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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

Estomihi, 06.03.2011

Sermón sobre Mateo 17:1-9, por Cristina Inogés

  

Una tienda para mi, otra para..., otra para...

Es curioso como el comportamiento humano ha cambiado poco a lo largo de los tiempos. Cuando nos encontramos bien con alguien, querríamos que el tiempo se detuviera; cuando algo nos gusta querríamos que no terminara nunca; cuando descubrimos un rinconcito ‘ideal' querríamos fijar allí nuestra residencia, Pero, si somos sinceros, al final seguimos con la vida de siempre.

Algo parecido le pasa a Pedro en este texto evangélico. Pedro, es Pedro. Es primario en su comportamiento, es decir, impulsivo, a simple vista parece que recapacita poco y al pobre le han llovido, le llueven y le lloverán críticas por todos los lados.

¿Qué hace Pedro? Pues como siempre decir lo que todos piensan pero que no se atreven a decir o bien no les da tiempo porque Pedro se les adelanta. Pedro está con Jesús y con los ‘íntimos de Jesús', pues ¡a disfrutar a tope! que dicen los jóvenes hoy. ¡Vamos a construir tres tiendas! Aquí radica lo original de Pedro. Pedro no quiere tres tiendas, una para Santiago, otra para Juan y otra para él mismo; quiere tres tiendas, una para Elías, una para Moisés y una para Jesús. Si estos tres personajes, importantes en la historia personal de Pedro, se encuentran bien en lo alto del monte, se quedarán y Pedro y sus amigos tendrán el ‘rinconcito ideal' para escaparse de vez en cuando.

¿Acaso es malo querer aprehender algo que nos gusta tanto? No, no es malo. Lo que sucede es que tendemos a quedarnos con el envoltorio del regalo y nos cuesta ver qué hay detrás del papel.

Jesús les está ofreciendo la posibilidad de ser testigos de una primera ‘idea' de la resurrección. Son los tres ‘vips' entre los apóstoles, los privilegiados. Jesús les advierte que no lo cuenten, pero ¿lo entienden? acaso sus vidas quedan transformadas por semejante experiencia?

Estamos asistiendo estas últimas semanas al afecto dominó de las revueltas populares en los países árabes. Si lo analizamos serenamente, ¿de verdad están cambiando las cosas? ¿No da la sensación de que, en realidad, (y perdón por la expresión) sigue siendo el mismo perro con diferente collar?

Todo esto me lleva a pensar que ‘más vale malo conocido que bueno por conocer'. Y creo que a Pedro, a Santiago y a Juan les pasó algo parecido aunque sin querer. Subieron, lo vieron y bajaron asombrados, incrédulos ante lo sucedido, pero no transfigurados ellos mismos.

Por eso encuentro importante ir un pasito más allá. Nosotros tenemos la ventaja de saber qué sucedió en la transfiguración, sólo nos queda decidir si nos transfiguramos nosotros. La transfiguración nos es un mero espectáculo, es otra posibilidad de cambio que nos da Dios; es la posibilidad de sacudirnos el polvo, la amargura, la tristeza de la vida. Es la posibilidad de vestirnos de luz, de brillar como el sol. Porque es posible, porque Jesús nos mostró que es posible, que la monotonía de la vida nada tiene que ver con lo que la vida es de verdad, con lo que hemos hecho de la vida.

Subir al monte, cambiar de aires, disfrutar con los amigos, hacer tres tiendas, ser como críos que disfrutan sin más preocupaciones porque Dios nos mostró cómo hacerlo.

Bajar del monte, asumir la realidad, aceptar lo cotidiano, siempre con la sonrisa puesta. Hay muchas personas cerca de nosotros que no saben nada de la transfiguración, ni les suena. Nuestra actitud ‘transfigurada' ante la vida es lo único que les creará la curiosidad para salir del cuadro inerte en el que viven, que puede ser precioso, pero ante el que pasa la vida sin más.

Que nuestra transfiguración nos llene de felicidad y haga a otros felices.

 



Cristina Inogés
Zaragoza. España
E-Mail: crisinog@telefonica.net

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