"Poniendo el dedo en la llaga"
"Fuego vine a echar en la tierra; ¿y qué quiero, si ya se ha encendido? De un bautismo tengo que ser bautizado; y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido para dar paz en la tierra? Os digo: No, sino disensión. Porque de aquí en adelante, cinco en una familia estarán divididos, tres contra dos, y dos contra tres. Estará dividido el padre contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra." (S. Lucas 12:49-56 RVR60)
Poniendo el dedo en la llaga.
Preparando esta reflexión sobre la Palabra de Dios, que hoy hemos recibido, sólo se me antoja exclamar un "¡Ay de aquellos que ponen el dedo en la llaga!" Y es que enfrentarnos a la verdad cada vez nos duele más a todos en este mundo. La sinceridad brilla cada vez más por su ausencia y cada día es menos valorada entre todo tipo de gente.
¿De qué nos sirve que nos digan la verdad? ¿De qué sirve ser sinceros y transparentes en un mundo que desea más la oscuridad, que la luz?
Nos duele y nos molesta que se nos digan lo que somos y lo que hacemos, cuando no hacemos bien las cosas, pero aunque fueran meras falsas acusaciones, ¡que mal encajamos cada día la sinceridad de los demás! Creo que fue el rey David en una ocasión que le maldecían por el camino que mientras uno de sus hombres estaba desenvainado su espada para cortarlo de la tierra, este le espetó: -¡Déjalo y que me critique, si es eso lo que quiere Dios para mi!-
"5 Cuando el rey David llegó a Bahurim, salía uno de la familia de la casa de Saúl, el cual se llamaba Simei hijo de Gera. Iba maldiciendo 6 y arrojando piedras contra David y contra todos los siervos del rey David, mientras todo el pueblo y todos los hombres valientes marchaban a su derecha y a su izquierda. 7 Simei lo maldecía diciendo: «¡Fuera, fuera, hombre sanguinario y perverso! 8 Jehová te ha dado el pago por toda la sangre de la casa de Saúl, en lugar del cual tú has reinado, y Jehová ha entregado el reino en manos de tu hijo Absalón; has sido sorprendido en tu maldad, porque eres un hombre sanguinario.» 9 Entonces Abisai hijo de Sarvia dijo al rey: -¿Por qué maldice este perro muerto a mi señor, el rey? Te ruego que me dejes pasar, y le cortaré la cabeza. 10 El rey respondió: -¿Qué tengo yo que ver con vosotros, hijos de Sarvia? Si él así maldice, es porque Jehová le ha dicho que maldiga a David. ¿Quién, pues, le dirá por qué lo hace?" 11 Luego dijo David a Abisai y a todos sus siervos: -Mirad, mi hijo, salido de mis entrañas, acecha mi vida; ¿cuánto más ahora un hijo de Benjamín? Dejadlo que maldiga, pues Jehová se lo ha mandado. 12 Acaso Jehová mire mi aflicción y cambie en bien sus maldiciones de hoy." 2ª Samuel 16. 5-12
Como hombres de nuestro tiempo, encajamos mal la verdad y solemos preguntar a los demás esperando más una alabanza que una palabra justa y realista.
Es triste, que en la Europa de las libertades en la que vivimos, estemos persiguiendo a personas como Snowden, o Assange, por expresar la verdad al mundo. Hace solo unos días, un soldado norteamericano ha sido encarcelado por veinte años por mostrar al mundo las miserias del gobierno y el ejercito de Estados Unidos, sobre la corrupción y el abuso de poder sobre los más débiles de la sociedad mundial y poner de manifiesto sus engaños.
Testigos como los del Apocalipsis que acaban penando y muriendo, por expresar al lado de Dios la verdad. ¡Pedimos a Dios que los guarde!
¿Cómo podemos rendir culto al recuerdo de personas condenadas a muerte como Lutero, Calvino y otros muchos y gentes como Luther King, Gandhi o Mandela y no alabar las verdades que dijeron? Este último encumbrado a los altares por aquellos que le metieron en la cárcel casi treinta años, por defender la justicia social, sin mover un dedo para ayudarle: ahora es el padre de una nación, Sudáfrica, y no le queda mucho tiempo de vida. Pero, como hombres de hoy, no queremos inmiscuirnos en nada que pueda comprometernos por defender la verdad con autoridad y con ello traer cambios para un mundo mejor.
Las Palabras de Jesús nos retrotraen al texto de la epístola a los Hebreos en su capítulo 11, 29 y ss., en el que se presentan los héroes de la fe nacionales en Israel, pero no entronizados, sino perseguidos, muertos, aserrados, encarcelados, torturados, desterrados, despeñados. Y como si fuera poco, todo por abrir demasiado la boca, en nombre de Dios, pero abriendo la boca, superando su miedo y angustia de ser humanos.
