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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

19º Domingo después de Pentecostés, 29.09.2013

Sermón sobre Lucas 16:19-31, por Álvaro Michelin Salomon



NI OPULENCIA NI MENDICIDAD: COMUNIÓN SOLIDARIA1

Seguimos a Jesús en su viaje a Jerusalén. En el capítulo anterior, Jesús nos hablaba de la ternura y el perdón: Dios recibe a todos (Lc.15: parábolas de la oveja perdida, de la moneda perdida y del hijo pródigo). Ahora, en el cap.16, aparece la Parábola del mendigo Lázaro para mostrarnos la actitud de vida que deberíamos asumir frente a los pobres y la injusticia social. Tanto el perdón como la actitud ante los bienes (encuentro con los pobres) son dos temas2 fundamentales en el Evangelio de Lucas.

Sabemos que cuando Jesús tiene algo importante para decir lo hace por medio de parábolas. Estas siempre están arraigadas en la realidad de la vida cotidiana de su pueblo.

Tenemos tres personajes en esta parábola:

1.- Lázaro, el pobre y mendigo, quien no emite palabra alguna ni en su vida de mendigo ni después, en la presencia de Abraham;

2.- El rico sin nombre, quien representa la ideología y la práctica de los poderes dominantes de la época, así como representa a los indiferentes ante la situación de los pobres;

3.- Abraham, el patriarca, quien recibe a Lázaro después de su muerte.

4.- Aparecen además, apenas mencionados:

  1. los cinco hermanos y el padre del rico;

  2. los ángeles del cielo que llevan a Lázaro a la presencia de Abraham;

  3. la Ley y los Profetas, es decir, el AntiguoTestamento (Biblia Hebrea);

  4. suponemos, por los banquetes que el rico se encargaba de organizar en su casa, que él tenía muchos amigos de similar posición económica y social;

  5. los perros que lamen las heridas de Lázaro (animales despreciados por los judíos).

Lázaro, al decir de los comentaristas Carlos Mesters y Mercedes Lopes, representa "el grito callado de los pobres del tiempo de Jesús, de Lucas (el evangelista) y de todos los tiempos."

Aparecen en el relato de la parábola los dos extremos de la sociedad:

1.- por un lado, la riqueza agresiva, opulenta y discriminatoria;

2.- por el otro, el pobre o mendigo sin recursos, cubierto de heridas, humillado por la sociedad y por los perros, más solo, precisamente, que los perros del barrio.

Lo que separa al rico y a Lázaro es una puerta, la puerta cerrada de la casa del rico. O, mejor dicho, la puerta cerrada del corazón del rico. El rico de la parábola no tiene misericordia, está contento con sus banquetes y esa es su realidad. Enfrente de su casa hay otra realidad, pero no le toca la sensibilidad, no es su problema. 20 siglos después de Jesús sabemos el nombre de ese mendigo, pero no el nombre del rico que se encerró en su opulencia y derroche. En el Libro de la Vida quedó inscripto el nombre de Lázaro, que significa: "Dios ayuda".

Lázaro muere antes que el rico y es llevado al seno de Abraham, el patriarca inicial de la historia hebrea, el fundador de Israel, por así decirlo.

Después nos cuenta Jesús que hay una conversación entre el rico y Abraham. En este relato misterioso Jesús abre una ventana entre la vida anterior a la muerte y la vida posterior. El rico quiere influir sobre sus hermanos, que están aún en la vida terrenal, para que no les toque la misma desgracia que a él. Le pide a Abraham estas cosas:

1.- que envíe a Lázaro a mojar la punta de su dedo en agua y refresque su lengua;

2.- que envíe a Lázaro a la casa del padre del rico para avisar a sus hermanos que no se comporten del mismo modo como él, a fin de que no deban penar el tormento que él está atravesando.

3.- Finalmente repite el rico la petición de que alguien vaya a la casa de su padre.

Ante estas tres peticiones Abraham le dice al rico que es imposible cumplirlas.

  1. Hay una barrera infranqueable entre quienes gozan de la paz y la vida eterna y quienes deben penar por no haber practicado la justicia y la misericordia;

  2. La Ley y los Profetas (Antiguo Testamento) fueron dados, precisamente, para que practiquen la generosidad, la fraternidad y la solidaridad; si no lo tuvieron en cuenta perdieron su oportunidad.

  3. Un milagro extraordinario (alguien que resucite y se aparezca imprevistamente) tampoco ayudaría mucho para quien tiene la mente y el corazón cerrados a la misericordia de Dios y a la realidad de los pobres.

Lo que impacta del relato es que se ve con claridad el sentido de la vida. El rico, mientras vivía, no veía ni tomaba en cuenta a Lázaro que estaba frente a su puerta. Ahora, después de la muerte terrenal, se da cuenta de su error y reconoce a Lázaro como persona digna. Inclusive le pide una extensión de su mano para sobrevivir en medio de la aflicción que no acaba. Lázaro representa las posibilidades que Dios nos da:

1.- para levantar nuestra mirada y discernir la dura realidad de otras personas;

2.- para descubrir que hay personas bien cerca de nosotros que pueden ser nuestros prójimos, potenciales candidatos/as a hermanos/as en la comunión recíproca;

3.- para darnos cuenta de que no somos los dueños absolutos de nuestros bienes, sí administradores de los bienes de Dios; esto es, lo que llamamos la propiedad privada no debería convertirse en argumento para cerrarnos ante aquellas personas que sufren por diversas razones la carencia de los bienes mínimos para la vida;

4.- para permitir que personas de otra condición social, cultural o económica puedan ser los intermediarios para ponernos en el camino de la solidaridad y la justicia social.

La parábola del rico y Lázaro no tiene como primer objetivo brindar una muestra anticipada de lo que será la vida después de la muerte, sino que nos pone en alerta sobre lo que hacemos, o dejamos de hacer, en esta vida antes de la muerte. ¿Qué hacemos con nuestras "riquezas" = posibilidades de vida? ¿Derrochamos nuestro tiempo, dones, recursos o los gastamos sólo para nosotros mismos? ¿O los compartimos generosamente? ¿Abrimos las puertas de nuestros corazones?

Dos extremos sociales se dan cita en la parábola: el extremo de la opulencia y desenfreno, y el extremo de la mendicidad. Ninguno de estos dos extremos es la vida que Dios quiere para nosotros. Ninguno de estos extremos representa la dignidad humana. Ninguno de estos extremos muestra la cara de la justicia social. Dios nos ayude a encontrar en la Ley y los Profetas, en Jesús y en los escritos apostólicos, los espejos de la justicia y la misericordia de Dios. Así, cuando tengamos enfrente a personas que no forman parte de nuestro círculo de amistades y estén urgentemente necesitadas de un apoyo material, espiritual o comunitario, podamos descubrir una nueva oportunidad de servir y caminar para encontrar nuevos prójimos. Entonces cambiará la vida de esas personas... y también cambiaremos nosotros, para gloria de Dios y el engrandecimiento de su Reino.

 



Álvaro Michelin Salomon
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
E-Mail: alvaro.michelin.salomon@gmail.com

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