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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

18º Domingo después de Pentecostés, 22.09.2013

Sermón sobre Lucas 16:1-9, por Hugo N. Santos

EL  CRISTIANO  COMO  ASTUTO

Esta es una parábola muy provocadora. Jesús no pone como ejemplo a una persona virtuosa, menos aún a un religioso, sino a alguien a quien nosotros tendríamos  motivos para criticar y reprobar su conducta. Esta parábola  podríamos ubicarla en la misma categoría que la del “buen samaritano”.  No son los representantes de la virtud o de la religión los que son puestos como ejemplo.

Claro, a nosotros no nos duele demasiado que se critique a los fariseos o a ciertos personajes de los tiempos de Jesús. No sé que nos pasaría si de golpe apareciera el Señor diciéndonos en medio del culto que tomemos como ejemplo a ese individuo que anda  tratando de arrebatar algún celular a un transeúnte aprovechando la oscuridad de esa calle. Jesús no solamente expresa su mensaje, sino que lo hace de una manera especial, provocadora, como para que no miremos para otro lado y para que nos demos cuenta de que la cuestión que quiere plantear es más seria de lo que  solemos atribuirle.

Jesús no alaba la deshonestidad del mayordomo sino su astucia. La pista hay que seguirla en el  sentido en que Jesús la quiere expresar. Daría la impresión que este era un tema que le preocupaba mucho al Señor, un tema que surge de la misma observación que él hacía de su gente, de sus seguidores y de los que no lo eran. Lo que Jesús trata de decir es que aquellos que El llama “los que pertenecen al mundo” son más listos para sus asuntos que aquellos que quieren caminar en la luz.

Ahora, yo me pregunto, ¿estará  Jesús, en el día de hoy, preocupado exactamente por lo mismo? ¿Estamos nosotros inquietos con este asunto que expresa Jesús en el evangelio? ¿O es que después de veinte siglos de cristianismo somos creyentes tan superados que, aprovechando la experiencia de los siglos en la historia del mundo y de la iglesia, no tenemos los problemas que tenían los seguidores de Jesús en la antigüedad? ¿cuáles son las virtudes que surgen del relato, los puntos fuertes del mayordomo, como para que nosotros los tengamos  en cuenta hoy?

 

Lo primero que salta a la vista es la inteligencia. Muchas veces hemos visto la inteligencia como algo aparte de las cualidades que un cristiano puede tener. Es cierto, la inteligencia ha sido considerada por muchos como un motivo para estimarse como seres especiales, para segregar a otros vistos como menos inteligentes. La inteligencia que suge del relato no es una inteligencia intelectualoide sino una inteligencia que nos provee la sabiduría para resolver los problemas prácticos de la vida. Ya alguna vez había dicho Jesús que debíamos ser “astutos como las serpientes, aunque también sencillos como las palomas” (Mateo 10:16).

 Esto tiene mucho que ver con el Espíritu. En las listas sobre los frutos del Espíritu que nosotros encontramos en las Escrituras, se habla de cualidades que están relacionas con esto: con la sabiduría, con la inteligencia, con la ciencia y con el consejo. Las modernas teorías sobre la inteligencia nos indican que esta tiene que ver no solo con lo que solemos llamar racionalidad, sino también con otras funciones del orden de lo emocional, lo interpersonal, el manejo del espacio, etc. ¿No es verdad que en nuestro intento de vivir la fe  y ser discípulos de Jesús caemos a veces en actitudes ingenuas, que no ayudan a encaminar lo que hay que resolver? ¿No es cierto que, a veces, en nuestro deseo de servir, nos dejamos usar de un modo improductivo? ¿O confundimos  bondad con tontería? Nos olvidamos la importancia de hacer bien el bien.

Pero hay algo más que Jesús quiere destacar en la inteligencia del mayordomo. Este rescata la importancia de las amistades.  Jesús lo expresa claramente. El Señor explicita el valor de las relaciones humanas como algo que permanece y que, al final, habrá de ser nuestra mayor defensa, nuestra mayor posibilidad, más aún que los bienes materiales que podemos atesorar, pero que nos encierran en nosotros mismos.

