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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

1º Domingo después de Epifanía, 09.01.2011

Sermón sobre Mateo 3:13-17, por Cristina Inogés

 

 

 

A bath which change life

 

El bautismo de Jesús, ¿para qué?

Jesús santificó el bautismo cuando él fue bautizado. Si el Hijo de Dios se hizo bautizar, ¿quién podrá despreciar el bautismo sin faltar a la piedad? Pues no fue bautizado Jesús para recibir el perdón de los pecados (pues estaba libre del pecado), sino que, a pesar de ello, fue bautizado para otorgar la gracia y la dignidad Divina a quienes se bautizan. Pues «así como los hijos participan de la sangre y de la carne, participó él también de las mismas» (Hebr 2, 14), para que, hechos partícipes de su presencia corporal, también tuviésemos parte en su gracia: para eso se hizo bautizar Jesús, para que por ello la consiguiésemos, por la comunión en la misma realidad, junto con el honor de la salvación. (Cirilo de Jerusalén)

Jesús comienza tras el bautismo su tarea de evangelización, ¿Por qué?

Jesucristo era Hijo de Dios. Sin embargo, no evangelizaba antes de recibir el bautismo. Si el mismo Señor administraba los momentos con un cierto orden, ¿acaso debemos nosotros, que somos siervos, atrevernos a algo fuera de ese orden? Jesús comenzó su predicación cuando «descendió sobre él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma» (Lc 3, 22). No quiere decir que Jesús fuese el primero en verlo (pues lo conocía antes de que apareciese en forma corporal). Lo importante era entonces que lo viese Juan. Pues dice: «Yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es...» (Jn 1, 33). Y también sobre ti, si tienes una piedad sincera, descenderá el Espíritu Santo y la voz del Padre descenderá desde lo alto sobre ti; no, «Este es mi Hijo» (Mt 3, 17), sino «Ese ha sido hecho ahora hijo mío». Sólo de él (Jesús) se ha dicho: «En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios» (Jn 1, 1,). Es adecuado el verbo es, puesto que el Hijo de Dios existe siempre. Pero lo adecuado para ti es «ha sido hecho ahora», puesto que, el ser hijo, no lo eres por naturaleza, sino que has conseguido por adopción el ser llamado hijo. Él lo es desde toda la eternidad, pero tú adquieres esa gracia como un don. (Cirilo de Jerusalén)

Un baño que cambia la vida

Cirilo de Jerusalén nos aclara algunas cuestiones del bautismo de Jesús. Pero como siempre lo más importante es cómo ese bautismo de Jesús nos interpela a nosotros y nos hace actuar de otra manera.

Es evidente, y así lo afirma Cirilo de Jerusalén, que Jesús inicia su vida pública tras el bautismo en el Jordán. Es el mismo Jesús pero ahora dejará de vivir hacia dentro y vivirá hacia fuera y empezará su misión evangelizadora.

Por supuesto que Jesús no necesitaba el bautismo pero intuyo que sospechaba que nosotros somos ‘animales de repetición' e imitaríamos sus gestos pese a no comprender muchas veces el alcance, ni la metáfora.

El agua no solo purifica, es decir, no solamente limpia. Nos duchamos a diario, al levantarnos, para despejarnos pero también si hemos hecho un trabajo pesado, o si llegamos de un viaje, o si estamos tensos. Y el agua nos relaja y al salir de la ducha decimos eso de ‘estoy nuevo'. ¿Somos conscientes de las reminiscencias bíblicas que esa expresión tiene?

Por el bautismo nos revestimos de un hombre nuevo

León Tolstoi, el escritor ruso, en un breve relato, contaba que había un rey que pidió a sus sacerdotes y sabios que le mostraran a Dios para poder verlo. Los sabios no pudieron cumplir su deseo. Un pastor se ofreció para realizar la tarea de los sacerdotes y los sabios. El pastor dijo al rey que sus ojos no bastaban para ver a Dios. Entonces el rey quiso saber al menos qué es lo que hacía Dios. "Para responder a esta pregunta -dijo el pastor al rey- debemos intercambiarnos nuestros vestidos". Con cierto recelo, pero impulsado por la curiosidad para conocer la información esperada, el rey accedió y entregó sus vestiduras reales al pastor y él se vistió con la ropa sencilla de ese pobre hombre. En ese momento recibió como respuesta: "Esto es lo que hace Dios".

 El Hijo de Dios renunció a su esplendor divino: Se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte (Flp 2, 6 ss).

Como dicen los santos Padres, Dios realizó el sagrado intercambio: asumió lo que era nuestro, para que nosotros pudiéramos recibir lo que era suyo, ser semejantes a Dios.

San Pablo usa explícitamente la imagen del vestido: Todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo (Ga 3, 27). Eso es precisamente lo que sucede en el bautismo: nos revestimos de Cristo. Significa que entramos en una comunión existencial con él, que su ser y el nuestro confluyen, se compenetran mutuamente. Ya no soy yo quien vivo, sino que es Cristo quien vive en mí (Ga 2, 20). Cristo adquiere con el hombre un compromiso permanente (en realidad adquirido desde la misma Creación) y, éste, el hombre, debe adquirirlo de la misma manera: Debéis despojaros, en cuanto a vuestra vida anterior, del hombre viejo. (...) y revestiros del hombre nuevo, creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad. Por tanto, desechando la mentira, hablad con verdad cada cual con su prójimo, pues somos miembros los unos de los otros. Si os airáis, no pequéis (Ef 4, 22-26).

Cristo modelo El Hombre Nuevo

 El ser humano tiende a buscar un modelo de comportamiento. El problema de hoy en día es que muchas veces, el joven o el adulto buscan ídolos, que no lo son, se imitan a deportistas, artistas, etc. No tenemos más que ver las modas que estas figuras implantan, ropa, cortes de pelo y demás.

Imitar a Cristo es tomar el Evangelio y dejarnos alcanzar por sus virtudes, desde las humanas hasta las morales, sinceridad, amor, mansedumbre, vida interior, etc. No hay que pensar que esta imitación la vamos a lograr en poco tiempo, pues es una lucha que dura toda la vida, aunque se logren ciertos avances, ni tampoco significa una vida sin defectos, siempre será un esfuerzo, un trabajo constante. Además esta imitación no es un asunto privado entre Dios y yo, sino que hay que compartirlo y darlo a los demás.


Imitar a Cristo en la vida ordinaria es el gran reto de los cristianos. No esperemos a las grandes oportunidades u ocasiones, la mayoría de las personas no tienen esa oportunidad.

En resumen, ducharse todos los días, hacer uso del agua es algo fantástico y maravilloso. Vivir de la fe todos los días quita el miedo y las telarañas espirituales. Reavivar la fe del bautismo es un reto apasionante. Sobre todo cuando se hace diariamente.



Cristina Inogés
Zaragoza. España
E-Mail: crisinog@telefonica.net

Bemerkung:
Fotografía procedente de: www.ecologiablog.com


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