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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

1º domingo de Navidad, 26.12.2010

Sermón sobre Mateo 2:13-23, por Gerson Amat

CONTEMPLANDO AL EMMANUEL

1.  La Navidad: Tiempo de alabanza

¿Quién puede decir que la Navidad no es tiempo de alegría? Las calles están estos días llenas de gente, y los comercios muestran sus mejores galas. Invocando eso que llaman "el espíritu de la Navidad", y que nadie sabe muy bien qué es, (casi) todo el mundo se propone sonreír a los vecinos, se reúnen las familias (aunque a veces sea para discutir) y se hacen regalos al amigo invisible... ¿Y la música? Desde los villancicos tradicionales más populares, pasando por nuestros amados himnos, hasta los grandes oratorios de Bach o de Haendel, los cantos son expresión de la alegría de la Navidad. Porque la alegría, en los creyentes, se transforma en alabanza a Dios, en oración hecha canto y aclamación, oración hecha música, motivada por el reconocimiento y la gratitud por todo lo que Dios ha hecho por nosotros.

¿Queremos ver un ejemplo de alabanza? En el Salmo 148, que hemos leído hoy en la liturgia, el salmista hace una invitación universal a sumarse a una especie de liturgia cósmica. Como podemos ver también en el Apocalipsis, todos los seres creados son invitados a alabar a Dios. Porque la verdadera alabanza no puede ser individual. Aunque surja de la iniciativa de un individuo, la alabanza se realiza en comunidad y crea a su vez comunidad: en la alabanza, alguien invita a alguien, o a muchos, a hacer públicas y notorias las cualidades de Dios.

En este Salmo, siguiendo la visión del universo que existía en los tiempos en que se escribió, se va convocando a la alabanza a todos los seres creados, siguiendo un orden espacial "descendente": "arriba", en "el cielo", el lugar de la presencia del mismo Dios, participan los astros, vistos como criaturas bajo el dominio de Dios, y los "ángeles", que mueven el universo en su Nombre; "abajo", la tierra y el mar (con sus "monstruos", sus seres desconocidos), pasando por los fenómenos meteorológicos, las plantas y los animales de toda clase, hasta llegar a los seres humanos, que son nombrados según la jerarquía social de la época, que no era sino un reflejo de la jerarquía que veían en la misma creación: reyes, jefes, gobernantes... Todos los seres humanos, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, son convocados a sumarse a la alabanza a Dios.

¿Por qué? ¿Qué motivos veía el salmista, el creyente israelita, para la alabanza? El Salmo menciona un motivo principal: "sólo su nombre es altísimo", es decir, sólo Él mismo, su persona y todo lo que Él es, está "por encima" de todo cuanto existe y merece recibir el reconocimiento de cuanto ha sido creado por Él. Pero este motivo principal, "teológico", se concreta en dos o tres motivos. Por una parte, el universo, la tierra y cuanto contiene, animales y plantas, han de estar agradecidos simplemente por haber sido creados. También los seres humanos. Por otra parte, su pueblo, Israel, tiene un motivo especial de alabanza: recibe de Dios su fuerza y su vigor, porque está "cercano" a Dios, vive en su intimidad. Y en el centro, el salmista sitúa la ley, que para el AT era como el gozne en el que se engarzaba toda la creación. Dios ha dictado una ley que no puede ser violada, la ley que rige los mundos, las fuerzas del universo y la vida que contiene. Una ley que se ha convertido, para Israel, en la Ley, la Torah o enseñanza que ha de regir la vida de la comunidad y de quienes la componen.

Éstos eran los motivos que Israel encontraba para la alabanza. ¿Qué motivos especiales tenemos los cristianos para la alabanza? ¿Por qué concretamente la Navidad se convierte en motivo de alegría? ¿Qué hemos "visto", qué hemos "descubierto" de más en Dios, que no vieron los israelitas?

  1. La Navidad: Tiempo de contemplación

La Navidad nos invita a "ver", a "contemplar", a fijarnos en los detalles y a quedarnos pendientes de ellos. Los que conocemos como "relatos de la Infancia" o "Evangelio de la Infancia", que sólo encontramos en los evangelios de Mateo y Lucas, están dispuestos como los cuadros de un museo, o como una especie de "power point" formado a base de "estampas" ligadas por el evangelista con la ayuda de textos del AT: los antepasados de Jesús en una especie de "marcha" a lo largo del tiempo (Mt/Lc), el anuncio a María (Lc) o a José (Mt), Jesús recién nacido envuelto en pañales y recostado en un pesebre (Lc), la visita de los pastores (Lc) o de los magos (Mt).

