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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

24º domingo de Pentecostés, 07.11.2010

Sermón sobre Lucas 19:1-10, por Gerson Armat

LA FE QUE CONDUCE A LA SALVACIÓN...

¿Quién podrá salvarse?

Jesús ha puesto el listón muy alto, ¿verdad? Apenas unos veinte versículos antes de comenzar el relato de hoy, cuando Jesús y sus seguidores se están acercando a Jerusalén, Jesús ha dicho que a los ricos les va a ser muy difícil entrar en el Reinado de Dios. Naturalmente, la sorprendente afirmación de Jesús enciende una señal de alarma en la mente de todos los que le escuchan, que preguntan a Jesús:

"En ese caso, quién podrá salvarse?" (Lc 18,26).

Las palabras de Jesús son preocupantes. La mayoría de los que escuchaban a Jesús no eran ricos (como la mayoría de nosotros). Pero seguro que, si se les hubiera preguntado si querían serlo, habrían contestado que sí. Como ahora, ¿no?

Un "alto" personaje venido a menos

¿Quién no conoce el relato que hoy hemos leído? Casi todos lo hemos escuchado en nuestra infancia. En él, Lucas nos habla de un individuo que nos cae simpático a primera vista.

Sin embargo, no nos da de él muchos detalles. Parece quedarse en la superficie del personaje. Ofrece datos objetivos, neutros: apenas nos dice quién y qué es: "varón", de nombre Zaqueo (en heb. Zakkai = "puro, inocente"), su ocupación ("recaudador de impuestos").

Nos detenemos en la profesión. Zaqueo era un "jefe de publicanos". Se trataba de un empresario privado que tenía arrendados los impuestos y los recaudaba por medio de ayudantes. En los evangelios estos "publicanos" casi siempre aparecen asociados a otros personajes, y siempre con sentido peyorativo: "publicanos y pecadores", "publicanos y prostitutas". Resulta curioso que, en los relatos evangélicos, esta connotación peyorativa les es atribuida siempre por los demás personajes, porque los evangelistas, como narradores, se mantienen neutrales.

Se nos menciona también el estado de su "cuenta bancaria": era "un hombre rico" (Lc 19,2). Y una condición física que debía ser determinante para él: era "pequeño de estatura". Este extraño personaje permanece activo a lo largo del relato: corre, se sube a un sicómoro (una especie de higuera que en Palestina tiene ramas largas, a no más de un metro de altura del suelo) y baja de él.

De pasada, Lucas nos dice cuál el motivo de este ajetreo de Zaqueo: quiere "ver quién era Jesús" (v. 3) Esta expresión, que resulta ambigua y extraña, puede interpretarse de manera más o menos densa: Quizás quería comprobar si Jesús era un profeta, o el Mesías... Podía tratarse de simple curiosidad, o tener cualquier otra intención. Más tarde (en v. 6) el narrador nos apuntará algo acerca de sus sentimientos: "lo recibió muy contento".

No dice nada del perfil moral de Zaqueo. El personaje tampoco hace ninguna confesión de pecados. En el v. 8 se nos mencionará su pasado, pero sólo para destacar el tremendo cambio que tiene lugar en él.

Menciona a los testigos: "Todos", los presentes, tanto los discípulos como la multitud que acompaña a Jesús camino de Jerusalén o los habitantes de Jericó. "Todos se pusieron a murmurar". No murmuran sólo contra Zaqueo, sino también contra Jesús. Este ambiente de hostilidad viene de los episodios precedentes, porque Jesús se ha permitido perdonar a alguien sus pecados (Lc 5,20), y porque "recibe a los pecadores y come con ellos" (15,2). Lucas mantiene, sin mencionarla, la carga negativa, a la vez que su propia neutralidad a lo largo del episodio: "ha ido a comer a casa de un pecador" (v. 7). Jesús se hará eco de la murmuración contra Zaqueo, pero al final proclamará ante todos su identidad de creyente, hijo de Abrahán.

