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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

20 º domingo después de Pentecostés, 10.10.2010

Sermón sobre Lucas 17:(1.) 5-10, por Pablo Münter

Hay veces que para entender o, más bien, digerir un texto bíblico, hay que atravesar por una serie de dificultades. Por un lado las que hacen a la comprensión o al contexto del párrafo y otras, las más difíciles, las que hacen a la aplicación, es decir ¿estamos de acuerdo? ¿Podemos hacerlo? Me pasó con este párrafo. Hay dos ideas que me traen dificultades:

1 - La fe que logra trasplantar un árbol en el mar o, como se dice muchas veces, la fe que mueve montañas... Jesús dice "si ustedes tuvieran fe", con lo que podemos suponer que si eso le dice a los discípulos que nos tocaría a nosotros. Quizá sea porque ese texto nos obliga a pensar acerca de si tenemos fe o si solamente simpatizamos con un modelo de vida que trajo Jesús.

2 - Lo otro es considerarnos inútiles porque hacemos solo lo que se nos pide... Y uno podría pensar "¿Que más hay que hacer?"

Si bien nos venimos confrontando hace varios cultos con este evangelio y nos estuvimos familiarizando con la radicalidad de Lucas en los temas que hace a la relación personal con la fe como opción de vida aún frente a cuestiones como el dinero y la riqueza, pareciera que ahora, recién ahora se empiezan a aclarar las cosas... o a complicar más.

Y acá se me presenta otra dificultad. Los discípulos que estuvieron transitando con Jesús ya más de dos años, ahora le piden "más fe", como que se habían dado cuenta de que la cosa venía en serio y empezaban a tener miedo. Porque claro, muchas veces pedimos por fe o fortaleza cuando tenemos miedo, o algo nos angustia.

Y la fe se transforma en una especie de pata de conejo a la que acudimos cuando nos va mal, o estamos frente a un peligro o necesitamos una ayuda milagrosa.

Y si no se nos da lo que le exigimos a Jesús solemos decir, ¿Por qué Dios me abandonó?

Y la respuesta de Jesús a los discípulos es también a nosotros: no pidas más fe, cuando en realidad no la tienes, porque si tuvieras aunque sea algo de fe, nada te sería imposible... no te desanimarías tan fácilmente, lucharías un poco más.

¿Que es, entonces la fe?

Y lo segundo... ¿Cuál es el contexto por el que los discípulos piden más fe? Para eso hay que leer los primeros versículos de este capitulo 17.

Acá otra dificultad, ¿Por qué el leccionario sacó esta parte de Lucas de la reflexión, cuando es la que le da sentido a las palabras de Jesús? Vaya uno a saber.

Terminaba la historia de Lázaro: claramente Jesús, como vimos el domingo pasado, se manifiesta en contra de quienes no tienen misericordia para con los pobres y necesitados.

Vamos a leer lo que dicen los versículos 1 a 5. Capaz así también entendemos porque fueron dejados de lado:

"Jesús dijo a sus discípulos: "siempre habrá invitación al pecado; pero ¡ay del hombre que haga pecar a los demás! Mejor le sería que lo echaran al mar con una piedra de molino atada al cuello, que hacer caer en pecado a uno de estos pequeñitos. ¡Tengan cuidado!

Si tu hermano peca, repréndelo; pero si cambia de actitud, perdónalo. Aunque peque contra ti siete veces en un día, si siete veces viene a decirte: "no lo volveré a hacer", debes perdonarlo."

Ahora entiendo dos cosas: porque sacamos del leccionario esta parte y porque le piden a Jesús más fe.

La primera parte, la que acabamos de leer, nos presentan dos aspectos difíciles de cumplir:

Esquivar el pecado... y más aún el hacer pecar a los demás.

El perdonar, después de la confesión, siete veces a la misma persona en el mismo día.

Y acá por débiles se entiende tanto a los desprotegidos (como Lázaro) pero también a los débiles en la fe, a los que no tienen tanta fortaleza y que son fáciles de engañar. Tantas ideas religiosas que nos confunden, que nos hacen dudar acerca de nuestra propia fe... y tantos que se aprovechan de esas debilidades para hacerle creer a la gente cualquier cosa.

Y el perdón aquí tiene esa orientación: perdonar al que se equivocó de camino, a aquel que o se dejó engañar y se dio cuenta o a aquel que está engañando. ¡Si fuera necesario hasta siete veces hay que perdonar!

Podríamos decir, para ir reuniendo las ideas y los conceptos que trae este texto de hoy que lo que los discípulos están pidiendo es más fe para perdonar y para no engañar a otros.

La fe es para no caer en la tentación del pecado y hacer pecar a los más débiles. Y pedimos fe para perdonar. Siete veces a la misma persona por día. ¡Hay que tener fe para poder hacerlo!

Y para que no nos queden dudas hacia el final se nos dice: "eso es lo que se debe hacer", somos siervos inútiles porque hacemos apenas lo que corresponde.

Esta explicación que da Jesús acerca del trato que un patrón da a sus criados es muy ilustrativa. El criado, el peón, obedece órdenes de su superior. Esto se ve casi mejor en el ejército o en alguna institución con rangos. Se supone que el que está arriba sabe lo que hay quehacer y el que está abajo debe obedecer.

