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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

8. Domingo después de Pentecostés, 14.07.2013

Sermón sobre Lucas 10:25-37, por Stella Maris Frizs

 

 

Es en verdad desacostumbrado que un Maestro de la Ley (Doctor en Teología) le pregunte a Jesús a cerca del camino que conduce a la Vida Eterna. Pero el hombre está realmente impresionado por la predicación de Jesús sobre el Reino y desearía tener una información mas precisa para saber qué tiene que hacer para alcanzar esa Vida.

Jesús hace que sea él mismo quien responda a su pregunta y éste apunta correctamente a los dos mandamientos del Antiguo Testamento: "Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente y a tu prójimo como a ti mismo"

Jesús le confirma la exactitud de su respuesta y añade: "Haz esto y vivirás"

Es claro que el doctor de la Ley siente que Jesús lo pone en evidencia al mostrarle esa exigencia que le suena como si le hubiera dicho: "Es cierto que conoces el mandamiento, pero en la práctica no te atienes a él".

Por eso pretende justificarse con otra pregunta. Desea saber quién es su prójimo. Era una cuestión discutida entre los Doctores de la Ley. ¿Se aludía únicamente a los ciudadanos (compatriotas) de Israel? ¿O también se incluía a paganos y herejes?. La pregunta del Doctor tiene el siguiente sentido: "¿Hasta dónde se extiende la obligación del amor al prójimo? ¿A quién? Tal vez Jesús le pueda ayudar a confeccionar una lista de nombres .

Para responder a la pregunta, Jesús propone una parábola, posiblemente tomada de la vida real.

El descenso de Jerusalén a Jericó atraviesa un desierto de 30 Km, con un terreno que ofrecía escondrijos favorables a salteadores y ladrones. Era un camino famoso por asaltos y robos, de allí que sea llamado camino sangriento.

El viajero de la parábola es víctima de uno de esos asaltos. De ese viajero podemos decir que se trataba de una persona descuidada e imprudente. La gente rara vez trataba de viajar sola, sobre todo si llevaba objetos de valor.

Seguramente este hombre trató de defenderse, pero los ladrones lo golpearon, lo hirieron y lo dejaron abandonado, medio muerto.

Un sacerdote pasó por allí, pero se apresuró. Sin duda pensó que estaba muerto y a un sacerdote le estaba prohibido por la ley tocar un muerto. (Lo hacía impuro por siete días).

Era un hombre que sostenía los valores ceremoniales por encima de la caridad. Para él, el templo y su liturgia significaban más que el dolor del prójimo.

También un levita pasa por allí. Este parece haberse acercado, pero los bandidos solían usar trampas. Uno de ellos se hacía el herido y cuando algún viajero de buena fe se detenía, lo atacaban. Para el levita lo primero era la seguridad. No se arriesga.

Jesús elige dos ejemplos extremos: los servidores de Dios le fallan; el odiado samaritano cumple.

Esta tercera persona que pasa no era judío, sino samaritano, considerado hereje por los judíos porque quebrantaba la ley. Y precisamente un representante de ese pueblo es presentado por Jesús como ejemplo de verdadero amor al prójimo. Hace por el judío todo lo que puede hacer: limpia y venda sus heridas; lo lleva en su asno a un albergue; da dinero al dueño de la posada para que lo cuide y está dispuesto a abonar todos los gastos adicionales que se originen. Sin conocer el concepto de amor al prójimo, obra tal como Jesús esperaba de sus discípulos. Y espera de nosotros.

Puede que no fuera teológicamente perfecto, pero era honrado. Puede que fuera hereje, pero el amor estaba presente.

Al final hay un planteamiento de pregunta interesante. El escriba le pregunta a Jesús por el objeto del amor: 2¿Quién es mi prójimo al que yo debo amar?" Jesús en cambio pregunta por el sujeto del amor: "¿Cuál de estos tres se hizo prójimo del que cayó en manos de los bandidos?"

