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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

15º domingo después de Pentecostés, 09.09.2007

Sermón sobre Lucas 14:7-14, por Alfredo Abad Heras

 

El protocolo del Reino

 

Tema central del sermón

Se entiende por protocolo una regla ceremonial establecida por decreto o por costumbre, y es además un signo de buena educación, señalan algunos manuales que esa educación, particularmente en la mesa, hay que iniciarla en casa, para que luego no sea algo artificial sino natural y espontáneo.

Estamos viviendo un tiempo en el que el protocolo resurge y cobra nuevas fuerzas, protocolos simples, como el trato que se le da a un vino en la mesa, o más complejos, como el que debemos a las diferentes personalidades que acuden a un acto que hemos organizado. Existen estudios de protocolo y forman parte de la educación en carreras universitarias.

En el texto que nos lleva a meditar el leccionario que estamos siguiendo encontramos dos consejos de protocolo de parte de Jesús. A lo largo del Evangelio existen otros, según se confronta Jesús con las costumbres y los responsables políticos y religiosos de su tiempo se confronta también con los usos protocolarios, porque toma una posición frente a lo establecido.

Jesús acude a una comida en casa de un jefe fariseo (Lc 14, 1a) y otros fariseos le están espiando (Lc 14, 1b). De entrada, un día de reposo, Jesús realiza una curación, no es que su entrada sea especialmente diplomática.

En segundo lugar Jesús da un consejo a los invitados que escogían los asientos de honor en la mesa sobre el sitio que debemos ocupar, "siéntate en el último lugar" (Lc 14, 10).

En tercer lugar se dirige al hombre que le había invitado y le habla de la organización de una comida o de una cena: "Cuando des una fiesta, invita a los pobres, a los inválidos, a los cojos y a los ciegos" (Lc 14, 13).

No es que nuestro maestro sea especialmente un ejemplo de diplomacia, en el sentido más clásico del término, más bien al contrario, rompe la costumbre religiosa, recomienda una artimaña insultando a los invitados y da lecciones al anfitrión criticando la invitación que había organizado.

Jesús se sitúa ante lo establecido tomando posición sobre el lugar que ocupamos, el valor del prestigio y el honor y las personas que son realmente las importantes. No anda con paños calientes ante los invitados ni ante el anfitrión y los incomoda con sus consejos y recomendaciones. Podemos definir su actitud como grosera, por que no observa decoro ni urbanidad.

El protocolo que Jesús nos enseña tiene que ver con una ruptura de lo establecido para situarnos ante lo realmente importante en nosotros y en las personas que nos ocupan, se trata de una irrupción del orden del Reino que no sigue las reglas establecidas sino que busca a la persona y su necesidad.

Elementos clave y consecuencias

Según Lucas el texto que nos ocupa sucede "camino de Jerusalén" (Lc 13, 22). Estamos en una larga serie de textos que jalonan este viaje, "Cuando se acercaba el tiempo en que Jesús había de subir al cielo, emprendió con valor su viaje a Jerusalén." (Lc 9, 51). Este periplo concluye en el capítulo 19 del Evangelio con la entrada en Jerusalén que celebramos el domingo de Ramos.

Todos los episodios que ocurren en este camino de cerca de 10 capítulos, el Evangelio tiene en total 24, aleccionan a los discípulos y personas que va encontrando sobre lo esencial de la vida, ya que él mismo está orientado hacia lo esencial de su ministerio.

No podemos, desde esta perspectiva, entender que Jesús está simplemente actuando de forma grosera para dar lecciones de urbanidad o de buen comportamiento ante los demás. Nos quedaríamos con un Jesús de artimañas y de superficie.

Tenemos que estar hablando de otra cosa, este protocolo no se extiende solo sobre la mesa o alrededor de la mesa, sino sobre la vida y en busca de los lugares donde realmente sucede la vida: que concepto tenemos de nosotros mismos y cuales son las prioridades en nuestro trato con las personas. En el fondo todas las mesas en las que Jesús se sienta y el modo en que participa de estos encuentros tienen un valor simbólico que habla de las relaciones humanas y con Dios, no hace falta referirnos al símbolo de la Mesa del Señor, aunque refuerza esta tesis.

En primer lugar respecto de nosotros mismos la respuesta de Jesús cuando aclara su propuesta protocolaria sobre el lugar que debemos buscar para sentarnos: "El que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se humilla será engrandecido" (Lc 14, 11) no es una cuestión que resuelva nuestros dilemas a la hora de organizar una mesa. En este texto resuenan las bienaventuranzas y también la propia actitud de Jesús en su misión y ministerio.

A modo de parábola nuestro maestro utiliza la situación que se ha dado para criticar nuestro orgullo y nuestra vanidad como actitudes de vida. Debemos de evitar y vencer en nosotros todo lo que nos sitúa en primer lugar ante los demás, todo lo que hace de nosotros y nuestras preocupaciones lo más importante de nuestra vidal. No es un alegato contra la autoestima, sino una verdadera autoestima realista: la humildad es una clave de vida que nos lleva a una actitud y un comportamiento más saludable.

