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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

1. Domingo después de Pentecostés, 03.06.2012

Sermón sobre Mateo 28:16-20, por Stella Maris Frizs

 

Evidentemente la Iglesia perfecta nunca existió. Los apóstoles tenían las mismas fallas y flaquezas que nosotros. Nuestro texto dice que los once lo adoraron, aunque algunos dudaban. Sin embargo Jesús no les reprocha su descreimiento o su falta de fe. Se acerca a ellos y les dice: "Dios me ha dado toda autoridad (poder) en el cielo y en la tierra". Toda autoridad, no un poco, no un poder limitado, no una autoridad parcial reservada para algunos. Así su Iglesia no será un círculo cerrado, selecto o anónimo; sino que será en el mundo entero "la Iglesia de Jesucristo". Quizás la existencia de tantas denominaciones sea el resultado de haber olvidado que solo la Iglesia de Jesucristo tiene el poder de vencer las dudas, el miedo, las incertidumbres o los prejuicios...

Por eso debemos orientarnos hacia Cristo, hacia su Palabra. Porque es su Palabra la que nos guía, nos desafía y nos pone en movimiento...Su Palabra tiene poder para liberarnos de aquello que nos esclaviza, para consolar y confortar. Si la cristiandad hubiese tenido en cuenta esta declaración, a cerca de su autoridad y del poder de sus palabras quizás no hubiera habido tantas divisiones, separaciones, luchas de poder, rivalidades. Y aún hoy continúa la división, aunque también la edificación de su Reino.

La miseria de los cristianos comienza cuando dejan de contar con el poder ilimitado, exclusivo de Jesús y miran hacia un costado buscando un lugar mas seguro donde refugiarse o hacia alguna persona más influyente a quien recurrir.

A ese Jesús, al cual los discípulos conocían, al cual habían acompañado y amado y al final abandonaron, a ese Jesús le fue dado todo poder, el poder de dar la vida, el poder de decidir sobre el destino de nuestra existencia. Sin embargo hoy hay otros poderes que parecen dominar, poderes que tornan cada vez más difíciles las relaciones humanas.

Luego viene una orden: "Vayan, bauticen, enseñen". Es por esa orden que existe la iglesia o mejor dicho, esa orden es la razón de ser de la Iglesia. Una orden ilimitada porque Jesús envía a sus mensajeros a todo el mundo a proclamar el Reino de Dios y hacer nuevos discípulos. No es quedándonos cómodamente donde estamos o sujetos a nuestra tradición lo que ayudará al discipulado. Es como si Jesús dijera :"Vayan, no se queden mirando al cielo. Ustedes serán movidos por mi poder, Ustedes irán revestidos de mi autoridad. Pero permanezcan unidos a mi para poder fructificar".

La Iglesia no es apenas una sociedad, un grupo de interesados, sino la Congregación de hombres y mujeres que se saben enviados al mundo con la misión que les fue encomendada por el Señor. La misión de proclamar que Cristo es el Señor a quien le fue dado todo poder en el cielo y en la tierra. Esa es la misión de cada cristiano. Un cristianismo que se conforma con su propia existencia es solo eso: un conformista; es como una luz que no ilumina o como la sal que perdió su vigor.

Es por el acto del bautismo que Jesús nos declara miembros y nos incorpora a su Reino. El ejerce su poder en el mundo a través de su Palabra (enseñar) y del Sacramento (bautizar). Jesús nos dice que mucho antes que nosotros pudiéramos tomar una decisión, Dios ya la tomó por nosotros: y es que mediante Jesús estamos reconciliados con Dios, pudiendo vivir así tranquilos y en paz como hijos amados.

Todos nosotros fuimos y somos bautizados no en virtud de nuestra decisión personal. Sino por la fuerza y la orden del Señor. Luego podemos tomar cualquier actitud con respecto al Bautismo. Podemos olvidarlo, despreciarlo, no darle importancia; o podemos hacer de él el fundamento sobre el cual edificamos nuestra vida. Más no podemos apagar lo que Dios mismo escribió sobre nuestra vida: Yo soy tu Señor y Dios y no quiero faltar en tu vida.

Así que en todos los tiempos, en la alegría y en la tristeza, en la luz y en la oscuridad, podemos estar seguros de que nuestra vida tiene valor y sentido.

No estamos solos, no estamos expuestos a poderes desconocidos, pertenecemos al Reino de aquel al cual le fue dado todo poder en el cielo y en la tierra.

Mucho se habla hoy sobre la tradición de bautizar niños. Es cierto que es un acto litúrgico que debe ser revisado puesto que muchos bautizan por costumbre o lo ven como algo mágico. Debe estar unido al aprendizaje, a la enseñanza, a la vivencia cristiana. Sino es un acto irresponsable. El ser pequeño no es un problema (a un niño tampoco se le pregunta si quiere nacer); lo importante es que vaya creciendo y diga sí a la vida. Lo mismo pasa con el Bautismo: necesita tener condiciones para crecer en un marco de Comunidad para que pueda decir si a Cristo. También puede decir que no; pero jamás podrá decir que Dios no estuvo presente en su vida: "Te llamé por tu nombre, eres mío, yo soy tu Señor, tu salvador, te he adquirido porque eres de gran valor, te aprecio y te amo" (Isaías 43:1-3)

He aquí finalmente la gran promesa: "Estaré con Ustedes todos los días hasta el final" . Esa promesa vale para cada uno de nosotros y para la Iglesia toda. Por eso nada debemos temer. El está presente para conducirnos, guiarnos, orientarnos, sostenerlos y nosotros solamente debemos tener confianza en su Palabra y dejarnos envolver por el Evangelio de amor. Fuimos marcados con el sello del Espíritu, llamados por nuestro nombre, enviados al mundo con una misión y sobretodo se nos ha prometido que nunca estaremos solos. Amén.

 



P. Stella Maris Frizs
Basavilbaso – Entre Ríos
E-Mail: stellafrizs@hotmail.com

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