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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

Bautismo de nuestro Señor, 12.01.2014

Sermón sobre Mateo 3:13-17, por Pablo Oviedo


En esta globalización desigual mucho se ha escrito y debatido sobre el tema de la identidad de los pueblos y las personas y cómo impacta en ella las distintas dimensiones del cambio de época que vivimos. El tema de la identidad es fundamental para saber de dónde venimos, cómo enfrentamos el presente y qué clase de futuro queremos construir. En el texto de hoy encontramos profundas lecciones sobre la identidad cristiana y nuestro lugar en el mundo.

Si vemos lo inmediatamente anterior al texto que estamos considerando  (es decir, 3,1-12), luego de relatarnos algunos acontecimientos concernientes al nacimiento de Jesús, Mateo nos introduce a Juan el Bautista, cuyo ministerio consiste en la predicación de la cercanía del reino de Dios y la necesidad de la conversión. Él es el precursor del Rey que merece toda obediencia: Jesús. El Antiguo Testamento nos habla de Dios que viene como Rey. Esta promesa será ahora cumplida en Jesús. Y para cuando el Rey y su reino hayan llegado, tenemos que estar preparados. Esta preparación se llama "conversión". Conver­sión signifi­ca un cambio de mentalidad, de razonamiento. Asimismo implica un cambio de actitud y de vida entera.

Juan aparece como profeta que predica y bautiza en el valle desierto del Jord­án, cerca del mar Muerto. Conforme a la esperanza de los judíos, el tiempo de la salvación comenzaría en el desierto. Juan es un hombre del desierto que consume alimentos del desierto; allí recibió su formación espiritual, en la tranquilidad. Juan se parece mucho al profeta Elías, incluso en su apariencia. Como él, coloca al pueblo en la disyuntiva. Al mismo tiempo su ministerio se parece al ministerio mencionado en Isaías 40: preparar el camino del Señor, eliminar los obstácu­los en las vidas del pueblo antes de que Jesús, el Rey, venga. Estos obstáculos son los pecados. Juan es una voz que en el nombre del Señor nos ordena cambiar nuestras vidas. Nótese que es precisamente Isaías 40 que inaugura lo que se llama "el libro de la consolación". Dios aparece con su salvación y dice: "Ved aquí al Dios vuestro" (v.9). La predicación de Juan, que nos parece bastante dura, tiene como objetivo preparar al pueblo para la intervención redentora de Dios.

Mucha gente viene para escuchar el mensaje de Juan, quedando muy impresionada por sus palabras. Y cuando las palabras de Juan llegan a sus corazones, confiesan sus pecados y son bautiza­dos. Pero también acude gente con otras intencio­nes: los fariseos y saduceos que vienen por curiosidad. A ellos, Juan se dirige con un fuerte ataque y un mensaje muy amenazador. Estos se parecen a una clase muy especial de víboras (cp. Mateo 12: 34 y 23: 33)

 La llegada del Rey (Jesús) y del reino de Dios merece la mejor preparación de nuestra parte. La mejor preparación es la conversión y la obediencia.

 En el pasaje que estudiamos ahora, Mateo nos habla del bautismo de Jesús. En este bautismo, Jesús se hace igual a los pecadores: Él llevará la culpa de estos. Después de su bautismo, Él recibe el Espíritu Santo, y de esta manera es capacitado para poder ejercer su trabajo de Rey-siervo, Sacerdote y Profeta. Después de su ministerio, cruz, resur­rección y ascensión, Él podrá (y ya lo hace) bautizarnos con su Espíritu, llenarnos con su vida. Por lo tanto, su bau­tismo es importantísi­mo, ya que muestra su gran amor: "Yo recibo el bautismo como si fuera pecador (en un sentido `soy' peca­dor reemplazando el lugar de ustedes) y les doy la seguridad de que mi vida será manifestada en las suyas". En ese sentido se puede decir con Croatto, que el "arquetípico -hieros logos- del bautismo cristiano lo encontramos en el relato del bautismo del mismo Jesucristo en el Jordán (en los evangelios: Mateo 3:13-17, Marcos 1:9-11, Lucas 3:21-22.)"1.

Al descender el Espíritu como paloma y al venir sobre Jesús, se escucha una voz celestial que proclama que Jesús es su Hijo amado, en quien Dios tiene complacencia (esta palabra es una referencia a Isaías 42, al Siervo de Jehová). Dios mismo indica que Jesús no solo es el Mesías, sino también el Siervo. Aunque este Siervo va por un camino no comprensible para todos (pues es el camino que lleva al sufrimiento, la cruz y la tumba), es el camino que agrada a Dios.