El evangelista señala que Zaqueo, demasiado pequeño, no puede ver a Jesús porque "la gente le impedía verlo". ¡Qué ironía! Un "alto" personaje que es bajito, tiene que subirse a un árbol porque es "ninguneado" por la multitud. ¿Por qué no pide que le dejen sitio en primera fila? Lucas no lo dice, pero lo dirán los personajes, en el v. 7: porque Zaqueo es un pecador, y la gente no se trata con pecadores. Ni Lucas ni Jesús corrigen esta impresión: Zaqueo es realmente un pecador. Incluso la observación final de Jesús parece dar la razón a los testigos. Zaqueo estaba perdido, luego era un pecador, aunque Lucas no lo diga expresamente. Sólo después, cuando Zaqueo se relacione nada menos que con su Señor, se producirá en él una transformación.

Tampoco nos dice nada Lucas sobre la situación espiritual de Zaqueo. Porque no es tarea del evangelista desvelar el fondo de los corazones, sino de Jesús.

Un hombre pequeño, ridículo y pecador, un "alto" personaje "humillado" delante de todos, ridiculizado arriba de un árbol, va a ser ensalzado por Jesús. El Señor "viene" a Jericó, se acerca a Zaqueo, lo honra con su presencia, lo declara hijo de Abrahán. Y dirá que "ha venido" precisamente a esto, "a buscar y salvar lo que estaba perdido" (19,10).

Alguien de arriba baja a buscarlo

Zaqueo, que parece ser al principio el personaje principal, está centrado, sin embargo, en torno a Jesús, el polo de atracción de todos los personajes: él es quien tiene que pasar por Jericó (v. 4b), y a él es a quien Zaqueo quiere ver (v. 3). Será Jesús quien le descubra a Zaqueo su identidad oculta y perdida como creyente. Y Zaqueo, por su parte, descubrirá a Jesús como su Señor (v. 8: "dirigiéndose al Señor le dijo: ¡Señor!". Es la iniciativa de Jesús (que es quien se detiene y le interpela) la que cambia la vida de Zaqueo. Jesús no sólo es quien realiza la transformación, sino quien la provoca.

Los testigos murmuran contra Zaqueo, que es un pecador, pero sobre todo murmuran contra la iniciativa de Jesús al hospedarse en casa de Zaqueo: ¿Acaso actuaría así un profeta? esta situación ya se había producido antes:

"Al verlo, el fariseo que había invitado a Jesús se dijo para sí mismo: ‘Si este fuera profeta, sabría quién es y qué reputación tan mala tiene la mujer que está tocándolo'" (Lc 7,39).

Lo que está en entredicho, aquí y en todo el evangelio, es la actuación de Jesús, y su identidad. Para los judíos que rodeaban a Jesús, pero también para los contemporáneos de Lucas y para quien hoy lee el evangelio. La observación maliciosa de los testigos sirve para darnos a conocer los valores recibidos y compartidos por los judíos en tiempos de Jesús (¿hoy nadie piensa igual?), pero también para dar pie a que Jesús proclame, más tarde, a los que sólo ven en Zaqueo a un pecador, que él es un hombre salvado.

Cuando el relato termine no se nos dirá nada sobre la reacción de los testigos ante la declaración de Jesús. Lo importante no es la recepción de las palabras de Jesús, sino las palabras mismas. Tampoco será lo importante el proyecto de vida de Zaqueo (v. 8bc), sino el de Jesús, su misión de salvador y las implicaciones que esto supone (vv. 9bc-10). Al terminar con una revelación de Jesús sobre sí mismo (Jesús sí sabe qué es, qué hace y qué tiene que hacer), Lucas nos indica el sentido de lo que Jesús está a punto de hacer en Jerusalén, hacia donde se dirige para cumplir "todo lo que escribieron los profetas acerca del Hijo del Hombre" (Lc 18,31ss.). Jesús es el Hijo del Hombre, que ha venido a buscar y salvar lo que se había perdido.

