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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

2º Domingo de Cuaresma, 24.02.2013

Sermón sobre Lucas :, por Salvador Arce Guerra

CUARESMA

Comienza el miércoles de ceniza y se extiende hasta el Sábado Santo, vísperas de Pascua de Resurrección. Toma su nombre en el siglo IV de la historia de la Iglesia. Los anglicanos, en común con los católicos y protestantes, celebramos la fiesta de modo similar, cuarenta días sin contar los domingos, dedicados a recordar la resurrección, Pascua Semanal; los ortodoxos la denominan “La Gran Cuaresma”, que inician el lunes anterior, incluyendo los domingos. “Cuarenta días de retiro para purificarnos”, según San León Magno, un tiempo para buscar la soledad con Dios en la conversión, mirar la vida desde otro ángulo, del griego methanoia, cambio de vida, transformación, dejar que su compasión nos alcance, y acercarnos más a quienes nos necesitan confiando en la misericordia del Padre, que nunca falta para el creyente.

Sentido e importancia de la cuaresma

Este es un tiempo propicio para hacer un alto en el camino, dejar de andar a la ligera por la vida y evitar estreses que nos dañan. Abrir el oído y comprehender, acoger, como esponjas, escuchar  la voz de Dios al corazón, a solas con él, una oportunidad para reflexionar y meditar, para retornar a nuestra esencia, retornar a Dios en nuestro interior, y retornar a la experiencia del amor en la humildad. Podemos también acallar la mente, de donde provienen los miedos, las dudas, la desconfianza, los ruidos que nos dispersan y no nos dejan vivir, sino que nos desbocan a tragar tiempo y no detenernos a disfrutar el no hacer nada, al menos unos minutos, sin pensar ni luchar con los pensamientos, asumirlos y dejarlos ir, abrirnos a acoger la palabra de Dios, saborearla y alimentarnos de ella. En la literatura monástica y mística oriental, conocida como sabiduría del desierto, los monjes decían: “fulle, kalla, kíeske” (huye del ruido del mundo, calla para escuchar la voz de Dios y descansa en él), estar en la presencia y memoria de Dios, la libertad a la que Jesús nos invita para volver a unificarnos en Él y podernos comunicar mejor con los demás. La mística escritora del renacimiento español, Santa Teresa de Jesús llamaba a la mente “la loca de la casa”, por las experiencias solo racionales y subjetivas que nos aguza y nos aleja de la libertad, una invitación a volver a la oración corazón, “Jesús Hijo de David, ten compasión de mí” (oración del ciego Bartimeo), humildad y unión de amor con Jesús. Teresa de Jesús, acerca de la oración también invita a “amistad, a solas con quien sabemos nos ama". El apóstol Pablo habla de estar “escondidos con Cristo en Dios”, Col 3: 2, 3. Profundizando en las escrituras, la cuaresma hunde sus raíces en los cuarenta días y noches que pasó Moisés en el desierto del Sinaí, sometido a pruebas, sin comer pan ni beber agua (Ex 9, 9-11). Desde el NT, los cuarenta días y noches que pasó Jesús en el desierto, Mt 4, 1; Mc 1, 12-13; Lc 4,1. Soledad consigo mismo. Textos que nos recuerdan cuando nos encontramos solos, sin nadie que nos acompañe, soledad de oración que nos prepara al encuentro con los demás en Dios. Una soledad voluntaria y recomendable, por la que descubrimos nuestros “monstruos”, las lagunas o vacíos interiores, a llenar o asumir, las inmadureces que nos ponen en conflicto con el “ego”, con nuestros miedos, soberbias, o desconfianzas en las personas, y es el espíritu del mal, el demonio o la ausencia de Dios, la que nos puede llevar a juzgar lo que no comprendemos; nos envuelve en la confusión y nos descentra enfrentándonos al entorno que nos rodea a través de la desconfianza. Pues podemos y debemos aceptarnos y amarnos como somos, aprender a estar solos con nosotros mismos para crecer como personas, no evasiva y egoístamente, sino desde la libertad. Entrando en la experiencia de la oración. En cuanto al ayudo y abstinencia de comer carne, en vez de dejar de comer, aunque sería recomendable tomarlo como purificación de nuestro cuerpo, de nuestra salud, buscar la conversión del corazón y acercarnos solidariamente al necesitado, y “dar hasta que duela”, como decía la Madre Teresa de Calcuta.