El bautismo de Jesús en el agua y con el Espíritu es una doble promesa para los suyos:

a. Jesús se hace igual a nosotros en favor de nosotros. Jesús tendría entonces unos 30 años, de acuerdo al Evangelio de Lucas. ¿Qué había hecho Jesús en esos años de silencio? ¿Habría viajado a algún país lejano, como pretenden algunos escritos fantasiosos? Nada en las Escrituras sugiere esa posibilidad. Es muy probable que no se moviera de su pueblo, salvo para algún peregrinaje a Jerusalén, y que viviera como cualquier artesano piadoso, dedicado a su trabajo y a los suyos.

Sin embargo, Él no tenía necesidad de sumergirse en el Jordán en un acto público de arrepentimiento ni penitencia, para limpiarse de ningún pecado, ni confesar públicamente sus faltas, como hacían los que iban a ver a Juan. ¿Por qué fue entonces a hacerse bautizar? Cuando Juan se negó a bautizarlo Jesús le dijo: "Es conveniente que cumplamos toda justicia." (Mt 3:15).

¿Que quería decir con eso? Jesús, en primer lugar, quería hacer justicia a Juan, dando público testimonio de que la predicación del Bautista y el bautismo que practicaba provenían de Dios, su Padre. Juan era su precursor, el enviado. Había venido para preparar el camino del Señor, llamando a la gente a la conversión; había venido para dar a conocer a su pueblo que el reino de los cielos se había acercado a ellos y que el Mesías esperado estaba por aparecer.

Pero también Jesús quería darnos ejemplo, -Él, que nunca había pecado- sometiéndose al rito del bautismo de arrepentimiento, para que todos los que creyeran en su nombre, algún día lo hicieran a imitación suya.

El bautismo de Jesús marca el inicio de una nueva etapa en su vida. Ya no viviría oculto en una pequeña aldea de Galilea. Empezaría a predicar y a enseñar, a sanar enfermos y a hacer milagros y muy pronto sería conocido de todos a lo largo y ancho de Palestina. Un grupo de discípulos y seguidores suyos se formaría a su alrededor y empezaría a acompañarlo a donde quiera que Él fuera. Su predicación y sus milagros empezarían a llamar la atención de los poderosos, incomodando a los líderes religiosos y civiles de su pueblo.

 b. Él está dispuesto a comunicarnos la vida en el Espíritu: una NUEVA IDENTIDAD.

Jesús es el único Hijo amado de Dios.  Esta expresión nos habla de la relación íntima existente entre Él y el Padre. Lo que Jesús va a hacer, aunque no agrade a los hombres, agrada a Dios. La obra de Jesús es ir por el camino del Siervo de Dios, consolar a los quebrantados de corazón, a los oprimidos y cargar con los pecados del mundo. Al salir de las aguas se escucha la voz del Padre: "este es mi hijo amado en quien tengo complacencia" Son palabras de profundo significado que lo afirman en su identidad como Hijo amado para la vida y misión que tenía por delante. Dios no lo trata como a un siervo o un simple instrumento, es su HIJO. Son las palabras que necesitamos oír nosotros.

 Para Jesús la conciencia de su identidad lo afirma y sostiene :  ser hijo de Dios le permitirá enfrentar las tentaciones- de hecho el diablo le tentará poniendo en duda su identidad de hijo -"si eres el hijo de Dios"- y las desilusiones, dudas, traiciones que enfrentará en su ministerio.

Para nosotros también debiera ser así: que el sabernos hijos de Dios y ya no esclavos -como dirá San Pablo en Romanos 8- nos permita vivir una vida guiada por el Espíritu que el mismo Jesús nos prometió enviar. Él desea llenarnos de su vida a través de Él.

Que la conciencia de nuestra identidad, que el sabernos hijos de Dios nos permita enfrentar como iglesias, como cristianos nuestro ministerio profético, de servicio y anuncio de que el reino de Dios está entre nosotros,  colaborando en su obra de salvación. Y que la hagamos siendo solidarios con los demás como lo demuestra este bautismo de Jesús, que se solidarizó con nosotros para mostrarnos el rostro amoroso del Padre.  

 



Pastor Pablo Oviedo
Córdoba, Argentina
E-Mail: pabloguillermooviedo@yahoo.com.ar

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