La inteligencia, la sabiduría, no es un lujo, sino que es una capacidad que deberíamos desarrollar en todo su potencial,  que debiéramos tratar de cultivar para que nuestro testimonio y servicio y  nuestro “andar en la luz”, al decir de Jesús, pueda ser,  más eficaz, más real, más significativo.

La segunda cualidad que encontramos en el mayordomo es que este tiene una significativa capacidad para la fantasía y la creación. La fe cristiana ha irrumpido en la historia como una gran novedad. El hecho más novedoso, más creativo y renovador es la presencia de Jesús en este mundo. Muchos de los héroes de la fe que reconocemos, valoramos y recordamos se caracterizan  por eso,  porque han intentado quebrar tendencias que destruían la vida humana, la vida de la iglesia, que limitaban los hechos de la fe. Ellos abrieron un nuevo horizonte en nuestra comprensión de la palabra de Dios. Pero tenemos que admitir que padecemos cierta sospecha de todo lo que tiene que ver con la imaginación y con la fantasía. Entonces nos volvemos meros repetidores de una verdad eterna pero que, al mismo tiempo, es siempre nueva. La mejor manera de proclamar que el Evangelio es eterno es afirmar que es siempre actual y adecuado a los tiempos en que nos toca vivir. Caemos, frecuentemente, en clichés estereotipados. Esto también vale para la misma misión de la iglesia. Tenemos ciertos modelos estancos donde vamos repitiendo fórmulas consabidas y nos falta  imaginación para poder estar abiertos a lo nuevo que el Señor nos quiere mostrar.

La imaginación es un elemento importante en el proceso de crecimiento personal que tenemos que llevar a cabo como cristianos. Grandes acontecimientos de la humanidad fueron producto, al comienzo, de la imaginación de algunos.

Muchas veces nos quejamos de la realidad, repetimos conductas que se venían dando de antes, pero somos incapaces de pensar nuevas posibilidades  que tenemos que descubrir para diferentes situaciones. Los dichos de Jesús son creativos, nadie había hablado así antes. No se limita a imitar lo que hace y piensa la mayoría. Tiene una visión especial, ve más allá de lo que otros ven.

El mayordomo de la parábola es un creativo que logra encontrar una solución a una situación de crisis muy embarazosa y difícil, solución que el amo reconoce y valora.

 

La tercera virtud que encontramos en el mayordomo es su capacidad y coraje para la  acción. A veces, sabemos el camino para resolver las situaciones complicadas de la vida. Tenemos inteligencia y hasta imaginación, pero no tenemos la decisión y el coraje para llevar adelante aquello que tenemos que hacer. Tenemos trabado el espíritu, pesado el cuerpo y, entonces, nos quedamos y nos transformamos en meros espectadores de la realidad como los que dicen lo que hay que hacer, que dicen lo que está pasando, pero que son incapaces de traspasar ese nivel. ¡Cuántas buenas ideas se quedaron solo en la mente de aquellos que la concibieron! ¡Cuántos pensamientos y proyectos fueron solo eso sin lograr ser puestos en la realidad o en el conocimiento de otros! Entonces nos transformamos en “opinólogos” de la realidad o nos sentimos frustados sin poder concretar lo que pensamos acerca de lo que podría ser una solución para los problemas que debemos enfrentar.

Jesús estaba preocupado; él veía lo que le pasaba a sus seguidores y a los que no lo eran. Quisiera volver a preguntar: ¿seguirá preocupado Jesús por lo mismo?  

Que el Señor libere las fuerzas de nuestra inteligencia y nuestra creatividad y nos permita poner en acción  aquello que deba ser concretado para una vida más abundante y para ser mejor instrumentos suyos en nuestro tiempo. Que nos haga más astutos y lúcidos. Astutos para el bien, para anunciar la verdad, para luchar por la justicia, para vivir el amor, para comprometernos en la causa del Reino de Dios.



Pastor Hugo N. Santos
Ciudad de Buenos Aires
E-Mail: hnsantos@ciudad.com.ar

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