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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

Nochebuena, 24.12.2010

Sermón sobre Lucas 2:, por Marta López Ballalta

 

Se realiza la lectura del texto por el liturgo, después el coro de la comunidad cantará Gloria in excelsis Deo (se adjunta letra).

A continuación empieza el sermón.

Ángeles cantando están

tan dulcísimo canción;

las montañas su eco dan

como fiel contestación.

Gloria in excelsis Deo, gloria in excelsis Deo.

Los pastores sin cesar

sus loores dan a Dios

cuán glorioso es el cantar

de su melodiosa voz.

Gloria in excelsis Deo, gloria in excelsis Deo.

Hoy anuncian con fervor

que ha nacido el Salvador

los mortales gozarán

paz y buena voluntad

Gloria in excelsis Deo, gloria in excelsis Deo.

O venid pronto a Belén

para contemplar con fe

a Jesús, Autor del bien,

al recién nacido Rey.

Gloria in excelsis Deo, gloria in excelsis Deo.

Gloria a Dios en las alturas y paz, sobre la tierra, para los hombres, a los que él ama.

La navidad es un tiempo maravilloso, y ¡cómo no habría de serlo! Estamos celebrando un nacimiento, y eso, siempre, es una alegría.

¿Habéis estado alguna vez en una maternidad? ¡Es impresionante!

Gente alegre, padres contentos, abuelos exultantes, niños corriendo para arriba y para abajo de los pasillos, contagiados de ese entusiasmo que destilan todos los adultos.

Porque ciertamente celebrar un nacimiento es celebrar lo más maravilloso que tiene esta vida.

¿Y los bebés? Los recién nacidos contemplan a su alrededor, como si no supieran que está sucediendo. Unos duermen, otros lloran, otros simplemente miran, curiosos.

Es muy hermoso cuando la primera cosa que puede ver un niño es la celebración de su nacimiento. Es muy hermoso que el primer sentimiento que puedan conocer sea el de la alegría.

"Cuando a Elisabet se le cumplió el tiempo de su alumbramiento, dio a luz un hijo. Y sus vecinos y parientes oyeron que el Señor había demostrado su gran misericordia hacia ella; y se regocijaban con ella." (Luke 1:57-58 LBLA)

Poquito tiempo antes del nacimiento de Jesús, había nacido Juan, su primo. Y también hubo allí una gran celebración. Los vecinos y parientes de Elisabet se regocijaron con ella, lo celebraron.

Nos gusta vivir, y por eso, siempre nos ha gustado celebrar la vida.

Pero, lo cierto, es que no todos los nacimientos están rodeados de esta fiesta. En muchos lugares nacen niños sin que nadie lo celebre.

Miremos, hoy, el nacimiento de Jesús.

José y María se han visto empujados a celebrar una viaje. Han tenido que salir de su casa, de sus parientes, de sus vecinos, han tenido que dejar a aquellos que quieren y que les conocen.

Y ¿por qué?

Porque, como sucede muchas veces, los gobiernos no piensan en las personas. El emperador ha decidido hacer un censo y la pobre María, ya con un buen barrigón tiene que dejar a aquellos que quiere, a aquellos que le podrían ayudar y celebrar con ella el nacimiento de su primer hijo, para trasladarse a la ciudad de la que era originaria la familia de su marido.

Así que inician un penoso viaje. Un largo viaje de 150 km. Para cumplir con su obligación con el Imperio.

Cuando, por fin, llegan a Belén, se cumplen los días del embarazo de María. Y tiene que dar a luz y acaban los tres, José, María y el niño, en el pesebre. Porque tanta gente ya no cabe en el aposento alto, en la habitación de arriba.

Aquí no hay celebraciones, aquí no vienen los vecinos ni parientes para regocijarse con ellos, aquí no hay fiesta.

Pero que no haya fiesta no significa que no haya alegría.

Me imagino a José y a María, contemplando con amor al niño, acabadito de nacer, precioso. Porque todos los bebes son hermosos.

Es triste cuando quieres celebrar algo, una buena noticia, pero estás tan lejos de los tuyos, lejos de casa, de los amigos, y no tienes con quien hacerlo.

