Göttinger Predigten

Choose your language:
deutsch English español
português dansk

Startseite

Aktuelle Predigten

Archiv

Besondere Gelegenheiten

Suche

Links

Konzeption

Unsere Autoren weltweit

Kontakt
ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

13 Domingo después de Pentecostés, 11.09.2011

Sermón sobre Mateo 18:21-35, por Fabián Paré

 

Prontos en pedir, lentos en dar

«...Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo.»

Venimos recorriendo textos con un fuerte llamado de Jesús a reflexionar nuestra convivencia, poniendo en contraste muchas conductas habituales que construimos en lo cotidiano, con el propósito de Dios para con su creación. Evidentemente este propósito de Dios nos sorprende y tiene efectos desestructurantes, eso de amar a los enemigos o perdonar hasta setenta veces siete, no nos resulta muy cómodo ni muy fácil de llevar a la práctica; justamente eso es lo que señala nuestra falta para con Dios. Esta falta o deuda (en términos que utiliza el relato de hoy), refiere a la dificultad que vamos teniendo de poner en práctica lo enseñado por Jesús. Sabemos que Cristo hace milagros y no magia, por eso los cambios o ‘conversiones' tan bruscas o mágicas, suelen tener poca durabilidad, o son sostenidas socialmente con un alto grado de apariencia. Los cambios o conversión, trata de un proceso gradual que necesitamos ir trabajándolo -poco a poco- en las distintas situaciones de nuestras realidades.

Imaginemos que cada tanto, Dios se acerca a nuestras vidas para ‘arreglar cuentas', son los momentos en que vemos que no tenemos lo suficiente para cubrir ‘nuestra deuda', nuestro perdón no ha sido suficiente, tampoco nuestro amor, tampoco nuestro deseo de justicia, ni nuestra colaboración por la paz, y cuando revisamos nuestro servicio al prójimo, más se pone en evidencia el tiempo que dedicamos a nuestras propias cuestiones e intereses. Pero esta conciencia nos surge cuando podemos ver nuestra finitud, nuestra poca durabilidad en este mundo, cuando entramos a comprender que aquí solo estamos de paso. Y no es un paso cualquiera, en este paso comenzamos a vivir, pero no hay posibilidad de que alguien viva solo, somos seres sociales, y solamente podemos vivir si primero con-vivimos. Es en esta convivencia -que comenzamos a tener ya antes de nacer- donde inter-juegan las bondades de Dios, con la violencia del maligno. Es la violencia del maligno la que tiene que ver con todo aquello que daña o perjudica el propósito de Dios, y debemos reconocer que nos cuesta mucho hacer que tenga menos influencia en nuestras convivencias. Imaginábamos que cada tanto Dios se acerca a ‘arreglar cuentas', ese cada tanto es un tiempo que puede ser más o menos frecuente, y para cada quién esos tiempos pueden variar porque no todos nos desenvolvemos o desarrollamos en los mismos tiempos, pero en cada uno de ellos la acción de Dios es la misma: el perdón. Distinto es cuando nosotros/as pretendemos ‘arreglar cuentas', de las que fuera, de las más banales situaciones domésticas, hasta cuando encargamos a los abogados que ‘arreglen las cuentas'. Nuestra postura suele ser la de querer ‘el pago' ya mismo, de una forma u otra, y que se condene a los que haya que condenar (no damos tiempo para otra oportunidad). Rápidamente nos olvidamos que también estamos de paso en este mundo, y con más facilidad olvidamos que el hacedor de justicia es Dios y no nosotros/as. Ante todo esto, es importante no perder de vista que cada forma de resolver una situación tiene consecuencias.

Son las consecuencias que debemos evaluar constantemente, para que podamos re-direccionar la construcción cotidiana de nuestra convivencia. ¿Qué significa quedar en manos de los ‘verdugos'? (Mt 18,34). En la antigüedad el verdugo ejecutaba penas corporales, azotes, tormentos, y la misma muerte, ¿podríamos asociar esta figura de verdugo a la del maligno? Si el maligno ejecuta la violencia que atormenta la salud, la integridad, la vida, podríamos entender que si no perdonamos de corazón (Mt 18,35), quedaremos en manos del maligno, padeciendo los tormentos de la violencia. Esto nos lleva a reflexionar sobre la manera de procurar la justicia (o el pago de deudas si quieren decirlo así), que tenemos incorporada en nuestra convivencia, ¿son a través de caminos de perdón o de castigo?

¿Dios primero perdona para que haya arrepentimiento?, o primero hay que arrepentirse para ser perdonado. ¿Si Dios no perdonara primero, tendríamos oportunidad de arrepentirnos? Parece ser que Dios siempre se presenta con una pre-disposición amorosa a perdonar, es paciente con cada una de nuestras realidades, y esto lleva a la oportunidad del arrepentimiento. Y nosotros/as, ¿Qué predisposición tenemos al querer resolver los conflictos (o cuentas pendientes si quieren)? Necesitamos trabajar en un proceso que nos lleve a una mayor comodidad con lo que nos enseña Jesús.



P. Fabián Paré
3380 - Eldorado Mnes, Argentina
E-Mail: fabianpare@gmail.com

(zurück zum Seitenanfang)