En realidad son dos exposiciones, dos "power points" preparados por dos artistas, con algunas imágenes diferentes. Pero los dos evangelistas quieren que descubramos la misma imagen, nos fijemos en ella y nos quedemos contemplándola. Quieren que contemplemos a Dios hecho ser humano. ¿Cómo sería Dios si fuera un hombre? ¿Cómo un jefe de estado? ¿Cómo el presidente de una multinacional? Los evangelios nos hacen mirar a un niño insignificante, parido por una mujer insignificante, en una aldea insignificante de un país insignificante, en medio de gente insignificante. Un día cualquiera en un lugar cualquiera.

Los cristianos del siglo XXI tenemos un problema: la tradición navideña, a lo largo de los siglos, ha "dulcificado" las escenas de los relatos evangélicos. La madre recién parida se ha convertido en una doncella hermosísima sentada dulcemente al lado de su hijo; la criatura que acaba de nacer es presentada como un niñito rechoncho, casi criado del todo; los pastores de Judea, que eran despreciados y excomulgados como pecadores crónicos por la gente respetable de Jerusalén, son ahora "pastorcitos" como los de la poesía pastoril del siglo de oro español; y los astrólogos extranjeros, gentiles excluidos del "pueblo elegido", han pasado a ser reyes venerables y misteriosos que viajan en camello por el tiempo y el espacio cargados de juguetes para los niños.

Sin embargo, en ese museo convertido en exposición de "belenes", o en ese "power point" al que han cambiado las imágenes, descubrimos de repente tres instantáneas que no han podido ser dulcificadas, y que son precisamente las que hemos leído hoy en el evangelio de Mateo: la huida a Egipto, la matanza de los niños de Belén, y el regreso de Egipto. Una familia perseguida porque un tirano quiere conservar su poder, y tiene miedo de ellos porque los considera peligrosos. Corren peligro de muerte y huyen por la noche para no ser vistos. Se refugian ocultos en un país extranjero. Se produce un infanticidio masivo hasta el exterminio en medio de lamentos sin consuelo. "¿Qué hace aquí este cuadro? ¿Quién ha dejado el ‘Guernika' en el belén"?

La Navidad no es un "power point" bonito, ni un libro de estampas. Los relatos de la infancia ha sido redactados con ayuda de un gran número de alusiones al AT. Lo más parecido sería una "presentación interactiva" en la que cada imagen está vinculada a otras que permanecen ocultas. Para conocer todo el sentido de la imagen necesitas abrir cada uno de los detalles para "ver" qué se esconde detrás, y seguir "contemplando". Y detrás tenemos un pueblo esclavizado en Egipto por otro tirano, el faraón, que quiere también exterminarlos porque teme también que le arrebaten el poder. Y la muerte de unos niños inocentes (los primogénitos de Egipto) para que otros se puedan salvar. Y otra huida apresurada... Y detrás de esta imagen todavía hay más. Hay una multitud innumerable de hombres, mujeres y niños perseguidos, de inocentes masacrados, de huidas angustiosas a lo largo de la historia humana. Aquí y ahora, en nuestro propio mundo. ¿Alguien hablaba de estampitas dulzonas?

La Navidad nos pone ante los ojos un Dios "todopoderoso" carente de todo poder, convertido en una criatura totalmente impotente, limitada y vulnerable, compartiendo el destino de millones de hombres, mujeres y niños que necesitan ser salvados y ayudados. La Navidad nos pide que contemplemos a Dios en peligro de muerte. En peligro real de una muerte real. Una muerte injusta, como muchísimas otras muertes. ¿Quizás cómo todas las muertes? La Navidad nos hace contemplar a unos inocentes que mueren para que otros no mueran.

El evangelista conoce el final de la película, y sabe que los destinatarios a quienes dirige su relato también lo conocen. El final del evangelio, de los cuatro evangelios, es la Pascua. Al final de la película el niño que se ha hecho adulto, Jesús ("Dios salva"), el Emmanuel ("Dios con nosotros"), el Justo que enseña y hace el bien para que todos puedan contemplar en Él el Reinado de Dios que viene, es decir, a Dios hecho hombre amando a todos los hombres y mujeres, incluso a los pobres, a los más despreciables, es atrapado finalmente por los poderosos de este mundo que temen la pérdida de su poder. Tienen miedo a perder su poder en un orden de cosas nuevo en el que el poder va a ser desplazado por el servicio, y la ambición por el abandono confiado en un Dios que se ha convertido en Padre. O Madre. Y los gobernantes de turno, religiosos, civiles y militares, son incapaces de ver nada. Y ejecutan al inocente en una cruz.

