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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

Domingo de Ascensión, 12.05.2013

Sermón sobre Lucas 24:44-53, por Felipe Lobo Arranz


 


"...Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciera y resucitara de los muertos al tercer día; 47 y que se predicara en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. 48 Vosotros sois testigos de estas cosas. 49 Ciertamente, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén hasta que seáis investidos de poder desde lo alto 50 Después los sacó fuera hasta Betania y, alzando sus manos, los bendijo. 51 Aconteció que, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado arriba al cielo. 52 Ellos, después de haberlo adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo; 53 y estaban siempre en el Templo, alabando y bendiciendo a Dios. Amén."

"Testigos bajo presión"

Queridos hermanos/as, amigos/as,

Antes de nada quiero felicitar a todas las madres y abuelas en este especial Día de la Madre: ¡Feliz día a todas! ¡Sois un precioso tesoro!

Pues bien. Todos podemos imaginarnos la escena de la ascensión del Señor, como si fuera (y no quiero ser irreverente en la expresión) un final digno de Hollywood. Todos los ojos están puestos en Jesús siendo ascendido y visto a la diestra de Dios Padre, de donde esperamos que venga en su segunda venida. ¿Cómo fue el evento? Los que no pudimos estar en el lugar no podemos más que imaginarnoslo.

Un grupo de en torno a 500 personas son testigos de primer orden de este hecho. Jesús se va, los discípulos se quedan solos, pero llenos de Dios y de su esperanza. No tuvieron que ejercer fe, porque lo vieron, lo palparon, lo experimentaron en su resurrección y sintieron el amor de Jesús de manera palpable. Teología era: Estar viviendo esa realidad con Cristo. Fe, esperanza y amor eran una.

La teología no puede sino constatar con las Escrituras la gran realidad de este suceso bíblico, sin poder demostrar nada de bueno o de malo. Hoy, solo la fe puede hacernos ver su ascensión, guardando en el fondo del corazón nuestra pregunta, para cuando podamos verle a Él mismo: ¿Cómo pudo haber sido?

Leamos el salmo:

"¡Pueblos todos, batid las manos! ¡Aclamad a Dios con voz de júbilo! Porque el Señor, el Altísimo, es temible, rey grande sobre toda la tierra. Él someterá a los pueblos debajo de nosotros y a las naciones debajo de nuestros pies. Él nos elegirá nuestras heredades, la hermosura de Jacob, a quien amó."

Salmos 47. 1-4

La idea de la exaltación del Mesías corre por las venas del texto y lo que pone de manifiesto en él es precisamente la idea de la "exaltación" que pretende poner las cosas, en justicia, en el lugar adecuado: "poner todas las cosas debajo de sus pies" y también de los "nuestros". El texto se hace eco de la realidad que la Iglesia va a vivir, después de esta ascensión del Señor.

Por un lado Jesús deja claro ante los hombres que Él ha ganado la batalla al mal de este mundo, por tanto, siendo Rey junto a Dios Padre, recupera su rol de Hijo de Dios eterno y recibe igual gloria que el Padre. Su muerte y su resurrección evidencian que el plan de Dios se ha cerrado exitosamente a la espera de una segunda venida poderosa y omnipresente en algún momento de nuestra historia universal.

Por otro lado, la victoria de Cristo pone de manifiesto nuestra misma victoria ante ese mismo mal y Jesús parece estar adelantándose a la vindicación por el sacrificio, la persecución, el martirio, las incomodidades y sufrimientos de la Iglesia, que sufrió, sufre y sufrirá. Parece decirnos que aunque no somos del agrado de este mundo, tenemos el beneplácito de Dios y nos ha hecho justicia previa en ese acto de claro gobierno del universo. A Dios no le va a pasar nada por alto en el daño que ejerzan contra su pueblo y advierte que será juzgado implacablemente. Lo pondrá todo debajo de nuestros pies, como de los suyos.

Dios premiará a sus hijos fieles a Cristo y a su testimonio de Él y nos elegirá nuestras heredades, nuestra morada eterna con Él. Nuestro reinado con Él.

Tras su partida, la Iglesia siente la soledad de su presencia y una gran presión contra ellos.

La orden de Jesús es, precisamente, la voluntad de que como testigos de su obra redentora y divulgadores de los hechos que acaecieron en su tiempo entre ellos, no huyan, sino que permanezcan en Jerusalén y de allí a todos los lugares de la tierra.

¿Qué tiene esta petición de especial? Nos preguntaremos todos nosotros. La verdad es que hay que tener en cuenta, que en Jerusalén, asesinan al Salvador, su nombre y reputación es perseguida y pisoteada. Que se está persiguiendo a los que hablan y predican en el nombre de Jesús. Que la pena es, o puede ser la muerte física o civil de los discípulos. Que no pueden tener confianza con nadie que pueda delatarlos. Que los judíos ortodoxos están enfervorecidos por el agravio sufrido por la predicación de Jesús y su ideal de defensa de la patria y su nacionalismo. Que lo único que les queda a los discípulos del Señor, nuestros hermanos y hermanas en Cristo, es la huida fuera de Jerusalén y de Palestina o el esconderse de los perseguidores, sin apenas exponerse: sin testificar.