Porque nos gusta compartir la alegría.

Pero José y María no tenían a nadie con quien celebrar, o eso creían ellos.

Lucas cambia ahora de escena.

Allí, cerca de donde Jesús había nacido, había unos pastores, cuidando sus rebaños. En la oscuridad de la noche, tranquilos, haciendo turnos para dormir.

Y de repente, ¡Puf!, un fogonazo de luz.

Y se les aparece un ángel, y la gloria de Dios les ilumina.

(v. 10) ¡Oye! no temáis porque os traigo buenas noticias, gran alegría, la cual será para todo el pueblo.

No se que queréis que os diga. Si a mí se me aparece un ángel, en medio de una noche cerrada, rodeado de toda la gloria de Dios y me dice que no tenga miedo, yo, igualmente, seguiría muy asustada.

Pero, realmente, en esta escena a Lucas le interesan poco los sentimientos de los pastores. No nos explica nada sobre ellos, ni de cómo reciben el susto, ni si del miedo pasan a la admiración.

Porque cuando aparece el coro de ángeles ... ¡eso sí debió de ser impresionante!

Esta noche hemos escuchado a "nuestros ángeles", y a mi me han puesto la carne de gallina. Pero, sin desmerecerlos, ¿qué hubiese sido escuchar a aquellos una noche en Belén?.

Es curioso, porque José y María están solos en Belén, sin poder celebrar con sus amigos y parientes que ha nacido su primer hijo.

Pero a pocos kilómetros de allí, hay un coro de ángeles celebrando con unos pastores que ha nacido el Salvador del mundo.

Claro, es que en este relato hay muchos Padres que tienen cosas que celebrar. Porque para José y María ha nacido su primogénito, pero para Dios también.

Sí, Dios quiere celebrar que su Hijo ha nacido. Dios está muy contento.

Ha nacido el Salvador, el Mesías y Señor. Ha nacido el Hijo de Dios para traer reconciliación al mundo.

Desde el jardín del Edén, ha pasado mucho tiempo. Desde que Dios podía caminar con el hombre y la mujer. Desde que Dios podía hablar con ellos, pasear con ellos.

El ser humano había olvidado aquel recuerdo. Tal vez seguía escondido en un rincón de su memoria, pero en un lugar oscuro. Habíamos olvidado qué es poder estar delante de Dios, sentir plenamente su presencia.

Pero Dios nunca lo olvidó. Y Dios aquella noche en Belén estaba muy contento. Porque, a través de Jesús, de su Hijo, iba a poder volver a hablar con su mayor tesoro, iba a poder volver a abrazar a los hombres y las mujeres que Él había creado.

Cuando un niño nace todo el mundo está deseando cogerlo, porque llevas tiempo esperando, viendo como el vientre de su madre crece y crece.

Después de nueve meses la paciencia ya no puede más, quieres abrazar.

Pero para Dios fue distinto, no era abrazar al niño, sino abrazar a través de Él.

La reconciliación llegó al mundo con el nacimiento de Jesús, un nacimiento que celebramos, precisamente, por lo nuevo que nos ha otorgado. Nos ha devuelto una relación que habíamos perdido.

Los pastores fueron, entonces, a celebrar con José y María. Y, a modo de fiesta improvisada, los nuevos padres se vieron rodeados de personas que querían celebrar con ellos.

Ya no estaban solos.

Así hermanos, hermanas, tomemos ejemplo y aprendamos a celebrar. Porque el otro, la otra, el que está enfrente, la que se sienta a tu lado, todos tenemos algo que celebrar, todos podemos abrazar.

Porque es hermoso, es divino, vivir y pensar a través del que está a tu lado.

Qué alegría vivir

sintiéndose vivido.

Rendirse

a la gran certidumbre,

que hay otro ser por el que miro el mundo

porque me está queriendo con sus ojos.

Que hay otra voz con la que digo cosas

no sospechadas por mi gran silencio;

y es que también me quiere con su voz.

 



Marta López Ballalta
El Escorial
E-Mail: martuka17@gmail.com

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