Göttinger Predigten

Choose your language:
deutsch English español
português dansk

Startseite

Aktuelle Predigten

Archiv

Besondere Gelegenheiten

Suche

Links

Konzeption

Unsere Autoren weltweit

Kontakt
ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

12º Domingo después de Pentecostés, 19.08.2007

Sermón sobre Lucas 12:32-40, por Cristina Inogés

Hermanos: ¡Que el Señor ilumine su rostro sobre nosotros!

Por encima de todas las advertencias sobre el peligro que acarrea la acumulación de riquezas y su mal uso, el evangelista coloca una frase, más al inicio que l final, que deja muy clara la realidad de nuestra vida: Porque donde esté nuestro tesoro, allí estará también nuestro corazón.

Y se trata de averiguar qué clase de corazón tenemos y dónde lo colocamos. No se trata de tenerlo con la riqueza o contra la riqueza; se trata más bien de de lo que somos capaces de considerar un tesoro.

Cada uno por las circunstancias de nuestra vida, tendremos una idea de tesoro diferente: para unos será el trabajo, para otros el prestigio social, para otros la familia, para otros el éxito en cualquier actividad. Hay para todos los gustos, pero estoy segura que hay un tesoro que nadie quiere soltar, que todos queremos aprehender con fuerza y dejarnos coger por él. Y por supuesto, nuestro corazón está ahí. Se trata del tesoro del amor.

Si para Dios el tesoro es el hombre y en él ha volcado y está centrado su corazón, para nosotros también el hombre ha de ser el tesoro sobre el que nos tenemos que volcar, al que debemos buscar, al que debemos cuidar y al que debemos amar y servir. Y hacerlo como lo hizo Jesús, con un amor gratuito y desbordante.

Pero no se trata de un amor cualquiera, sino del amor que Jesús nos recuerda en otro pasaje del evangelio "ama a tu prójimo como a ti mismo" y aún más, vamos a centrarnos en el "como a ti mismo". ¿Egoísmo? En absoluto. Si no nos amamos a nosotros mismos, será imposible amar al prójimo. Y ¿cuál es el primer paso para amarnos?

El primer paso es amar a alguien concreto, a alguien con nombre y apellidos, con una imagen que cuando cerremos los ojos la dibujemos en nuestra mente, a alguien que sientas junto a ti pese a la distancia en un momento dado, a alguien cuya voz resuene en tu interior pese a estar solos.

Alguien puede pensar que aquí, evidentemente, estará nuestro corazón, pero... ¿nuestro tesoro? ¡Pues, sí! El más grande tesoro que alguien puede tener y poseer, por la sencilla razón de que el amor es oblativo. El amor da y recibe y en esa realidad del amor que se vive "a dos" se va aprendiendo a abrirse a los demás, porque Dios nos enseña que un amor que se cierra "a dos", se ahoga, se muere.

Amarnos es como tirar una pequeña piedra a un lago y empezar a ver círculos concéntricos. Cuanto más profundo es el lago más se extienden los círculos; cuanto más profundo es nuestro amor por alguien, más confianza hay y más nos abrimos a los demás con la plena satisfacción de que estamos dando, lo mucho que recibimos.

No es mal sitio el tesoro del amor para colocar nuestro corazón en él, ¿verdad? A partir de aquí, amar al prójimo será más fácil porque sabremos como nos gusta amarnos a nosotros mismos y que nos amen.

Experimentemos el amor de Dios a través de la persona a la que nos entregamos en fidelidad y estemos siempre preparados y dispuestos, pues el Señor está llamando a nuestra puerta; y la manera de estar preparados y dispuestos no es tanto el preocuparnos de que nuestro corazón y nuestras manos estén limpias, sino que estén llenas de amor. El se encarga de limpiar nuestra suciedad, pero hemos de ser nosotros los que nos llenemos de Amor y de amor. ¿Hay acaso algún tesoro mejor, en el que poner el corazón?



Cristina Inogés
Zaragoza, España
E-Mail: crisinog@telefonica.net

Zusätzliche Medien:
070819-2-e.jpg


(zurück zum Seitenanfang)