El ser humano perdido, extraviado o pecador, es un objetivo muy claro en el propósito de Dios en su proyecto de salvación.

A lo largo de la historia del cristianismo, este objetivo de Dios fue manoseado por los grupos que se han predispuesto a acompañar los objetivos perseguidos por el sector social, que pretendió controlar a la población de acuerdo a sus intereses. De esta manera se fue atribuyendo esta condición de ‘extraviado', ‘perdido', o ‘pecador' al grupo de personas que se alejaba de los intereses del poder de turno, o que ponía en riesgo esos intereses. Podrían llegar a ser asociados a lo que se entiende como delincuente, o desviados de la norma. De esta manera se llegó a instalar un imaginario social en torno a lo que entendemos como anormal, delincuente, enfermo mental, desviado, extraviado, pecador, y lo relacionamos con el adicto, prisionero, delincuente, homosexual, y con todo lo que de alguna manera sale de esa ‘norma' construida para proteger los intereses del poder de turno. Por supuesto que todo aquello que se encuadre dentro de la ‘norma' está ‘asegurado' de no ser parte de lo desviado, y desde ese ‘lugar asegurado' salen los grupos que se consideran aptos para ‘llevar la salvación a los otros que están perdidos', entre ellos los mayores protagonistas son religiosos.

El hecho de dedicarse a ‘salvar' o ‘rescatar' al perdido o pecador, se volvió un propósito de los sectores privilegiados o protegidos por la norma, y se dedicaba a reencausar a los locos, delincuentes y anormales a los objetivos de una sociedad que se fue volviendo casi exclusivamente mercantilista (sociedad en la cual se diluyeron los intereses de la satisfacción de las necesidades del ser humano, dentro de los intereses de la satisfacción de los intereses de producción del ser humano). En este imaginario lo que está perdido no toca ni alcanza a los sectores que están protegidos por la norma (¿Se puede ver en la cárcel a un delincuente de clase alta, sufriendo igual que cualquier otro prisionero?), y si trasladamos este esquema de pensamiento a la salvación que trae Dios a su creación, notaríamos demasiadas incoherencias, por ejemplo esto de que el que puede pagar se salva, y el que no puede pagar está condenado. En medio de este imaginario que regula bastante la convivencia del pueblo, pensar lo que está perdido para Dios se hace menos claro y obvio, y se vuelve un verdadero desafío poder reflexionar sobre qué es lo que realmente está perdido del ser humano, y que a Dios le interesa encontrarlo.

Si Dios está dedicado a encontrar algo perdido en el ser humano, las herramientas que utilizará para encontrarlo serán las que Jesús enseña en el evangelio: misericordia, amor, compasión, comprensión, diálogo, sin intensiones de someter por la fuerza. Esto evidencia que la manera de ‘llevar la salvación' que muchas organizaciones tienen (por más religiosas que se definan), es bastante distante al propósito de salvación de Dios, dado que no solo reducen y condicionan el valor y significado de la misericordia y amor (que Dios pide en la convivencia), sino que implementan la intención casi constante de someter por la fuerza. Si algo está perdido en el ser humano es su capacidad de amar, se sentir misericordia y la capacidad de abandonar las situaciones que llevan al sometimiento del otro por la fuerza. Hoy seguimos siendo invitados/as a involucrarnos en esta búsqueda que hace Dios, y a hacer uso de las herramientas que nos da Jesucristo.



Pastor Fabián Pare
Argentina
E-Mail: fabianpare@arnet.com.ar

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