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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

2 Domingo de Adviento, 09.12.2012

Sermón sobre Lucas 3:1-6, por Rodolfo Roberto Reinich

 

Vivimos en medio de una realidad en la que distintos sectores se encuentran en permanente lucha por el poder, en lo político, en lo económico, en lo social, etc. En esa puja cada uno ofrece planes y hace promesas para sanear desde el poder los errores de otros en el pasado y alcanzar ahora el bienestar del pueblo.

En nuestro texto se habla de dos poderes muy diferentes.

Por un lado el poderoso emperador y de sus representantes, designados desde el centro del poder en Roma, y de las toleradas autoridades religiosas locales.

Por otra parte Lucas habla de un poder que proviene del desierto, la palabra de Dios, mostrando su plan para salvar (sanar) a los humanos y poner en orden su pasado equivocado.

Ese plan de Dios fue preparado durante años.

Primero le fue anunciado al matrimonio sacerdotal de Zacarías y Elizabeth el nacimiento de Juan. A María le fue anunciado el nacimiento de Jesús. Dios permitió que ambos niños crecieran y se convirtieran en hombres, en el anonimato.

Cuando el tiempo estaba maduro, en el momento oportuno, Dios saca a Juan de la soledad del desierto y lo pone en movimiento en evidencia publica, y luego moviliza también a una enorme cantidad de gente.

El evangelista muestra que cuando Dios habla sucede algo. La palabra de Dios tiene consecuencias, provoca efectos, es poder.

El Evangelio de Lucas muestra que esos dos poderes se encuentran enfrentados: Por una parte el que emana desde Roma, brillante e imponente, símbolo de la fuerza del poder humano.

Sin poder nada es posible en este mundo. Pero, el poder humano, utilizado para la propia gloria, muchas veces corre el peligro de ser utilizado en forma arbitraria y abusiva. También esto ya está indicado en nuestro texto, que nos habla de los, príncipes del poder de Roma. (Cf. Vs. 1 y 20). Lucas da pistas de identificación concretas del poder político y religioso vigentes. Esto quiere decir que Dios se encuentra con las personas en tiempos históricos y espacios reales, verificables.

Por otra parte, el poder que viene del desierto - (para nosotros un lugar inhóspito, no querido) Los tiempos desérticos son épocas difíciles, agobiantes en las que se experimenta sequía y necesidades. ¡Es comprensible que uno quiera esquivar estas etapas de la vida!

Sin embargo, es precisamente a partir del "desierto" se pone en marcha un movimiento que tiene un objetivo muy claro: Para que todo el mundo vea la salvación que Dios envía.

¿En nuestra actual situación global tan crítica y confusa en lo político, en lo económico, en lo social, en lo religioso, etc. a quién podemos y queremos apostar en el nuevo año?

¿Al poder, a la fuerza? ¿En la esperanza de que Dios pueda poner en movimiento algo a partir de nuestra situación de dificultades y necesidades?

Como ayuda para reafirmar nuestras propias opciones:

  1. No olvidemos que nuestro texto hace surgir la esperanza del desierto. (Vs. 4-6);

  1. Seguramente también sirva la reflexión sobre 1. Corintios 13,7 de Johnson Gananabaranam, expresada en la siguiente contraposición, (*)

El poder dice: Estoy orgulloso de mi poder.
El amor dice: Estoy contento en la bajeza.

El poder dice: Yo oprimo a mis amigos.
El amor dice: Yo también amo a los enemigos.

El poder dice: Yo obligo a las personas a obedecer.
El amor dice: Yo logro que las personas amen.

El poder dice: Yo destruyo a los malos.
El amor dice: Yo transformo a los malos con bondad.

El poder dice: Yo tomo la espada.
El amor dice: Yo tomo la cruz.

 

Mi Jesús,
Quítame el amor al poder.
Ayúdame a poner en práctica el poder del amor. Amen.

 



Pastor Emerito Rodolfo Roberto Reinich
Río de la Plata (IERP)
E-Mail: rodolforeinich@gmail.com

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