Una proceso de comprobación

En este relato, todo apunta a la revelación de la identidad profunda de Zaqueo y de Jesús. Sin embargo, no se trata de una revelación al mismo nivel, porque es por medio de lo que dice Jesús como llegamos a conocer a Zaqueo y al propio Jesús. El propio narrador, al designar a Jesús como "el Señor" y no simplemente como "Jesús" (v. 8), da a entender que él mismo - así como su lector Teófilo (Lc 1,1) - forma parte de quienes le reconocen como Señor y le sirven, avalando de este modo la palabra de su protagonista. El pasaje no es una crónica aséptica de un periodista o de un historiador, sino el relato apasionado de un discípulo, lo que otorga mayor autoridad a Jesús y a su palabra.

Jesús va de paso para Jerusalén, el lugar de su pasión, pero el episodio se sitúa en Jericó (v. 1). Era una ciudad helenista, moderna y cosmopolita. Situada todavía en la Judea romana, era una estratégica ciudad fronteriza, exportadora de bálsamo y sede de la aduana. Una ciudad como las nuestras. Allí en Jericó, en casa de Zaqueo, Jesús se quedará (v. 5), hará un alto (v. 7). No sabemos por cuanto tiempo: quizás sólo el tiempo de una comida.

No tiene miedo de llegar a Jerusalén, ni quiere retrasar el momento de completar su misión. Quiere manifestar allí la finalidad de su visita a "este mundo" (v. 10), simbolizado por Jericó, la ciudad pagana, y por la casa de Zaqueo, el pecador. Urgido por su misión, y en cumplimiento de ella, Jesús se detiene en un lugar prohibido, contaminado por un pecador, adonde ninguno de los presentes quería dirigirse, y al actuar así Jesús altera premeditadamente los códigos morales de sus contemporáneos, porque el significado de esta visita a casa de Zaqueo (a Jericó, a "este mundo"...) es cuestión de vida o muerte, de perdición o salvación.

A lo largo del evangelio de Lucas, Jesús ya se ha encontrado en casa de un publicano (Leví: Lc 5,27-32), y ya han murmurado de él, y ya ha dado explicaciones. Pero en aquella ocasión se había producido primero la conversión radical de Leví y después ha tenido lugar la invitación (de Leví a Jesús) y el banquete, mientras que aquí la invitación es anterior a la transformación de Zaqueo y la causa que la provoca. Es Jesús quien toma la iniciativa de invitarse en casa de un pecador, y con su autoinvitación provoca la transformación radical de Zaqueo.

Aunque al principio del relato parece que es Zaqueo quien viene corriendo y sube al árbol, en realidad es Jesús quien viene a Jericó y atraviesa la ciudad, y se fija en Zaqueo y se hospeda en su casa, contra la opinión de todos los presentes: "Éste se aloja en casa de un hombre de mala reputación" (v. 7). Zaqueo quiere ir a Jesús para "ver quién es", pero se da cuenta de que en realidad es Jesús el que viene a él, para buscarle. Jesús, "el Hijo del Hombre que ha venido" a este mundo, a Jericó, a casa de Zaqueo, va a ser aclamado al llegar a Jerusalén como "el que viene el nombre del Señor". Ahora, sin embargo, sólo Zaqueo acoge con alegría la "venida" de Jesús (v. 6), a diferencia de todos los presentes. Sólo la acogida de Jesús que viene, hace efectiva la salvación que Él trae.

No sabemos cuánto dura la estancia de Jesús en casa de Zaqueo, ni cuándo se separan. Sólo hay una referencia temporal, "hoy", dos veces en labios de Jesús:

"Baja enseguida, porque es preciso que HOY me hospede en tu casa" (v. 5).

"HOY ha llegado la salvación a esta casa" (v. 9).