La Paz en persona, Jesus, causa división entre los hombres. No ha venido para traer paz, sino lucha, encendiendo las mechas que harán detonar grandes cargas contra el mal.
Y este es un lastre que a veces nos toca lidiar como cristianos. No es la razón propia, interesada, egoísta y enferma o retorcida, sino la razón de Dios, que no gusta demasiado al hombre en todos los momentos de la historia. Lo que es una palabra justa y defensora de los débiles, se convierte en disensión, para los que no hacen bien las cosas.
Me imagino a los interesados pensando: -¡Fíjate qué malo es Jesús, con su verdad, en vez de calmar las cosas las ha destruido!-
Jesús no hizo carrera diplomática, era un profeta en toda regla en ese papel. A Jesús lo queremos o lo aborrecemos. Y nadie quiso hablar de Él cuando estuvo muerto, hasta su resurrección y se vio quien era en realidad.
Los profetas no ejercen su ministerio para remover fastidiosamente a la gente, sino que sus palabras traen luz a la mente de la gente, las despierta en conciencia y fuerza a la acción a favor de lo justo, lo bueno y lo que tiene buen nombre, cosa que no gusta nada a sus detractores.
Como cristianos e hijos de Dios, esto también nos compromete. No podemos ponernos del lado del mal, sino del lado de Jesús y esto nos permite disipar las obras malas de este mundo, de avivar conciencias dormidas, y no solamente para avisar de los efectos de la maldad en el mundo, sino también de la importancia de que los hombres se vuelvan a Dios para servirle y ser parte de su reino.
Para quienes esperan de los cristianos que sean ositos de peluche, tiernos y bondadosos, nuestra denuncia del pecado se convierte en una agresión en toda regla, que se volverá contra nosotros en críticas, en agresión verbal o física, en odio o desagrado de nuestra presencia. Jesús, el Maestro, anuncia que no ha venido a traer paz, sino disensión, división entre los que no creen o no quieren creer, volviéndose a Dios.
Hasta los hijos, los padres, los yernos y nueras, los amigos, podrán revolverse contra nosotros por llevar el Evangelio y con ello la verdad de Dios.
El fuego del que habla el texto, nos habla de la potencia purificadora de Dios, que usa la verdad y la fidelidad, como herramientas que cambian el mundo y lo hacen mejor y que deja claro lo que es luz, de lo que es oscuridad, en medio de los grandes grises, que vemos en nuestro mundo.
Es momento de definirnos ante Dios y nuestros congéneres. De todas formas a muchos de ellos no les cuesta definirse a favor de lo malo y lo hacen de forma pública y "evangelizan" con ello, jactándose de lo que hacen. Políticos, economistas, militares, tiranos, asociaciones de todo tipo...
Es momento de ponerse del lado de Dios, sobre todo, cuando hemos sido llamados como Iglesia a ello, cuando su gracia nos acompaña, cuando su capacitación estará con nosotros.
El fuego está encendido y no es fácil de apagar, es momento de retomar el "bautismo", que implica la renuncia de nosotros mismos hacia hacer la voluntad de Dios, el bautismo de ser mártires, testigos de la verdad divina, y que nos puede llevar, como en otra épocas, a consecuencias como profetas que somos en nombre de Dios.
El oficio de profeta pone el dedo en la llaga, una expresión marinera, que define precisamente la diferencia entre tener el pez en la cesta y completamente dominado o de perderlo después de haberlo pescado. Los profetas no insultan ni predican agrediendo, sino que señalan la medida de justicia y la acción que agrada a Dios.
Jesús nos quiere llevar a Dios. Nosotros lucharemos por no llegar a Él. Pero hay un momento de inflexión en la que la Palabra de Dios nos señala un error grave en nosotros. Entonces, el milagro está en responder a Dios de manera que le hagamos caso ante una decisión moral o ética, ante la llamada al cambio de vida, al arrepentimiento, o también podremos revolvernos como serpientes y seguir en una actitud incorregible.
El fuego nos asusta, nos quema, nos ahoga y nos impele a salir por la primera salida de su influencia o peligro. Cuando Dios envía su fuego, no hay excusas, no hay salidas. Somos entonces, objetivo de su verdad y esta nos convierte el alma y nos cambia la vida o nuestra negativa terminará por arruinarla, probablemente para siempre.
La verdad es una luz que nos guía hacia el bien y el progreso, si deseamos ir en pos de él
Seas quien seas, quien escuche esta Palabra divina ¿Deseas caminar en la luz de Dios? ¿Estás buscando la verdad o sólo que te digan que estas bien o que respeten tu manera de pensar? Ante Dios, solo cabe rendirnos a Él y recibir su abrazo y amistad para siempre.
Escucha la verdad de Dios. Vive en la verdad de Dios. Anuncia la verdad de Dios. Y "bienaventurado serás cuando digan toda clase mal contra vosotros, mintiendo".
Que el Señor de la verdad, nos bendiga.
Amén.