Éste tendría que haber sido el final de la película. Como tantos finales de tantas otras películas. Pero el evangelista sabe desde el principio que el final ha sido otro. Que no ha habido final. Que hay una cruz vacía y una tumba vacía. Y hay unos hombres contemplando el cielo que se ha quedado vacío, y que cuando son invitados a dejar de mirar el cielo se miran entonces unos a otros. Y cuando se quedan juntos, mirándose unos a otros, contemplan en medio de ellos a Jesús que quiere que lo contemplen resucitado para que lo anuncien a todos. Y comienza un nuevo "power point", o una nueva pantalla interactiva, la de muchos hombres y mujeres que se convierten en "evangelistas", en narradores de un relato, en anunciadores de una vida...

  1. La Navidad: Tiempo de Dios con nosotros

Cada uno de los escritores del Nuevo Testamento, y cada uno de sus personajes, nos ofrece su propio testimonio, nos escribe su evangelio o sus "epístolas", nos hace su propia "presentación interactiva", para que sus oyentes-lectores puedan (podamos) no sólo escuchar, sino también "ver", "contemplar" en Jesús a "Dios con nosotros", para que pueda llegar a ser "Dios con muchos", "Dios con todos y cada uno". Los evangelios contemplan la vida de Jesús a partir de su final, que es para nosotros comienzo de una vida nueva. El principio está visto desde el final, pero también el final está visto desde el principio. Toda la vida de Jesús, no sólo su final, la Pascua, sino también sus comienzos, su venida desde el Padre, nos es presentada como buena noticia para el ser humano. Para el ser humano real.

La Buena Noticia del amor de Dios a los seres humanos se dirige precisamente a este mundo, el mundo en el que los poderosos persiguen y roban y asesinan a los humildes, y en el que los que no son poderosos quieren llegar a serlo. Un mundo en el que los niños y las mujeres son asesinados, en el que los grandes propietarios quieren tener cada vez más propiedades a costa de los pobres, y los violentos acaban con los mansos. Para este mundo, en medio de este mundo, Dios se nos da como Hijo, se hace uno de nosotros. Y espera que ahí, en ese lugar y en ese momento, en ese pequeño acontecimiento vulgar y cotidiano de un niño que acaba de nacer, descubramos y contemplemos todo el sentido de la vida humana, de la historia, del universo. Allí, en Belén, hace dos mil años. Pero también aquí, y ahora.

En la Navidad podemos descubrir y contemplar un Dios hecho niño que no castiga, que no destruye, que no aniquila, sino que comparte su vida con los castigados, los destrozados, los aniquilados. Un Dios que da la vida, que construye, que restaura, que viene al encuentro, que ofrece el perdón, que justifica. Dios quiere que descubramos y contemplemos en Jesús un "Dios con nosotros", que nos acompaña, que nos guía, que nos muestra el camino, que espera, que nos espera, que nos aguarda. En el futuro, creando un futuro de vida para cada ser humano, para la historia humana, para el universo entero. Ofreciendo esperanza a los que no la tienen, sentido a los perdidos, fuerza a los cansados.

  1. La navidad: Tiempo de misericordia

En el Nuevo Testamento encontramos el evangelio escrito para personas del siglo I, en su mayoría procedentes del judaísmo. ¿Cómo vamos a transmitir nosotros la buena noticia de Jesús a las gentes del siglo XXI, al mundo de hoy tal como es, y que sigue estando necesitado de Dios? ¿Cómo escribiríamos nuestro evangelio? ¿Cómo expresaremos los motivos de nuestra alabanza? ¿Cómo diremos a todos por qué cantamos y estamos alegres en Navidad?

El texto de Isaías 63,7-9 nos da una pista. También es una invitación a la alabanza, pero aquí el motivo es la misericordia de Dios. Las "misericordias". Lo que Dios hizo en el pasado, lo que ha hecho y lo que hace por nosotros. "Los liberó/rescató... los levantó... los llevó... Dios mismo en persona...". Nos invita a recordar las misericordias de Dios. A contemplar cómo Dios mismo, en persona, nos ha hecho parte de su pueblo. A contemplar lo que Dios mismo, en persona, ha hecho por todos y cada uno de nosotros, por mí y por cada uno de vosotros. A contemplar el futuro que tiene preparado para la humanidad.

La Navidad es tiempo de misericordia. Para el nuevo año que se abre delante de nosotros, Dios nos encomienda una tarea, una misión, como cristianos y como iglesia: recordar y contemplar, para proclamar, anunciar y testimoniar y hacer realidad, las misericordias de Dios.

AMÉN



Gerson Amat
Valencia
E-Mail: gersonamat@telefonica.net

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