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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

1er Domingo de Adviento, 01.12.2013

Sermón sobre Mateo 24:36-44, por Marcelo Mondini

 

 

Adviento, tiempo de preparación para recibir al que vino, viene y vendrá


36 »En cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni aun los ángeles del cielo, ni el Hijo. Solamente lo sabe el Padre. 37 »Como sucedió en tiempos de Noé, así sucederá también cuando regrese el Hijo del hombre. 38 En aquellos tiempos antes del diluvio, y hasta el día en que Noé entró en la barca, la gente comía y bebía y se casaba. 39 Pero cuando menos lo esperaban, vino el diluvio y se los llevó a todos. Así sucederá también cuando regrese el Hijo del hombre. 40 En aquel momento, de dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro será dejado. 41 De dos mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra será dejada. 42 »Manténganse ustedes despiertos, porque no saben qué día va a venir su Señor. 43 Pero sepan esto, que si el dueño de una casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, se mantendría despierto y no dejaría que nadie se metiera en su casa a robar. 44 Por eso, ustedes también estén preparados; porque el Hijo del hombre vendrá cuando menos lo esperen.


Lo que vendrá. Lo nuevo. El futuro. Probablemente no haya otras palabras que atraigan, preocupen y ocupen tanto a nuestra sociedad hoy. Aunque estamos viviendo en el aquí y ahora, insertos en las cosas de todos los días, estas palabras que miran hacia adelante ocupan gran parte de nuestra atención. Y esto se ve no solamente en nuestras vidas personales, sino también en muchos de los ámbitos en los que nos desenvolvemos.

Profesionalmente, estamos acostumbrados a pensar en términos de "presupuesto", de la proyección de lo que se espera lograr a futuro, y a nivel general, el almanaque también nos invita a pensar en estos temas. Así, al acercarnos a la época de fin de cursos, tal cual lo estamos viviendo en el ámbito educativo del hemisferio sur, vemos cómo aumenta el nivel de nerviosismo y stress en los estudiantes, ya que se vienen los exámenes y las promociones finales del año. Es que lo que vendrá, lo nuevo, el futuro, genera en todos nosotros muchos sentimientos encontrados, que son una mezcla variada de preocupación, ansiedad, y esperanza, entre otras cosas.

Y a partir de estas vivencias es que hoy podemos intentar ponernos en el lugar de los discípulos de Jesús, cuando sentados junto a su Maestro en el monte de los Olivos, miraban el templo y la ciudad de Jerusalén que se elevaba del otro lado del Cedrón, mientras escuchaban las palabras que leemos en el Evangelio de Mateo capítulo 24. Seguramente la vista que tenía delante de sus ojos era maravillosa, envidiable por todos. Porque estaban observando la colina sobre la que se erguía el templo, conjuntamente con la ciudad de Jerusalén, todo rodeado de grandes murallas.

Es que en esos días, el templo construido por Salomón y reedificado al regreso del destierro, todavía se alzaba en todo su esplendor, con sus amplias puertas, ambientes y patios, que permitían recibir cómodamente a multitudes de fieles. Pero en una segunda mirada, un poco más profunda, se podía ver un templo que siendo el símbolo de la religión oficial, había transformado su sentido haciendo de la fe un comercio, de la piedad un deber, y hasta de la ofrenda una obligación y carga pesada.

Y la ciudad misma también era digna de innumerables elogios. Su interior ofrecía grandes posibilidades de intercambio social, cultural y económico, y al ser el centro de la actividad del país también generaba bienestar y seguridad a sus habitantes. Pero quienes conocían en mayor detalle la historia de esta ciudad, no podían olvidar que esta también era conocida por matar a los profetas y apedrear a los que les son enviados. Simultáneamente, sus altas murallas parecían ofrecer la protección requerida, reforzadas a su vez por guardias armados que la vigilaban de día y de noche. Pero sabemos que esta protección poco pudo hacer, cuando en el año 70 las tropas del general romano Tito entraron y la arrasaron de tal manera que solamente algunas pocas piedras quedaron en su lugar.

Y así podemos pensar que en esa vista se concentraba las seguridades que las personas de ese tiempo necesitaban para vivir: la cercanía de lo divino con lo humano, del templo con la ciudad, de la seguridad tanto de la presencia de lo trascendente en el lugar santísimo como la que es dada por las grandes piedras y los guardias en las murallas.

Frente a este espectáculo Jesús habla de lo que vendrá, de lo nuevo, del futuro. Pero más allá de los detalles y ejemplos que presentan un panorama abierto a múltiples interpretaciones, las palabras de Jesús se enfocan en enfatizar que lo que vendrá es el que vendrá. Lo nuevo, el futuro, se basan en este, el que vendrá, que no es otro más que Jesús el cual se refiere a sí mismo como el Hijo del Hombre. Y él mismo alienta a sus discípulos a esperarlo de una manera activa, a estar preparados.

Estamos seguros que a partir de aquí cambia el foco del interrogante. Ya la pregunta acerca del futuro no espera una respuesta destinada a conocer de antemano hechos o circunstancias futuras, lo que se puede expresar en términos de lo que vendrá, sino que el punto central está en conocer a una persona, a este que es el que vendrá. Y el que vendrá es Jesucristo. Él es la clave que orienta no solamente las preguntas de sus discípulos hace dos mil años, sino también nuestras preguntas de hoy. Más aún, podemos afirmar que Jesús es el que vino, pero también es Jesús el que está viniendo hoy a nosotros, y finalmente es Jesús mismo el que vendrá a hacer nuevas todas las cosas, cómo él mismo lo ha afirmado.

Y en estos momentos, al iniciar el tiempo de Adviento en el que recordamos la venida de Jesús al mundo, escuchamos las palabras de Maestro que nos invitan a estar preparados para su venida. De esta manera, en muchos de nuestros hogares construimos un pesebre que nos ayuda a prepararnos en la recordación de esa primera venida. También a través de la fe oramos, y decimos "Ven, Señor Jesús", anhelando la manifestación completa y final de su presencia en el mundo. Y simultáneamente también nos preparamos para recibir a este, el que viene hoy, que se está acercando a nosotros y lo hace en la vida y necesidades de quienes nos rodean.

Y cuando nos sentimos acorralados por los pensamientos acerca de lo que vendrá, de lo nuevo, del futuro, simplemente escuchemos a Jesús, quien es el que está a nuestro lado para hacer nuevas todas las cosas. Giremos nuestra mirada, y en lugar de poner la vista del otro lado del valle, en las construcciones de piedras, ciudades y murallas, miremos a Jesús quien nos acompaña muy junto a nosotros, y es el único que nos puede dar la seguridad verdadera.

El que nació humilde, vivió como un servidor, y murió dando su vida por toda la humanidad nos llama hoy a descubrirlo como el que viene a nuestro encuentro. Este tiempo de Adviento es una gran invitación a la reflexión personal y a su vez una gran oportunidad para mirar a nuestro alrededor, descubriendo a Jesús en los rostros, en las personas, en las necesidades de quienes nos rodean.

Confiamos en su palabra. Creemos profundamente en este Jesús que nos dice hoy: "He aquí, yo hago nuevas todas las cosas". Y que al iniciar el Adviento abramos nuestros corazones, esperando una vez más al que vino, que es el que viene, y es el que vendrá. Amén.




Lic. Marcelo Mondini
Buenos Aires, Argentina
E-Mail: marcelo.mondini@hotmail.com

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