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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

5to Domingo después de pentecostés, 17.07.2011

Sermón sobre Mateo 13:24-30, por Fabián Paré

¿Quiénes somos? 

¿Quieres pues, que vayamos y las arranquemos?

No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis con ella también el trigo.  Mateo 13, 24-30

La imagen de la siembra sigue invitándonos a reflexionar sobre el reino de Dios o sobre su voluntad en medio de nuestra convivencia.  La Palabra de Dios al involucrarse con las realidades humanas va generando crisis, condiciones que puedan brindar nuevas oportunidades, en esto hay dos factores importantes que tenemos que tener presentes: los tiempos, y los roles que se van asumiendo durante un proceso: tiempos de siembra, de crecimiento y de cosecha; y roles de sembrador, los hombres, siervos y dueño.  El sembrador es Jesucristo, y lo que se siembra es su palabra; ¿dónde se siembra?, en nosotros/as, es decir este mundo humano que cotidianamente construimos, nosotros/as somos el campo.  Es importante no entendernos como algo más que el campo, dado que el rol de servidor se con-funde con el del sembrador; el siervo obediente es Jesucristo, y ese ‘saco’ le queda grande a cualquier ser humano.  Sin embargo hay seres humanos que se prestarán a participar del trabajo de servicio que realiza Cristo en este mundo, y Cristo se predispondrá como maestro de ellos/as (ningún servidor es mayor a su maestro).  Cristo irá haciéndose uno con aquellos/as a quienes sirve, y aquellos que sirve irán haciéndose uno con él.  A nosotros/as, que somos hijos/as de este mundo (del maligno), se nos da la oportunidad de ser hijos/as de Dios (recordemos que esta oportunidad no es como la oportunidad de aceptar comer hamburguesa o no, sino que se trata de atravesar por una crisis, por un tiempo que me permita volver a entender mi vida y la relación que tiene con las demás vidas, ese volver a nacer que le costaba entender a Nicodemo).

 

¿Qué pasa cuando dejamos de entendernos como parte del campo (parte de este mundo)?, se nos suben un poquito los humos a la cabeza y creemos distinguir claramente lo bueno de lo malo (conocedores del bien y del mal, delicioso fruto del que seguimos alimentando nuestra convivencia).  Y al sentirnos tan conocedores de lo que es bueno, gentilmente nos ofrecemos para ‘arrancar’ lo malo: ‘¿Quieres pues, que vayamos y las arranquemos…?  Rápidamente cae en el olvido que somos hijos/as de este mundo, que pertenecemos a este mundo (nacemos en pecado), y que la oportunidad de ser hijos/as de Dios se da en un proceso que nos lleva al servicio (como el maestro), y no a juzgar y condenar (como nuestros juegos de poderes).  Aspirar saber que ocurrirá con el mal y la injusticia de este mundo, es reflexionar también sobre qué pasará con el mal y la injusticia que habita en mí; desde la justicia humana caeremos bajo el castigo, condena, aislación y sometimiento; desde la justicia divina sobrevendrá el perdón, la reconciliación, a unidad y la libertad.  Cuando reflexionamos nuestro rol cristiano (el de bautizados/as), reflexionamos sobre el nuevo ‘conocimiento-sentimiento’ que Cristo le dio a nuestras vidas, qué valores y qué actitud nos enseñó a tener presente justamente en las situaciones donde tenemos que poner en juego lo que consideramos ‘bueno’ o ‘malo’ (¿Cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano?, ¿qué debo hacer cuando me golpean una mejilla?, ¿Cómo debo actuar con los que considero mis enemigos?, ¿Qué debo responder a las tentaciones que me brinda lo mágico-apariencias, la imprudencia y la vanidad del poder?, etc.)  Nunca debemos olvidar que seguimos siendo parte del campo donde germina la voluntad de Dios (trigo), entre la voluntad humana (cizaña).

Los tiempos es algo importante, y si no nos confundimos de roles, comprenderemos que la cosecha al igual que la siembra, es un tiempo determinado por Dios y no por ningún ser humano.  Lo que sí es protagonizado por el ser humano es este tiempo de germinación, de crecimiento, en el que una cosa es segura: no se puede arrancar nada porque se puede dañar o perder todo; no se puede sacar, prescindir, ignorar, descalificar, olvidar a una, porque al mismo lugar se lleva a la otra.  Hay que dejar que todo germine junto: ‘dejad crecer juntamente lo uno y lo otro’ (Mt 13,30).  Recordemos que lo que puede parecer bueno para el ser humano, puede ser malo para Dios, y lo que puede parecer malo para el ser humano puede ser bueno para Dios.  Esto es lo que nos lleva a alguna crisis, captar que algo que creímos siempre que era bueno, resulta que no lo era para Dios, atravesar estas tantas crisis que nos produce la Palabra de Dios es crecer juntamente unos con otros, sin pretender arrancar, prescindir, olvidar, ignorar, descalificar a nadie.

 



Fabián Paré
de la IELU Eldorado-Misiones


E-Mail: E-Mail: fabianpare@arnet.com.ar

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