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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

6. Domingo después de Pentecostés, 24.07.2011

Sermón sobre Mateo 13:31-33.44-52, por Fabián Paré

Un tiempo y lugar especial

«El reino de Dios se asemeja a...»

Hoy Mateo nos brinda una secuencia de parábolas para reflexionar el significado del reino de Dios entre nosotros/as: el grano de mostaza, la levadura en la harina, el tesoro y la perla, y una red con diversidad de peces. ¿Qué estará tratando de hacernos visualizar Jesús con estas parábolas? Al hablar de algo ‘semejante a', nos lleva a un segundo sentido que va más allá de la figura presentada en la parábola, nos invita a comparar, a relacionar. Hay por lo menos cuatro referentes a los que nos llevan las parábolas, que pueden ser cuatro elementos útiles para comparar nuestras realidades aisladas de Dios, con aquellas donde el reino de Dios está presente. Veamos estos referentes y elementos.

El primero habla de una semilla que llega a ser un árbol donde las aves pueden construir sus nidos; el elemento referente para tener en cuenta parece ser el surgimiento de un lugar donde hay espacio. Vivimos en un mundo donde las relaciones en la convivencia generan círculos de pertenencia bastante cerrados, y es todo un desafío llegar a pertenecer a alguno de estos círculos o grupos, generalmente el costo es la renuncia de algo propio, mayormente se pone en juego la identidad al verse en la encrucijada de pertenecer o no a un determinado grupo. La imagen del árbol que tiene espacio para que las aves construyan sus nidos, refiere a un lugar donde no hay encrucijada, donde no hay que renunciar a nada de nuestra identidad, un lugar donde uno es aceptado como es, ese lugar donde uno encuentra descanso; parece estar presente la idea de que en el reino de Dios cada uno/a es aceptado/a como es (pobre, rico, con o sin enfermedad, angustia, dolor o duelo, con errores y virtudes; hay un lugar para todos/as). El segundo referente muestra la levadura en la harina y pone el acento en el proceso de leudar. Cosas diferentes entre sí creciendo juntas, permitiendo el crecimiento de lo propio de cada uno en relación con lo otro. La convivencia del ser humano facilita el crecimiento de la soledad, del aislamiento, del ‘arreglártelas como puedas', mientras que en el reino de Dios se da un crecimiento en conjunto, en una relación de lo uno con lo otro (de ese uno). La tercera referencia se da un el encuentro de un tesoro o de una perla, subrayando el valor que tienen, tal valor que lleva a despojarse de lo anteriormente adquirido para conservar ese tesoro o esa perla. ¿Qué es lo verdaderamente valioso en la vida? Por lo que venimos viendo parece que ese tesoro o perla tiene que ver con un lugar donde siempre hay espacio y permite descanso, donde soy aceptado tal como soy; y donde tengo la posibilidad de crecer en el intercambio con los demás. Aquello que me exigía relegar algo de mi vocación e identidad a cambio de pertenecer a determinado grupo, institución o círculo, lo puedo dejar, vender, deshacerme, porque encuentro un espacio donde me aceptan como soy. La cuarta referencia habla de una red que contiene distintos peces, alguno de ellos seremos nosotros/as, y se destaca aquí el elemento de la diversidad, de la necesaria diversidad que necesita el reino de Dios. La inercia de la convivencia humana lleva a ‘normalizar rasgos' a estereotipar y reproducir formas conocidas, y con ello crece la falta de aceptación a lo distinto, a lo diverso, todo esto que lleva a lo exclusivo y excluyente; en el reino de Dios lo diverso es necesario, no es un espacio selectivo como los grupos y círculos que solemos armar en nuestra convivencia. La selección de ‘peces' es algo que compete solo a Dios, y está fuera de nuestro alcance influenciar en ella.

Un espacio donde hay lugar, el crecimiento en conjunto, el valor de estas cuestiones en nuestra vida, y la diversidad, son elementos o factores que indican la presencia del reino de Dios. No se puede predicar el reino de Dios si no se lo hace desde una actitud inclusiva, participativa, respetando la diversidad y valorando estas cosas de tal forma que podamos deshacernos de aquellas otras cuestiones que nos llevaban a ser exclusivos y excluyentes. Si bien existe maldad e injusticia en este mundo -que heredamos y seguimos construyendo- la tarea a la que estamos llamados/as, no es la de ocupar el rol de ‘justicieros', sino la de anunciar que el reino de Dios está cerca; Jesucristo inició este comprometido trabajo de reconocimiento, aceptación, paciencia, tolerancia, amor. Ese tesoro que comenzó a sembrar no lo negoció ni cuando intentaban matarlo en una cruz, esto nos ayuda a pensar algunas cosas a las personas que queremos aprender algo de Él.



P. Fabián Paré
de la IELU Eldorado-Misiones
E-Mail: fabianpare@arnet.com.ar

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