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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

4º Domingo de Adviento, 23.12.2012

Sermón sobre Lucas 1:39-55, por Fabián Paré

Construyendo humildad entre la soberbia

«¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?» Lucas 1, 39-55

Realidades lastimadas por el desenvolvimiento de distintas formas de violencia, pueblos, familias y personas que se ven interpelados/as a reaccionar frente a ellas, y la actitud que se va tomando en cada circunstancia, un gran escenario que cultiva angustias, temores y quebrantos. La actitud desde la que se acciona o reacciona en cada circunstancia, es una cualidad condicionante, dado que puede retroalimentar las formas de violencia o no. La actitud se vuelve el marco en el cual se desplegarán las acciones o reacciones que se puedan tener en las circunstancias en que nos podamos encontrar, y esto es algo tenido en cuenta por Dios para su manifestación, no da lo mismo cualquier actitud, sobre todo cuando está en juego el proyecto de salvación. ¿Qué hizo que Dios ponga su mirada sobre María?, no fue su apellido, ni su edad, ni su belleza corporal, Dios miró su humildad, su pequeñez. Ella lo dice en su cántico cuando exclama: ‘él miró con bondad la pequeñez (humildad) de su servidora.' (Lc 1,48); esta mirada bondadosa de Dios se dirige a los corazones humildes, desde los cuales se enmarca las posibles acciones y reacciones hacia el entorno, el proyecto de salvación será vehiculizado por la humildad y su marco de acción.

Isabel, ante la visita de María, pone de manifiesto esta actitud de humildad cuando le dice: ‘quién soy yo, para...' (Lc 1,43), aspirar de corazón ubicarse en un lugar de respeto y consideración para con alguien, es una actitud saludable que posibilita el desarrollo de la acción salvífica de Dios. Mientras que aquellas actitudes que son motivadas por la aspiración de ubicase en un lugar de superioridad ante otro/a, se vuelven en obstáculo de la Paz, salud, libertad y justicia que viene de Dios. En su cántico María también exclama: ‘...dispersó a los soberbios de corazón.' (Lc 1,51), esto señala que la soberbia es algo que obstaculiza el propósito de salvación que Dios pone en marcha en medio de nuestras realidades, pero también nos señala que aquellas personas de corazón soberbio serán dispersas. Por eso la dispersión se vuelve un signo de que aquello que motivaba los corazones de las personas que perdieron la capacidad de respetar y considerar con honor a otros, la dispersión es un claro signo de la soberbia.

La actualidad de nuestro mundo también se presenta con violencias que lastiman las realidades en las que convivimos, y también se ponen en juego nuestras actitudes como condicionantes de las acciones o reacciones que podamos realizar. Y esto es importante tenerlo en cuenta a la hora de pensar en la navidad, en Dios y su accionar en este mundo, particularmente lo que celebramos en la noche buena. Pensemos el lugar que pretendemos tener para con otros/as, y el lugar que otros/as pretenden tener para con nosotros/as, y reflexionemos qué cosas se logran desde esos lugares; ¿nos sentimos reunidos o dispersos? Si nos sentimos reunidos, compartiremos ese sentimiento que experimentaron María e Isabel; si nos sentimos y estamos dispersos pensemos que se pone de manifiesto en nosotros/as los signos de soberbia que pudieron manejar nuestro accionar. Muchas veces aquellos/as que se consideran humildes, al accionar o reaccionar no pueden despojarse de la motivación a ubicarse en un lugar de superioridad en relación a otros/as, y por más que quieran mostrarse ‘piadosos' ante la sociedad, no pueden evitar los signos de dispersión que provocan, dejando en evidencia que su labor no necesariamente se suma o corresponde al propósito de salvación que trae Dios.

María e Isabel sintieron la alegría de re-unirse, alegría que surge de la humildad y sencillez de corazón. El tiempo de Navidad nos propone recuperar o construir respeto y consideración del honor de los demás, dando lugar a la humildad y sencillez de corazón, poniendo en conciencia la soberbia que nos dispersa, visualizando aquellos momentos en que fuimos parte de la violencia que dañó nuestra vida y/o la de las personas que nos rodean. Que las mesas donde nos re-encontremos en la celebración de la noche buena, pongamos una actitud humilde y así permitirnos recuperar o construir ese lugar donde la acción salvífica de Dios se desarrolla, y que nos brinda la fuerza suficiente para arrepentirnos de las violencias de las que formamos parte, dándonos así la oportunidad de ‘convertir-nos' de aquellos lugares que construimos en ausencia de Dios.



pastor luterano Fabián Paré
Eldorado, Misiones, Argentina
E-Mail: fabianpare@gmail.com.ar

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