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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

6. domingo después de Epifanía, 13.02.2011

Sermón sobre Mateo 5:21-37, por Fabián Paré

Sentimientos que liberan

«...deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano,

y entonces ven y presenta tu ofrenda.»

La justicia mayor a la que practicaban los fariseos y escribas apunta al corazón, a los sentimientos, en el reino de Dios no ocupa el primer lugar los comportamientos puestos en actos, sino los sentimientos que movilizan esos comportamientos. Cada acción es reflejo del sentimiento que anida en el corazón, muchas veces procuramos contener algunos comportamientos, pero no podemos quitar de la vista de Dios lo que sentimos en nuestro interior. El impedimento a participar del reino de Dios no se da solo con matar a alguien, sino tan solo con el sentimiento de querer hacerlo; también es un impedimento golpear o dañar a alguien de alguna manera, que tan solo es un reflejo de la irritación que sentimos en nuestro interior.

El relato de hoy nos propone cuatro escenas (Mt 5,21-37), en ellas queda claro que el ser humano, sin la gracia de Dios, no está capacitado para participar de su reino. En la primera Jesús dice que no solo recibirá condenación el que mate a otra persona, sino también aquel que tan solo se irrite, insulte o maldiga contra su hermano (Mt 5,21-22), notemos el acento puesto en los sentimientos que guarda la persona. Igualmente se refiere al mandamiento de no cometer adulterio, y enseña que el que desea a otra persona ya cometió adulterio (Mt 5,27-30), una falta de la que podemos preguntarnos ¿qué ser humano no ha caído en ella?; hasta en forma irónica, pero cierta, Jesús dice: ‘si tu ojo o mano te hacen caer en pecado, arráncatelos o córtatelos', dando a entender que si pretendemos entrar al reino por mérito de actos, tendríamos que despedazarnos. Las reglamentaciones en torno a las relaciones de pareja (Mt 5,31-32), evidencian una falta muy grande que podríamos relacionarla con el ‘abandono de persona', en otras palabras: no importa tanto el papeleo que pretende ordenar los líos que solemos armar, sino a qué le exponemos a la otra persona cuando nos desentendemos de ella, esa premeditación de cómo desentendernos de ella tiene su raíz en los sentimientos y no de una sumatoria de actos. Jesús dice que no hay que perjurar (Mt 5,33-37), es decir no hay que exagerar afirmaciones sobre lo que sentimos que no vamos a cumplir, el perjurar se torna en evidencia del engaño que pretendemos lograr en otros/as, todo lo que va más allá de un sí o un no, es malo y nos aleja del propósito de Dios.

La raíz de aquello que debemos reeducar en función del reino de Dios, no son solamente comportamientos externos, sino la forma en que está educado nuestro corazón. Cuando hablamos de los actos de nuestra educación, nos lleva a pensar las costumbres, costumbres de irritarnos con los demás, costumbres de codiciar o desear lo ajeno, costumbres de dejar en abandono a otras personas, costumbres de perjurar y engañar. Históricamente se ha pensado que la solución de los problemas sociales se da con el control de los actos, y se ha montado toda una estructura institucionalizada sobre la base de escuelas, cárceles y manicomios, desde donde se pretende regular-controlar el comportamiento; pero aun todo este montaje no logra los cambios necesarios para el propósito de Dios en este mundo. Los sentimientos no se educan solamente en la escuela, ni se logran modificar en las cárceles, ni se logran hacer desaparecer en los manicomios.

¿Cuál es el punto de partida para reeducar nuestros sentimientos? Jesús nos da un ejemplo muy claro, y hace referencia al momento en que acercamos la ofrenda al altar, momento en el que nos consideramos partícipes de lo que Dios hace en este mundo: ‘si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda... y anda, reconcíliate con tu hermano...' (Mt 5,23-25). Vaya que aparecen escusas y justificaciones que nos resultan prioritarias antes que buscar la reconciliación, y no hablamos solo de una reconciliación formal o aparente (en actos exteriores), sino de una reconciliación afectiva, volver a conciliar los ánimos desunidos, volver a la amistad. La tarea cristiana en este mundo consiste en trabajar por el reino de Dios, re-significando la ley en medio de la convivencia; la primer tarea que nos desafía es la de trabajar por esta reconciliación afectiva, superando los montajes que pretenden controlar ‘legalmente' nuestras vidas. Se trata de una dedicación para la cual necesitamos una fortaleza mayor a la que nos pueda dar la ley y nuestras costumbres, una fortaleza que solo proviene e la gracia de Jesucristo.



Pastor Fabián Paré
3380 - Eldorado Mnes, Argentina


E-Mail: fabianpare@gmail.com

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