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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

3. Domingo despues de Pentecostes, 17.06.2007

Sermón sobre Lucas 7:36 - 8.3, por Rudolfo Roberto Reinich

Lecturas: Salmo 32, 1-7; 2. Samuel 12, 1-15; Galatas 2, 11-21

¡Que la gracia y la paz de nuestro Señor Jesucristo estén con todos ustedes!

Hermanas, hermanos

Les invito a cerrar los ojos para tratar de ver lo que escuchan durante la lectura de Lucas 7,36-8,3

En un grupo de Estudio Bíblico en  la Parroquia Olivos, en Buenos Aires, escuchamos así el mensaje del mencionado Evangelio. Luego proyectamos en conjunto un cuadro virtual con lo que cada uno había visto, y le pusimos como título: "Donde Jesús está presente hay suspenso y sorpresas." 

Nos llamó la atención que el Señor fue invitado a casa de un fariseo.  Simón, era un hombre piadoso y probo, que quería hablar con él. Jesús acepta el convite y ambos comparten una comida mientras conversan. 

De pronto, en forma sorpresiva irrumpe en la sala una mujer, que nos imaginamos totalmente contrapuesta, distinta al anfitrión. 

Nos imaginamos que ella pudo haber pensado: Quiero encontrarme con ese Jesús, porque él irradia tanto amor y poder. Él ha ayudado a tanta gente, y quizás también quiera darme una mano para ordenar mi propia vida. Por mi parte le daré todo lo más valioso que tengo.

Pero, ella no sólo piensa sino que también actúa. Da los pasos que nunca antes se hubiese animado a dar. Se acerca decididamente a Jesús. Llora y con sus lágrimas lava los pies del Señor. Más aún, los seca y perfuma con aceite muy caro.

Nos imaginamos también las reacciones: ¡Quién se hubiese imaginado! ¡Qué sorpresa! ¡Tanta confianza y cercanía con una mujer que gana su dinero con el amor! ¡Una pecadora! ¡Qué escándalo! ¿Acaso él no sabe quién es ella? ¿Por qué no se defiende? ¿No le preocupan los comentarios y rumores cuando esto se sepa afuera? ¿No tiene miedo de quedar mal parado ante la gente? ¿Por qué no usa  cualquier pretexto para sacarse a esa persona de encima?

Descubrimos que a Jesús le gusta la cercanía de las personas. El no tiene miedo al contacto con quien sea.

Cuando algunos califican a una persona de "pecadora" para Jesús todavía no está todo dicho acerca de ella. Además, ese calificativo les cabe a todos, aún a los que se consideran mejores, porque no hay siquiera uno que sea justo. Para Jesús entonces esa mujer es al mismo tiempo una persona capaz de amar. (Lutero: Todos somos a la vez justos y pecadores).

Jesús no tuvo reparos en decir ante testigos, aún al precio de chocar contra las leyes, los hábitos y las costumbres: "Tus pecados son perdonados, ve en paz"

De esta manera ejemplifica concretamente que no vino para condenar sino para salvar. Por eso su actitud es siempre la de dar una nueva oportunidad, y pagó un alto precio para ello.

Esta actitud del Señor nos pareció una fórmula revolucionaria y todavía válida hoy: La mujer del Evangelio es una persona que recibe el perdón de una culpa que sentía muy grande y en respuesta ama sin escatimar esfuerzo, ni costo alguno. Dicho a la inversa, ella es alguien que responde con amor porque antes fue liberada de una carga muy pesada. Esto le da la dignidad y el ánimo para comenzar ahora algo nuevo, de una manera diferente. 

Mientras que el anfitrión piadoso sólo hizo lo absolutamente acostumbrado para dar la bienvenida a Jesús, esta mujer se puso en juego a sí misma para demostrar su amor.

Siguiendo con nuestro cuadro virtual pudimos aprender que en la presencia de Jesús sucede lo insólito: Alguien que brinda su amor al Señor puede seguir caminando y amando con dignidad y libertad.

Así es como hay mujeres que van con él y son sus seguidoras y sus discípulas porque Jesús las liberó de sus enfermedades y de sus cargas. Junto con los hombres llamados ellas también van con Él, y le ayudan a dar testimonio del Evangelio en todas partes.

Dado que esta Palabra nos tocó y apeló tan directamente nos preguntamos ¿Qué es lo que puede movilizar nuestras actitudes y organizaciones paralizantes? ¿Qué nos puede animar a dejar las vías muertas y las estaciones finales de nuestras costumbres y tradiciones? ¿Quién puede ayudarnos hoy a superar prejuicios para comenzar algo nuevo, que no sea sólo estar al servicio de la competencia y el beneficio propio, para ponernos al servicio del Reino de Dios y su justicia con la convicción y esperanza que se hará realidad entre nosotros.

La clave es tomar conciencia de que hemos sido perdonado por obra del Señor Jesucristo razón por la cual debemos responder siempre con amor a Dios y a nustros prójimos con todo nuestro ser y con todo lo que tenemos.

Roguemos que podamos sentir la cercanía del Señor que nos amó primero y podamos experimentar su fuerza y poder que produce actos de amor liberadores y que ayudan a dar nuevas oportunidades los unos a los otros para una vida nueva y digna, y así realmente poder seguir viviendo en paz. Que así sea. 

 



Rudolfo Roberto Reinich
Rio de la Plata (IERP)
E-Mail: reinich@ciudad.ar

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