"Hoy", "ahora", "cuanto antes". No "mañana", ni "más tarde". Hoy llega la salvación a esta casa, a nuestras vidas, a la vida de nuestra comunidad. Inmediatamente, sin más tardar. Viene con Jesús y por medio de Jesús, sin que sea necesario esperar más (cf. Cántico de Simeón, Lc 2,29-32). Hoy, este momento, es el momento en que somos visitados por el Señor que trae la salvación.

Zaqueo manifiesta a Jesús lo que va a hacer: dar la mitad de sus bienes a los pobres y devolver más del cuádruple a todos los que haya podido robar (v. 8). Lc no dice nada acerca de la realización posterior de esta promesa, pero el presente de los verbos ("doy", "devuelvo") expresa la inminencia de la ejecución, como si se estuviera ya realizando. Lo importante no es el gesto de Zaqueo, ni sus obras, sino lo que los motiva: un deseo profundo, insospechable al comienzo, que indica la transformación producida en el interior de Zaqueo.

Jesús ha evitado recordar a Zaqueo su pasado, porque él insiste en el "hoy" de la salvación. Es Zaqueo quien lo evoca ("a los que haya defraudado en algo"), por propia iniciativa, e informa a Jesús de lo que va a hacer en el futuro. La evocación del pasado de muerte no es condición de la transformación, sino su resultado; quien evoca el tiempo del pecado ya no es un hombre agobiado por él, sino un convertido, alguien alcanzado ya por la salvación. No nos encontramos aquí con el planteamiento fariseo, que espera alcanzar la salvación por medio del cumplimiento de la ley, sino con el planteamiento cristiano: quien ha sido "visitado" por el Señor es transformado por él, y movido a cumplir la voluntad de Dios.

La narración y los personajes nos están evocando las Escrituras, de manera muy discreta, con alusiones. Jesús es "el que viene", aquél de quien han hablado los profetas; "el que ha de venir" al final de los tiempos a reconciliar con Dios todas las cosas.

Zaqueo (v. 8) alude al sistema de compensaciones regulado por la ley para presentar su proyecto de vida, consecuencia de su encuentro con Jesús. Como punto de partida de su decisión toma la Ley, lo que él conoce como referente de vida:

"Tendrá que pagar cuatro veces el precio de la corderilla, por haber actuado así, sin mostrar compasión" (2 Sam 12,6);

"Di a los israelitas: Cuando un hombre o una mujer es infiel al Señor, cometiendo un pecado en perjuicio de otro, se hace culpable. La persona en cuestión confesará el pecado que cometió, compensará el daño en su totalidad, añadirá a ello la quinta parte y se lo entregará a quien perjudicó" (Núm 5,6-7).

Sin embargo, Zaqueo va más allá de la Ley: "La mitad de mis bienes doy a los pobres". Al hacerlo así actúa como Jesús, que de entrada ha ido más allá de la ley, yendo al encuentro de Zaqueo, para dejar entrever la novedad de su salvación.

En el v. 10, Jesús alude al profeta Ezequiel:

"Yo mismo reuniré a mis ovejas y las pastorearé -oráculo del Señor Dios-. Buscaré a las ovejas perdidas, y haré volver a las descarriadas; vendaré a las heridas y robusteceré a las débiles. Por lo que respecta a las robustas, las apacentaré como se debe [...] Pondré a su servicio un pastor que las apaciente: a mi siervo David. Él se encargará de apacentarlas y de ser su pastor. Yo, el Señor, seré para su Dios; y David será su príncipe" (Ez 34,15-16.23-24).

Para terminar de encontrar el sentido de este texto hemos de fijarnos en el texto anterior (Lc 19,1-10), y en los textos de los domingos anteriores sobre la fe que necesitan los discípulos. Jesús había dicho al ciego: "Tu fe te ha salvado" (18,42), y ahora declara dos veces que su llegada a casa de Zaqueo equivale a la llegada de la salvación (cf. 19,9.10). El ciego había llamado a Jesús "hijo de David" (18,39). Aquí Lucas nos presenta a Jesús recogiendo la profecía de Ezequiel 34, y presentándose como el verdadero Pastor de Israel, el Rey que ha de venir, el Mesías de Dios, el que será proclamado como rey por la gente y los discípulos cuando baje del monte de los Olivos para entrar en "su" templo (19,28-38).