El precio no es la vergüenza, sino la muerte. Están siendo presionados desde abajo por la ciudad y sus gobernantes y por encima de sus cabezas por la petición del Todopoderoso Jesús, que les encomienda que resistan y perseveren en Jerusalén, porque tienen que dar testimonio, pero no de cualquier manera, sino con el poder del Espíritu Santo, que les había sido prometido para poder continuar con la misión y que esta sea exitosa, con la ayuda y siendo instrumentos en las manos de Dios.

El texto de la epístola de S. Pablo a los Efesios nos está recordando:

"Esta fuerza operó en Cristo, resucitándolo de los muertos y sentándolo a su derecha en los lugares celestiales, 21 sobre todo principado y autoridad, poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero. 22 Y sometió todas las cosas debajo de sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, 23 la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo." Efesios 1. 20- 23

Perseverar implica una gran presión como testigos de todas estas evidentes cosas que han visto, oído y experimentado. No pueden negar la verdad, pero ¿quién va a decir la verdad, si decirla les pone seriamente en peligro? No están locos, ni son unos grandes valientes, pero logran superar su miedo y su impotencia. Dios se atreve a pedirles con su Ascensión, que sean valientes, que esperen pacientemente el momento en el que Dios, el Espíritu, sea manifestado y les capaciten para la misión encomendada. No serán ellos los que actúan, sino Dios antes que ellos y por medio de ellos, como colaboradores divinos.

Dios nos hace ver que en el final de la historia, todo será puesto debajo de nuestros pies.

Dios se puede atrever a pedir a su Iglesia hoy, en oriente u occidente, en el norte o en el sur de este mundo, exactamente lo mismo, desde su obra redentora completada en la tierra y en base a a la confianza que este adelanto profético de hacerse justicia a los discípulos agraviados, se hace palpable en fe por su ascensión. La capacidad de la Iglesia de hoy es la misma que la primitiva: El poder de su Espíritu en nosotros, resistiendo la presión de estar presentes a este mundo y ausentes al Señor, todavía.

Jesús nos mira y pide que resistamos y seamos testigos suyos en nuestro mundo contemporáneo, aunque suframos presión.

A veces sentimos que Jesucristo se ha separado de nosotros, que las cosas no son iguales que antes. La iglesia occidental esta en serio declive en favor del ateísmo, la incredulidad, y otras religiones del libro o paganas, no tenemos fuerzas, ni ganas, ni vislumbramos en el corazón un futuro para la Iglesia. Pero Jesús es el mismo hoy, ayer y por siglos. Nos pide lo mismo, pero nos capacita para dar testimonio. Él se fue, pero vendrá, se fue como se van los grandes profetas y patriarcas de la historia de Israel, como Enoc, Moisés, Elías... arrebatados al cielo.

Nos pide que no huyamos, que comencemos a trabajar desde nuestra particular Jerusalén y siempre en dependencia de la obra de su Espíritu y quiere que pidamos la plenitud de este en nosotros. Aunque tengamos presión social, familiar, personal, profesional o de conciencia. Hemos de vencer nuestro hedonismo y confort para ser testigos de "todas estas cosas".

Hoy sabemos que no puede haber diamantes en el subsuelo, si no ha habido previamente un material tan sencillo como el carbono, sometido a inmensas presiones, sobre sí. La alegría de encontrase, si quiera, un poco de este material, que es el deseo de todos los hombres y mujeres del mundo por la riqueza que conlleva y su singularidad y valor económico y la posición social que da a quien los posee, es tan inmensa como la presión que la da a luz.

La iglesia, diamante de Cristo, es igual. Un material sencillo, puesto bajo presión en la comunicación del mensaje de Dios, pueden hacer de nosotros los seres más deseados, afortunados y solicitados del mundo, pero no sin dificultades previas y sin comienzos duros. Este es nuestro mundo y nuestra realidad.

Jesús nos anima en nuestro camino discipular, porque sabe que el fruto de ser testigos fieles suyos trae consigo adoración, gozo, alabanza y bendición, perseverando en Él, como leemos ahora.

"... Ellos, después de haberlo adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo; 53 y estaban siempre en el Templo, alabando y bendiciendo a Dios. Amén."

Sí, amén. Todas las cosas han sido puestas por estrado de sus y nuestros pies.

 



Pr. Felipe Lobo Arranz
Bilbao - Spain
E-Mail: loboarranz@gmail.com

Bemerkung:
Iglesia Evangélica Española Bilbao - Spain


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