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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

19 Domingo después de Pentecostés, 23.10.2011

Sermón sobre Mateo 22:34-46, por Fabián Paré

¿Cómo obedecer una ley que pide amar?

¿Qué pensáis del Cristo?

La ley está presente en la convivencia humana para exigir que el comportamiento se desenvuelva dentro de determinado marco, al traspasarlo o salirse de él, entra en escena la ley señalando una falta, una infracción, un incumplimiento, en el contexto del pueblo judío es equivalente al incumplimiento de la voluntad de Dios. La ley, más que señalar un castigo, señala el pecado en el que habitamos, esto quiere decir que la ley evidencia una culpa, y podemos entender que orienta la reparación que libera de ella (tal pudo haber sido el propósito de Dios al dejar la ley en medio de la convivencia humana). Pero a lo largo de la historia fueron pasando algunas cosas con el uso de la ley, se sumaron al escenario otros factores que condicionaron su uso, restringieron las posibilidades de liberación, y la orientación de la misma quedó en manos de pequeñas élites que suelen abusar del poder. El abuso tiene que ver con las distintas maneras de invadir el cuerpo, la integridad, la vida de cualquier ser, teniendo por resultado su perjuicio. Si la ley fuese eficaz en nuestra convivencia, estaríamos capacitados/as para reorientar las conductas que nos llevan a perjudicar la vida (de los demás); sin embargo, una de las cosas que ha ocurrido es que la ley ha dejado de significar lo mismo para todos/as, por el factor económico que comenzó a tener mucha influencia. A tal punto que la función de reorientar las conductas perjudiciales contra lo que tiene vida, fue transformándose en el castigo de las conductas que pueden perjudicar los intereses económicos (el dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios, tiene que ver con esto). De modo que la ley se fue debilitando en su esencia al ser sujetada a los intereses de ciertas élites. ¿Qué es lo principal que se pierde junto a esa esencia de la ley? El logro de la capacidad de reparar la culpa, lo que está íntimamente ligado al logro de la capacidad de amar, al logro de tener en cuenta y respetar el cuerpo, la integridad, la vida de cualquier ser.

La razón del Cristo entre nosotros/as motiva a reelaborar el sentido de la ley, los intérpretes de ella cada vez son más expertos en su significado (como en la época de Jesús), pero queda un camino por recorrer respecto a su sentido. El sentido va más allá del significado, cuando la ley se convierte en herramienta de perjuicio de algo que porte vida, perdió su sentido. Recordemos que fueron mecanismos ‘legales' los que llevaron a la muerte a Cristo, se aplicó la pena de muerte de su época: la crucifixión; tal vez vengan a nuestra memoria algunas situaciones similares donde mecanismos legales provocaron perjuicio/s. ¿Cómo reorientar las conductas perjudiciales en los casos donde la ley se ha tornado perjudicial?

Si bien la ley sigue siendo un parámetro fundamental que permite visualizar la/s culpa/s, tenemos un gran desafío en reflexionar los mecanismos que utilizamos para abordarla/s. La primera ‘exigencia' que surge en nuestro imaginario ante una culpa, es el castigo; y esa exigencia no proviene tanto de la ley, más se parece a una salida satisfactoria para el sentimiento de venganza que cultiva el ser humano, y coincide con el ‘ojo por ojo y diente por diente' del A.T., lo que es reelaborado en el evento de Cristo. Si la intención de la ley (o del uso de cualquier autoridad y poder), es reorientar las conductas perjudiciales, el camino no es el castigo, dado que el castigo nace del sentimiento de venganza, y ese sentimiento se genera por haber sido abusados de alguna manera, en nuestra vida, en nuestra dignidad, en nuestro cuerpo. Es saludable no confundir el sentimiento de venganza con el deseo de justicia, pues de hacerlo habremos dado un paso en poner la ley al servicio de los intereses propios, y en lugar de buscar la reparación buscaremos el castigo, y el castigo no repara nada.

Lo que aparece como un facilitador de las reparaciones que necesitamos en nuestra convivencia es el amor. Toda ausencia de amor es dañina y perjudicial, y cuando a más temprana edad se da su carencia o ausencia, los efectos son muy perjudiciales para la persona, y consecuentemente para su contexto. ¿Qué pensamos del Cristo?, ¿es una ley que viene a castigar la culpa?, o ¿es ese amor que viene a reparar el abuso que fue cometido con la vida de los distintos seres? En nuestra convivencia ¿debemos mejorar los mecanismos de castigo?, o ¿reflexionar sobre las condiciones que generan abusos? ¿Qué perspectiva es la más acorde con la respuesta que Cristo da a los intérpretes de la ley?

 



P. Fabián Paré
3380 - Eldorado Mnes, Argentina
E-Mail: fabianpare@gmail.com

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