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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

1er Domingo después de Navidad, 01.01.2012

Sermón sobre Lucas 2:22-40, por Fabián Paré

«…mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos…»  Lucas 2, 22-40

Jesús es llevado al Templo, es allí donde Simeón, hombre en el que estaba el Espíritu Santo (Lc 2,25), al verlo siente que se cumple lo que le había sido revelado sobre ‘no morir hasta ver al Mesías de Dios’ (Lc 2,26).  Hay una cualidad importante en este hombre Simeón, y no es tanto que haya sido ‘justo y piadoso’ (cualidades tan subjetivas y con acepciones tan distintas de acuerdo al tiempo y espacio donde son utilizados), la cualidad que me parece digna de rescatar es la de ‘esperar el consuelo de Israel’ (Lc 2,25).  Es fácil esperar el consuelo sobre lo personal, familiar y hasta sobre aquellos que resultan afines por los motivos que fuera, pero es algo más difícil esperar el consuelo del pueblo, dado que en el pueblo también están los que no resultan afines a lo propio: los que son considerados inferiores, infames, hasta no merecedores de misericordia.  Tal vez esta sea una razón por la cual el evangelista defina como justo y piadoso a Simeón.

De la cualidad subrayada de Simeón, hay dos factores a destacar: la actitud de espera, y el deseo de consuelo.  La espera no necesariamente es una actitud pasiva. Pero pensemos el significado de aquello que se espera: el consuelo.  El consuelo hace referencia al ‘descanso y alivio de la pena, molestia o fatiga que aflige u oprime el ánimo’.  “Esperar que llegue el alivio de la pena que aflige el ánimo”: vuelvo a destacar la particularidad de este sentimiento en Simeón sobre todo el pueblo, porque puede captar -tal vez por el Espíritu Santo que está en él- que los males que pesan sobre el pueblo son provocados por penas, molestias o fatigas que afligieron el ánimo de muchos que hoy se dedican a afligir el ánimo de otros/as.  Es decir, no concibe el mal como algo congénito, como esencia de aquellos que lo implementan, sino como un efecto de los males que les tocó vivir.  Podemos recordar aquella frase de Jesús en la cruz que dice: ‘perdónalos porque no saben lo que hacen’.  La raíz del mal no está en la voluntad consciente, sino en un deseo inconsciente, deseo de denigrar, de descalificar y/o de matar al otro que no resulta a fin, deseo construido en la convivencia.  Tengamos en cuenta que la persona que puede ver en el hijo de María al Mesías, tiene un sentimiento y deseo tan particular sobre el pueblo, justamente es la persona sobre quien el evangelista nos relata que el Espíritu Santo estaba con él.

Hoy, en nuestras organizaciones religiosas afirmamos que el Espíritu Santo está entre nosotros/as, o asumimos que es así sin dar margen a ningún cuestionamiento a esta cuasi certeza que late, por ejemplo en las instituciones cristianas.  Sin embargo debemos reconocer que no siempre está presente el deseo de consuelo sobre el pueblo, más bien reina la aspiración por el consuelo propio, muchas veces juzgando y condenando aquello que se considera inferior o disímil.  Mientras exista la creencia de que algunos/as no merecen la misericordia de Dios, estará latiendo el deseo de exterminar al que no resulta afín, y será signo de la ausencia del Espíritu Santo.

Simeón es un referente para poder reflexionar nuestro presente.  En primer lugar por esta impronta de esperar el consuelo ‘del pueblo’, y al hablar con María, le dice que el niño será causa de caída y elevación para muchos, signo de contradicción (Lc 2,34), con esto no señala la revolución que tal vez esperaba parte del pueblo, sino que habrán cambios, y esto no se trata de ‘cambiar figuritas’ en los lugares de poder, los cambios reposarán sobre lo que el pueblo considera caído o elevado (tengamos presente que la autoridad o elevación que trae Cristo es dada por el servicio y amor incondicional).  También dice que se manifestarán claramente ‘los pensamientos íntimos de muchos’ (Lc 2,35), ‘pensamientos íntimos’ o ‘deseos inconscientes’.  Tal vez el que se vayan manifestando los deseos inconscientes, sea parte del proceso que lleve a modificar nuestras concepciones sobre lo enaltecido y sobre lo caído.  Esperemos hoy junto a Simeón que Dios ponga de manifiesto los deseos inconscientes de muchos/as que aparentan ser ‘justos y piadosos’ dentro y fuera de la Iglesia, para así crecer en la conciencia de que el Mesías no pretende deshacerse de los que consideramos ‘malos’ incrementando el dolor y quebranto, sino de traer alivio y consuelo para todos/as.  La espera no debe ser con los ‘brazos cruzados’, pero tampoco ellos deben generar penas, molestias o fatigas que Cristo viene a aliviar con Paz, Perdón y Amor.



Pastor Fabián Paré
Eldorado-Misiones
E-Mail: fabianpare@hotmail.com

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