En el cap. 15, cuando publicanos y pecadores se agolpan en torno a Jesús, él les cuenta las parábolas del pastor que busca a la oveja perdida y del padre que sale al encuentro de su hijo perdido, y de la alegría y la fiesta por haber encontrado a la oveja y al hijo. Ahora, cuando todos murmuran porque Jesús se ha hecho invitar por un pecador, Jesús responde aludiendo a su función de Pastor que viene a buscar a la oveja perdida, y a la alegría de Zaqueo, que ha sido encontrado por Jesús y restituido a su condición de Hijo de Abrahán, heredero de las promesas de salvación.

El relato abunda en alusiones al tema de la visión: Zaqueo quería "ver quién era Jesús" (v. 3); se sube a un árbol "para verlo" (v. 4); "levantando los ojos, Jesús le dice..." (v. 5); "habiéndolo visto todos..." (v. 7). Con la extraña fórmula "ver quién era Jesús", Lucas nos ha revelado el deseo profundo de Zaqueo. Ahora, aquel deseo se cumple por encima de lo esperado. Zaqueo ve quién es Jesús realmente: el título de "Señor" (v. 8) atestigua la fe de Zaqueo. La transformación ha ido más allá de lo deseado: el que quería conocer a Jesús, descubre y ve no sólo a Jesús, sino a Jesús como Señor, y a sus hermanos, a los pobres a los que socorrer.

Al ciego, que ya era pobre, le faltaba la vista física para seguir a aquel que ya sabía que era el Mesías. Zaqueo, que era rico, ha visto a Jesús como Señor y ahora tiene que quedarse con los que acaba ahora de reconocer y de aprender a amar. Porque hay dos clases de ceguera y dos sentidos de la vista. Antes de que el Señor pase por el camino y los transforme para una manera nueva de obrar, el ciego y Zaqueo están en situaciones análogas pero no idénticas: El ciego está ciego físicamente, pero tiene la visión espiritual; Zaqueo ve físicamente, pero espiritualmente está completamente ciego.

El narrador ha presentado dos caminos hacia la luz, que nos desvelan un aspecto nuevo de la identidad de Jesús. Lucas está planteando: ¿Qué es más difícil, curar a un ciego físico o a un ciego espiritual? ¿Qué es más destructivo para el ser humano, la ceguera física o la espiritual? Lucas ha pasado de la ceguera física a la espiritual para mostrar hasta dónde donde alcanza la salvación que trae Jesús. Sin haber visto físicamente ningún milagro de Jesús, ni haber escuchado su predicación, el ciego "ve" en él al hijo de David, el Mesías de Israel. La curación física le había dado a la fe del ciego los medios para expresarse en el seguimiento literal de su Señor. Zaqueo, que puede correr hasta ver a Jesús, después de reconocerle como Señor va hacia aquellos a los que jamás había visto de verdad: a los pobres, a los que ahora ve como hermanos suyos, hijos de Dios.

¿Nos acordamos del joven rico? Se vio incapaz de hacer lo que Jesús le pedía: darlo todo a los pobres y seguir a Jesús. Aquello, que era imposible para el hombre rico, ha sido posible para Dios. El que viene de parte de Dios al encuentro de Zaqueo ha conseguido, con su sola venida, la transformación total de Zaqueo, que se pone al servicio de Dios poniéndose al servicio de los pobres que están junto a él. Jesús ha curado el peor de los males.

Porque para Dios nada hay imposible.



Pastor Gerson Armat
Valencia
E-Mail: valencia@tallerteologico.es

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