Y acá está la cuestión y es quizá el tema más difícil de entender: la fe que los discípulos piden a Jesús es confrontada con la obediencia. Es como que Jesús dice: "si quieren más fe, obedezcan, cumplan lo que Dios les exige".

Nadie puede presumir de su fe, o de su conducta espiritual frente a otras personas porque todos son siervos, criados, empleados de Dios.

Cuando he estado en otros lugares, como en Uruguay, y participaba de las reuniones de todos los pastores de la ciudad, notaba una y otra vez como los mismos pastores presumían de su fe... en mi iglesia se vive más y mejor el Espíritu Santo, algunos hacían relucir sus títulos y sus cursos realizados, etc. mas de una vez llegué a la conclusión que no servían a Dios, sino a sus propios intereses y bolsillos. Muchas veces pasa que el "rol" de pastor o de dirigente de una comunidad genera la posibilidad de tener ciertos poderes o abusos de autoridad. Estamos hablando de esas megas iglesias de los así llamados tele evangelistas o de esas iglesias que mueven millones y millones de dólares donde queda más que bien claro que el rol de siervo esta muy lejos de cumplirse y buscan más bien controlar la vida de los creyentes.

Es en ese contexto, el de engañar a los más débiles en su búsqueda espiritual, que debemos pedir más fe a Dios.

Vivimos hoy en un sociedad llena de confusión. Ya no hay valores, solo interesa el placer, el prestigio y el poder. Las tres tentaciones con las que tuvo que enfrentarse Jesús en el desierto.

Y en esto Jesús nos enseña la humildad del servicio. Servir a Dios no a nuestro ego. Someternos a la voluntad de Dios es lo que prueba nuestra fe. Mantenernos en las enseñanzas de Jesús, pase lo que pase es tener fe. Si se mantienen firme en esa obediencia, o sea en esa fe, seguramente van a poder transformar todo a su alrededor. En ese contexto la fe hace posible que una morera cambie de lugar. Es posible que una persona a la que uno va a reprender por su espiritualidad errada pueda cambiar de postura.

Y a eso vino Jesús: a darnos a nosotros la oportunidad de cambiar nuestra vida, de mejorarla a la luz e las enseñanzas de Dios, someternos a su voluntad y confiar plenamente que Dios es el que moldea la vida y sabe lo que hace con cada uno de nosotros.

Quiero terminar contando una historia que cuenta Martin Lucado y que nos ayuda para pensar sobre esto de la obediencia a Dios por fe.

El niño vivía con su padre en un valle en la base de un gran dique. Todos los días el padre iba a trabajar a la montaña detrás de su casa y retornaba a casa con una carretilla llena de tierra. «Pon la tierra en los sacos, hijo», decía el padre. «Y amontónalos frente a la casa».

Si bien el niño obedecía, también se quejaba. Estaba cansado de la tierra. Estaba cansado de las bolsas. ¿Por qué su padre no le daba lo que otros padres dan a sus hijos? Ellos tenían juguetes y juegos; él tenía tierra. Cuando veía lo que los otros tenían, enloquecía. «Esto no es justo», se decía.

Y cuando veía a su padre, le reclamaba: «Ellos tienen diversión. Yo tengo tierra».

El padre sonreía y con sus brazos sobre los hombros del niño le decía: «Ten fe en mí, hijo. Estoy haciendo lo que más conviene».

Pero para el niño era duro confiar. Cada día el padre traía la carga. Cada día el niño llenaba las bolsas. «Amontónalas lo más alto que puedas», le decía el padre mientras iba por más. Y luego el niño llenaba las bolsas y las apilaba. Tan alto que no ya no podía mirar por encima de ellas.

«Trabaja duro, hijo», le dijo el padre un día, «el tiempo se nos acaba». Mientras hablaba, el padre miró al cielo oscurecido. El niño comenzó a mirar fijamente las nubes y se volvió para preguntarle al padre lo que significaban, pero al hacerlo sonó un trueno y el cielo se abrió. La lluvia cayó tan fuerte que escasamente podía ver a su padre a través del agua. ¡Sigue amontonando, hijo!» Y mientras lo hacía, el niño escuchó un fuerte estruendo.

El agua del río irrumpió a través del dique hacia la pequeña villa. En un momento la corriente barrió con todo en su camino, pero el dique de tierra dio al niño y al padre el tiempo que necesitaban. «Apúrate, hijo. Sígueme».

Corrieron hacia la montaña detrás de su casa y entraron a un túnel. En cuestión de momentos salieron al otro lado, huyeron a lo alto de la colina y llegaron a una nueva casita.

«Aquí estaremos a salvo», dijo el padre al niño.

Sólo entonces el hijo comprendió lo que el padre había hecho. Había provisto una salida. Antes que darle lo que deseaba, le dio lo que necesitaba. Le dio un pasaje seguro y un lugar seguro.

A veces no entendemos al Padre. Pero el sabe lo que hace. No te quejes de los sacos de tierra que has tenido que cargar. Un día sabrás que Dios estaba trabajando para tu futuro.



Pastor Pablo Münter
Paysandú, Uruguay
E-Mail: munterpablo@gmail.com

Bemerkung:
Complementarios: salmo 95,1-2.6-9 – Habacuc 1,2-4.12-13; 2,-14 – 2. Timoteo 1,6-14


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