Göttinger Predigten

Choose your language:
deutsch English español
português dansk

Startseite

Aktuelle Predigten

Archiv

Besondere Gelegenheiten

Suche

Links

Konzeption

Unsere Autoren weltweit

Kontakt
ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

11 Domingo después de Pentecostés, 28.08.2011

Sermón sobre Mateo 16:21-28, por Fabián Paré

¿Cuál será nuestra Cruz?

«Si alguno quiere venir en pos de mi, que se niegue a sí mismo, y tome su cruz y sígame...»

Frecuentemente creemos que este dicho de que ‘cada uno cargue su cruz', hace referencia a los problemas, enfermedades, dolencias, angustias, o alguna cuestión que represente algún pesar o penar en nuestras vidas. Relacionamos las cruces con los males que nos tocan sobrellevar en las distintas realidades que nos tocan confrontar. Pero tengamos en cuenta que, de una u otra manera, siempre nuestras fuerzas alcanzan -con un poco más o menos de ayuda- para soportar el peso de esa cruz o de esas cruces. Cuando hablo de ‘nuestras fuerzas' me refiero a la ausencia de fe, a la no participación de Dios en esas fuerzas. Este dicho que refiere a cargar con una cruz, que tiene su origen en la Biblia, refiere a un sentido y significación que involucra la fuerza que Dios nos da, trataremos de reflexionar sobre la distorsión que suele tener del sentido original de aquella cruz que Jesús pide que carguemos, si queremos seguirlo, claro.

¿Qué significará en el decir de Jesucristo, que si alguien quiere seguirlo (discipulado-cristianismo), que cargue su cruz? Ya hay una pista bastante clara cuando advierte que es condición ‘negarse a sí mismo'. Negarse a uno mismo tiene que ver con negar las venganzas, las broncas, los rencores; renunciar al odio, a la envidia, a la tentación de deshonrar a otros/as apelando a la difamación o lo que comúnmente conocemos como ese chusmerío dañino. Podemos encontrar una íntima relación entre ‘renunciar a uno mismo' y ‘cargar con nuestra cruz', dado que hay un peso enorme en estas renuncias, tal vez un peso que no podemos soportar con nuestras propias fuerzas. Nos resulta difícil renunciar a nuestro orgullo, nos cuesta mucho pedir perdón, es una complicación seria despojarnos de broncas, odios y rencores porque los consideramos sobradamente justificados, y definitivamente, está de forma a priori la consideración de que es el otro o la otra, el o la que debe pedir perdón o arrepentirse de algo (nunca nosotros/as en primer lugar). Y la espera de que sea la otra persona que dé el primer paso, puede llevarnos la vida y hasta llegan a pasar generaciones. Por todo esto Jesús expresa esta condición: ‘si alguien quiere venir en pos de mí, renuncie a sí mismo, y cargue su cruz, y sígame' (Mt 16,24) En esta cruz que Jesús nos convoca a cargar, está su compromiso de acompañar, de estar, de darnos fuerza para poder cargarla, pero solo puede hacerlo si ‘renunciamos a nosotros mismos'.

Cuando Jesús -y por lo tanto la fe cristiana- nos pide e intenta educarnos en amar al enemigo, perdonar setenta veces siete, dar la otra mejilla; es cuando se nos pide cargar con nuestra cruz, esa cruz que no podemos sostener por nuestras propias fuerzas, una cruz de amor ante el odio, una cruz de paz ante las agresiones, una cruz de serenidad ante la violencia. Dios no nos pone cruces de enfermedades y dolencias, de sufrimiento y angustias; sino una cruz de mansedumbre, de hospitalidad, de solidaridad. Los males de nuestras vidas no los pone Dios, los construimos nosotros/as, y hay un factor importante que facilita o contribuye a estos males, una condición humana por excelencia, y se trata de esa condición que nos lleva a soportar cualquier dolor y/o sufrimiento antes que pedir perdón. Ese es el ser humano (del que formamos parte todos/as), que debe renunciar a sí mismo si quiere seguir a Jesucristo.

Pedro apartando a Jesús le dice: ‘...ten compasión d ti; en ninguna manera esto te acontezca' (Mt 16,22); ésta es la reacción de Pedro ante el comentario de Jesús sobre la necesidad de su padecimiento, muerte y resurrección. La fuerte respuesta de Jesús: ‘quítate de delante de mí Satanás, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las humanas' (Mt 16,23); nos deja una clara referencia a que la condición humana sin Dios es satánica o demoníaca, porque no solemos poner la mira en las cosas de Dios, dado que siempre anteponemos la compasión con nosotros/as mismos/as. Anteponer esta autocompasión habilita en nosotros el rencor y odio, los sentimientos de soberbia, orgullo y envidia, y a una paciente espera de la oportunidad de cobrar venganza. Es en medio de estas filosas condiciones que habitan en la convivencia que Dios decide hacerse humano, morir y resucitar, para lograr la salvación, esa reconciliación entre lo humano y lo divino; y esa reconciliación comienza con su discipulado, con nosotros/as; y somos los primeros que tenemos que renunciar a nosotros mismos y cargar nuestra cruz.

 



P. Fabián Paré
3380 - Eldorado Mnes, Argentina
E-Mail: fabianpare@gmail.com

(zurück zum Seitenanfang)