La cuaresma es además un tiempo en el que la naturaleza se renueva. Y una oportunidad para acallar también los ruidos externos, quizás ver menos programas de televisión que no nos aporten valores humanos, menos internet si no nos es necesario, menos apegos a lo que realmente no tiene importancia y liberarnos de todo lo que nos impide estar en silencio por miedo a escuchar la voz de la consciencia que no conocemos. Morir a nosotros mismos y dejar que la ternura de Dios nos transforme, quien por gracia y misericordia nos ha liberado, dando su vida por todos nosotros. Es lindo cuando una persona se reconoce dependiente de Dios, quien nunca falta para quien cree, quien no se olvida de ningún ser del universo; nos ennoblece cuando, siendo humildes, nos reconocernos necesitados de su amor.

La cuaresma es un tiempo para volver al corazón y asumir nuestra mismidad, volver a la verdad, a la humildad ante la grandeza de Dios que nos llama al amor, el cual derrama en nuestro corazón, invitándonos a convertirnos en pan compartido para con el hambriento. Es una oportunidad para acoger la gracia de Dios, escuchar su palabra a solas con Él, quien nos hablará cuando menos lo pensemos. San Juan de la Cruz, otro poeta místico del renacimiento español, decía que “oras cuando no sabes que oras” (Subida del Monte Carmelo). Pero es un camino difícil en tanto en cuanto nos encontramos frágiles y sujetos a pruebas que nos pueden sorprender en la vida. Un escritor anglicano, el teólogo inglés, C. S. Lewis, habla sobre las tentaciones humanas así: “Lo que Satanás puso en las cabezas de nuestros antepasados remotos era la idea de que podían ser ‘como dioses’ – actuar como si hubieran sido creado a sí mismos – ser sus propios dueños – inventar un tipo de felicidad por sí mismos fuera de Dios, aparte de Dios. Y de esa tentativa desesperada ha salido casi todo lo que llamamos la historia humana – dinero, pobreza, ambición, prostitución, clases sociales, imperios, esclavitud – la larga y terrible historia del hombre tratando de encontrar algo otro que Dios que lo hará feliz.”

Jesús vino para poner las cosas en su lugar correcto. Solo él podía hacerlo. ¿Por qué? A causa de su relación con el Padre. Él existía antes del comienzo del mundo en la unión de Padre e Hijo. De esa energía, el mundo fue creado. Pero Satanás y nuestros primeros padres se apartaron de esa armonía. Como Lewis observó, siempre buscamos algún tipo de felicidad por nuestra propia cuenta. Si solamente pudiéramos encontrar una cierta persona o trabajo o vacaciones o programa de salud... En una forma muy directa, Lewis explica por qué tal búsqueda desesperada al final nos deja vació:

“La razón porque no puede dar resultado es que Dios nos hizo, nos inventó como un hombre inventa una máquina. El carro fue hecho para andar con gasolina, y no anda correctamente con otra cosa. Dios designó la maquina humana para andar con Él mismo. Él mismo es el combustible que nuestros espíritus fueron designados a quemar, o la comida que nuestros espíritus fueron designados a comer. No hay otro. Eso es porque es inútil pedir a Dios que nos haga felices a nuestro propio modo sin preocuparnos de la fe. Dios no puede darnos felicidad y paz aparte de Él Mismo, porque no está allí. No hay tal cosa.”

La felicidad auténtica e imperecedera nos la puede dar la intimidad y apertura total a Dios, de quien proviene toda esperanza y plenitud. San Agustín decía que “Dios que te hizo sin ti no puede hacer nada sin ti”.

Que en su gracia nos dejemos inundar y sumergir y que luego sepamos compartir con toda la alegría y la justicia, devolviendo esperanza y consuelo a quien la ha perdido. El amor es la respuesta.

Amén



Salvador Arce Guerra
El Escorial, Madrid
E-Mail: salvadorarceguerra@gmail.com

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