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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

4º Domingo de Cuaresma, 10.03.2013

Sermón sobre Lucas 15:11-32 15:11-32, por Stella Maris Frizs

 

 

Conocemos esta parábola como la "Parábola del Hijo pródigo". Sin embargo sería mas apropiado titularla la "Parábola del Padre bondadoso". Porque es el amor compasivo de este padre lo que transforma esta historia en Evangelio. Sin el amor del padre, no pasaría de ser una historia más, la historia de un joven libertino, irresponsable, cuyos sueños se ven rápidamente frustrados.

Sin lugar a dudas hemos escuchado esta historia muchas veces. Es un texto bíblico por demás conocido. Parecería que ya no hay nada nuevo para decir, pero el Evangelio es siempre novedad y siempre hay algo nuevo por descubrir.

Podríamos decir que esta pequeña historia es el Evangelio mismo concentrado en una página. Es Buena Noticia. Es la historia de un Dios compasivo para con el ser humano pecador. Es la historia de la salvación.

 

Observemos en principio algunos puntos que se desprenden de una lectura del texto.

Lo que primero llama la atención es la actitud extraña del Padre. Cuando el hijo menor le pide la parte de la herencia que le corresponde (aunque solo puede venderla después que el padre muera), no se la niega. Se la da sin cuestionar, sin advertir sobre posibles peligros, sin impedirle que se vaya. Le da libertad y de alguna manera le permite que toque fondo, que experimente por si mismo lo que significa querer satisfacer sus caprichos.

¿Por qué lo permite? ¿Por qué no lo detiene? ¿Por qué no lo obliga a reconocer que en ningún lugar estará mejor que en su propia casa?

Simplemente porque ya estaba perdido antes de irse, de lo contrario no hubiese actuado así, causando dolor al padre y yendo contra la misma ley (Ver derechos del hijo mayor Dt. 21:17)

Pero el padre nunca lo dejó de amar. Se habrá sentido triste, dolido, decepcionado, pero su amor seguía intacto.

Casi incomprensible para mentes estrechas y pre juiciosas como las nuestras. Diríamos rápidamente (como el hijo mayor) : No es justo! No es merecedor!

 

Veamos luego la actitud del hijo perdido. Cuando toca fondo, es decir, cuando pierde todo y se queda con las manos vacías (y también su corazón), no reconoce su error. Simplemente reflexiona (pero es un buen comienzo para la conversión) que cualquier jornalero en casa de su padre estará mejor que él, y pretende que al volver, (porque sabe que perdió sus derechos) su padre lo reciba -aunque más no sea- como un criado.

Todavía no había comprendido cuánto amor tenía su padre!

De cualquier manera, lo importante es que tomó la decisión de regresar. Si hubiera prevalecido el orgullo ¡Cuánto hubiera perdido!

Cuánto pierden muchos miembros de nuestras comunidades por haberse alejado (por enojos, diferencias, enfrentamientos, etc) y luego no tienen el coraje de volver.

 

Y cuando el padre lo ve volver (de lejos y en total contradicción con la dignidad de un rico oriental) corre hacia él. No hay acusaciones, ni reproches, ni reprimendas. Su corazón está lleno de ternura y compasión. Lo abraza, lo besa, y es recién ahí cuando el hijo comprende cuánto amor es capaz de prodigar un padre por su hijo descarriado.

 

El hijo se hubiera podido callar. Para qué humillarse si el padre ya lo había aceptado?

Sin embargo quiere confesar todo, necesita expresar aquello que en tan infeliz y desgraciado lo había convertido. Sólo que el padre no lo deja terminar, lo interrumpe y manda a su criado a traer la mejor ropa, nuevo calzado y hasta un anillo..

No habrá exagerado el padre? Comida, fiesta, música, baile.....

No hubiera sido mejor esperar un tiempo para que recapacite o mostrar al menos que lo hecho por su hijo mas chico no era algo tan insignificante? Que se había equivocado y grande.?

 

Claro, eso fue precisamente lo que pensó el hijo mayor, quien se negó a entrar en la casa.

Indignado y molesto con un padre injusto (y hasta ridículo) descarga toda su artillería acusándolo de que a él, que había sido tan fiel, tan leal, tan obediente, nunca le dio un triste cabrito para festejar con sus amigos....

También acusa al hijo menor, a quien ni siquiera reconoce como hermano, de haber estado con prostitutas, algo que tal vez en el fondo el mismo hubiese deseado.

Es evidente que el hijo mayor también era un caso perdido. Lleno de bronca, de celos, amargado, resentido, incapaz de alegrarse cuando alguno se arrepiente.

 

Otra vez vemos la actitud amorosa del padre, que sale a su encuentro y lo invita a entrar, le hace ver que necesario alegrarse porque su hermano estaba perdido y fue encontrado. Así el narrador da a entender a sus oyentes que Dios se interesa también por os obstinados. Y también a ellos les brinda la oportunidad de un cambio.

Esto es Evangelio. Es Buena Noticia. Esto es motivo de alegría.

 

El final queda abierto. No sabemos si finalmente el hijo mayor cambió de parecer. Probablemente siguió con su postura inflexible (mérito-salario) ya que no tiene la alegría ni la misericordia del padre. Corazón demasiado duro para comprender y amar.

Lo que sí podemos decir es que aún hoy Dios sale al encuentro del pecador porque no quiere que nadie se pierda. Y da a entender (a fariseos y maestros de la ley) que no deberían cerrarse (tampoco nosotros) a la llamada del perdón.

Es por eso, porque Dios quiere nuestra salvación, que podemos entrar a la fiesta y celebrar.

Amén.

 



P. Stella Maris Frizs
Entre Ríos – Argentina
E-Mail: stellafrizs@hotmail.com

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