El escriba pregunta por los límites de su obligación de amar. Jesús dice que cuando se hace nuestra la necesidad del otro, entonces reconocemos que para el mandamiento del amor no hay límites.

 

La pregunta del legista (maestro de la ley) al principio es importante, por supuesto. Lo que dice el maestro de la ley es correcto y bíblico. Sin embargo el texto dice que quería ponerlo a prueba a Jesús (es algo diabólico). El legista conoce la Biblia. Por eso Jesús no le pregunta qué está escrito en la Ley, sino ¿Cómo lees?. ¿Cómo la entiendes? ¿Cómo la aplicas? Podemos hablar de la ley como un camino y preguntarnos si el legista conoce solamente la ley o si va por el camino de la ley.

"Haz esto y vivirás". Jesús no dice que el cumplimiento de la ley alcanza para conseguir la vida eterna, pero sí dice que un buen conocimiento bíblico sin un compromiso concreto, no sirve para nada. "Si hablo la lengua de los hombres y aún de los ángeles, pero no tengo amor, no soy mas que un metal que resuena o un platillo discordante..."(I Cor. 13)

El legista quiere justificarse. Quiere mostrar que la cuestión no es tan simple. ¿Quién es mi prójimo? ¿Solo los compatriotas?

¿Cuál es el límite del amor? ¿Dónde termina mi responsabilidad por la otra gente? ¿A quién tengo que amar y a quién no?

El cuento de Jesús se presenta como una respuesta a la pregunta y es posible que el cuento haga referencia a la propia situación del legista.

El viene de Jerusalén (centro de la religión judía); conoce la fe, sabe interpretar la Biblia, pero ahora se encuentra en un camino equivocado.

Va bajando de Jerusalén, va tomando distancia de su propia fe. Su camino equivocado lo lleva lejos de Jerusalén y casi lo hace perder la vida. Se encuentra en un callejón sin salida.

El sacerdote y el levita podían tener una excusa teóricamente válida, pero es un argumento formal que no reconoce el objetivo de la ley: el amor.

El sacerdote y el levita tienen el mismo concepto que el doctor de la ley: no todo el mundo puede ser mi prójimo, no importa en qué situación se encuentre.

¡Cómo fracasan así los profesionales de la fe! Recién vienen de Jerusalén y ahora tienen la oportunidad de poner en práctica su aprendizaje, pero están bloqueados, cegados, llenos de prejuicios.

Pero un samaritano que iba en el camino correcto tiene compasión y la compasión no pregunta por lo límites del amor, sino cuál es la necesidad del otro.

Para el legista y sus colegas el amor es un concepto. Para el samaritano es un camino. Es acción: se detuvo, curó, cargó, llevó, cuidó, dio dinero..

 

"¿Cuál de esos tres te parece que fue el prójimo del hombre asaltado por los bandidos?" ¿Quién es el prójimo?

Por eso cuando no nos detenemos en el camino para auxiliar a nuestro semejante, nos estamos olvidando de aquel que amó sin límites..

 

Nuestro prójimo no es un objeto, es un desafío en nuestro camino para que pongamos en práctica la misericordia. El amor del samaritano no es solo un sentimiento; es un amor práctico y activo, que no conoce barreras ni fronteras. Así debe ser nuestro amor...

El legista se niega a decir samaritano porque lo odia; sin embargo su definición de prójimo es correcta: "Prójimo es el que practica misericordia con la persona necesitada que encuentra en su camino"...

Jesús le vuelve a decir: "Vete y haz lo mismo". Con esas palabras Jesús le (nos) muestra un camino diferente: "Vete, existe otro camino distinto del tuyo, el camino del amor. Y ese seguramente te llevará a la vida eterna".

Quiera Dios ayudarnos para que siempre procedamos como el Samaritano.

Amén.

 



P. Stella Maris Frizs
Basavilbaso – Entre Ríos - Argentina
E-Mail: stellafrizs@hotmail.com

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