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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

Domingo “Cristo Rey” / Último domingo del año litúrgico, 21.11.2010

Sermón sobre Lucas 23:33-43, por Fabián Paré

Camino al paraíso

«Y el pueblo estaba mirando; y aun los gobernantes se burlaban de él...»

La escena que nos trae hoy el evangelista Lucas, pone una situación en torno a la cruz de Cristo (Lc 23,33-43), que podemos pensarla como metáfora que habla del Dios encarnado en una realidad humana. El relato termina estableciendo una conexión entre la cruz y el paraíso o eternidad (Lc 23,43); lo que indica que la presencia en lo temporal de aquel paraíso o eternidad, se da en la cruz de Cristo. Muchas veces se hace referencia a esto hablando del camino que conduce a la salvación, de la senda marcada por Dios, o el camino de esperanza que tiene el cristianismo. Veamos algunas cosas que se ponen en juego.

La escena es de crucifixión, no solo de Jesús, también otras dos personas fueron destinadas a sufrir esa muerte por sentencia humana. Quiénes protagonizan esta escena son: Los crucificados, soldados, pueblo y gobernantes; podemos suponer que hay otros/as que presencian la situación, pero los mencionados en este relato son los señalados. Una crucifixión donde están implicados los soldados, el pueblo (religiosos y no religiosos), y los gobernantes. Nadie aquí puede decir: ‘yo no tengo nada que ver', ni los soldados (poder coercitivo), que obedecen ciegamente por subordinación, sin medir las consecuencias de las ordenes que reciben; ni el pueblo que se dedica a mirar y no intervenir (en el caso de los religiosos que intervienen, es para negociar la condenación de Jesús, peor aún); y los gobernantes, que al margen de haber negociado la crucifixión, se burlaban diciendo: ‘a otros salvó, que se salve a sí mismo'. Y ésta es la frase clave para entender la implicación de todos en lo que es crucificado: ‘que se salve a sí mismo'. Los soldados, pueblo y gobernantes se dedican afanosamente a ‘salvarse a sí mismos' -invirtiendo toda su capacidad, fuerza, inteligencia, y el poder económico-político a su alcance- mostrando entender con ello, que la vida se trata de someter a aquellas personas que tengan inferioridad de recursos; todos esperan que Jesús muestre la misma -miserable- inclinación humana. Jesús, al permanecer en la Cruz, dice a Dios: ‘perdónalos porque no saben lo que hacen', con ello planta en la realidad humana el germen de una nueva manera de vernos y comprometernos con la edificación de la realidad que nos toca compartir a todos/as, y no se trata de hacerlo pensando en cómo salvarnos a nosotros mismos, sino pensando en cómo la salvación puede alcanzar a todos/as.

El perdón es el primer reflejo que irradia la Cruz de Cristo, y ante el escarnecimiento nunca mostró agresión o sentimiento de venganza, por el contrario no dejó de amar. El germen de la verdadera justicia es Cristo (y no las sentencias que negocian la crucifixión de los que tienen menos recursos), y el medio que permite su desarrollo lo conforman el amor y el perdón, no solo como una práctica externa o social, sino como un sentimiento que ordena el pensamiento.

El sentir cristiano se encuentra en tensión con el interés humano, mientras exista esta tensión, sabremos que hay algo de Cristo germinando entre nosotros/as. Pero cuando no está, o se desvaneció, solo queda el interés humano, lo que vuelve a mostrar la situación de crucifixión. ¿Qué muestra una situación de crucifixión en distintos tiempos históricos? Se trata del mecanismo que instrumenta la muerte de otros/as, y se da como resultado del comportamiento de quién/es trata/n de salvarse a sí mismo/s. Esto nos lleva a pensar en los estados de hambre, desnutrición, pobreza y miseria, los de vulnerabilidad de derechos, los negociados de poder y privilegios, la indiferencia y falta de reconocimiento, como una realidad fabricada por lo intereses humanos, de los que también formamos parte. Si algún ser humano dijera que no forma parte de esto, sería como decir que no tiene pecado, y sería igual a proponerse como Dios mismo. De alguna forma contribuimos para que la realidad que vivimos sea esta y no otra, sea porque obedecemos incondicionalmente sin reflexionar lo que nos ordenan -a veces sutilmente- hacer, sea porque miramos y no hacemos nada, sea porque nos burlamos de los que creen que una realidad mejor es posible mientras los aprovechamos para salvarnos a nosotros mismos.

Los reflejos del paraíso en nuestro mundo se pueden ver en el perdón y amor, desde el cual decidimos nuestro compromiso con los demás, lo que nos lleva a entrar en tensión con nuestros intereses, buscando en el diálogo y acompañamiento una vida que no se base en el sometimiento del que tiene menos recursos.

 



Fabián Paré
Argentina
E-Mail: fabianpare@gmail.com

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