La humildad no es solo un ardid para vernos realzados, eso se llama falsa modestia, y leeríamos muy pobremente la enseñanza de Jesús. La humildad no es bajeza o sumisión, sino una virtud que nace en el conocimiento de nuestras limitaciones y debilidades y que actúa en consecuencia. En este sentido la humildad es un modo de vivir ante nosotros mismos y ante los demás que nos hace vivir algo del Reino, no es una virtud muy prodigada, ni muy popular y sin embargo es muy saludable en este tiempo de apariencias y exclusivismos.

En segundo lugar también se explica en el texto la segunda propuesta protocolaria: "Cuando des una comida o una cena no invites a tus amigos, tus hermanos, a tus parientes o a tus vecinos ricos; porque ellos a su vez te invitarán, y así quedarás recompensado. Al contrario, cuando des una fiesta, invita a los pobres, a los inválidos, a los cojos y a los ciegos; y así serás feliz, porque ellos no te pueden pagar, pero tu recibirás tu recompensa cuando los justos resuciten." (Lc 14, 12-14).

También encontramos en esta parte resonancias con la descripción del ministerio de Jesús inspirada en las palabras del profeta Isaías cuando este habla de los signos del Mesías. Tanto en un caso como otro, bienaventuranzas e inspiración isaiana, estamos en el centro del mensaje evangélico y del ministerio de Jesús.

De nuevo nos encontramos ante la vida misma y no solo ante la mesa, como antes hemos expuesto. En este caso el alegato es contra el uso manipulador de las personas según nuestros intereses de rentabilidad o beneficio. En lugar de acercarnos a los demás por lo que podemos sacar, Jesús propone que nos acerquemos a los demás según su necesidad, su invalidez, su cojera, su ceguera o su pobreza.

La solidaridad es la adhesión a la causa de otros. Ponernos al servicio de las personas y no servirnos de las personas es la clave del Reino y es la clave del ministerio de Jesús.

Al igual que en los consejos de protocolo no se trata simplemente de cuales son las buenas costumbres para portarnos bien, ganar prestigio, mostrar nuestra educación o nuestra clase; se trata de cuales son los comportamientos naturales y espontáneos de los que damos cuenta en nuestro comportamiento, cuales son las razones que nos mueven a ser como somos o ha hacer lo que hacemos.

En nuestro propio "camino hacia Jerusalén", o dicho de otro modo, nuestro devenir hacia las cosas esenciales, tenemos que saber escoger determinar y decidir sobre lo que nos orienta y nos inspira. La llamada y la enseñanza de Jesús camina con nosotros para hacer de nuestra vida un ministerio, una misión, y quiere ponernos en el centro de lo que Dios quiere y busca de nosotros.

¿Qué tengo que hacer?

Humildad y solidaridad son virtudes, en el sentido de fuerzas, claves del Reino de los Cielos que nos llevan a buscar y a encontrar en las personas y en nosotros mismos lo mejor y lo más humano, lo más real, aquello en lo que realmente encontramos lo que somos y lo que nos hace felices, y que por añadidura, no se puede pagar.

El estilo de vida y el protocolo de Reino tienen mucho que ver con esta gratuidad, con esta gracia. En un tiempo en el que todo tiene un precio aquí la recompensa se desplaza hacia lo que no podemos controlar, solo podemos existir y ser según este modo de vida y eso nos transforma y transforma nuestro entorno a imagen de lo que debe ser según la manera en la que Dios entiende a las personas.

No creo que debamos poner el acento en esa fecha "cuando los justos resuciten" (Lc 14, 14) ni en el engrandecimiento que vendrá (Lc 14, 11c). Más bien considero ese aplazamiento como una despreocupación por la rentabilidad y por el beneficio directo. El propio Jesús, unos versículos antes, advertido por los fariseos sobre su camino hacia Jerusalén, como camino hacia la muerte a manos de Herodes (Lc 13, 31-35), responde que lo que ocurre a su alrededor es que expulsa demonios, sana enfermos y que tiene que seguir su camino. No está precisamente pensando en recompensas sino en responder a su misión. Un día entenderéis, acaba diciendo, que es bendito el que viene en nombre del Señor.

Este es también nuestro camino, cual es la sanidad que se produce, cual la superación de la pobreza, de la ceguera, la cojera o la invalidez, en torno nuestro. Como respondemos nosotros a nuestra misión ante los más desvalidos de nuestro tiempo y de nuestro entorno, donde están nuestras luchas y nuestras ambiciones.

A la mesa de nuestra sociedad actual se sientan fenómenos complejos, situaciones complicadas de resolver, la situación de nuestros ancianos, la educación de nuestros hijos, la llegada de la inmigración y la construcción de un entorno más justo, más plural y más diverso.

Los mecanismos para confrontarnos con lo que acaba convirtiéndose en usos y costumbres nos lleva a protocolos rígidos que nos deshumanizan. El seguimiento de Jesús, en su camino a Jerusalén, nos lleva de la mano a explorar y comprobar nuestra verdadera felicidad en la gracia de ser personas y de vivir con las personas de un modo más auténtico, no con números, ni porcentajes, sino con necesidades reales para las que debemos ser sanidad y esperanza. En humildad y solidaridad, felices con las cosas que no se pueden pagar.

Amen.

 

 



Pastor Alfredo Abad Heras
Madrid
E-Mail: aabad@moebius.es

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