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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

5° Domingo después de Epifanía, 09.02.2014

“Sal de la tierra y Luz del mundo”
Sermón sobre Mateo 5:13-20, por Héctor Diomede

 

Este es un pasaje lleno de imágenes y metáforas sugerentes. Para resaltar mejor el contenido de lo que Jesús expresa, es decir, eximir al texto por el hecho de ser tan conocido por nosotros, vale la pena comenzar reflexionando sobre "la fe de Jesús" al decir con plena convicción: "Vosotros sois la sal de la tierra" y "Vosotros sois la luz del mundo".

¡Grande confianza y tremenda responsabilidad!

Debiéramos distinguir entre la fe "de" Jesús y nuestra fe "en" Jesucristo. La carta a los Hebreos nos presenta a Jesús como "el autor y consumador de la fe". El Alfa y Omega de la fe. Su fe en el Padre y en el hombre lo llevó a la cruz para darnos salvación. Cuando nos dijo "sois la sal"..."sois la luz"..., se jugó fuerte, confió en nosotros. De modo que, aunque no existe ningún versículo en la Biblia, podríamos afirmar con seguridad que "creemos porque Él creyó primero".

No deberíamos perder de vista que estas expresiones están dentro del contexto del Sermón del Monte, que el evangelista Mateo sitúa a Jesús en una colina dando un mensaje a sus discípulos y seguidores. El tipo de mensaje del Sermón del Monte sigue la tradición de los rabinos, que era presentar una estructura deliberadamente desarticulada, que recibe el nombre de "charaz", y que literalmente significa "enhebrar cuentas", como por ejemplo un collar de perlas, en que cada tema tiene su contenido y es seguido de una enseñanza, llamado o desafío.

La expresión "sal de la tierra" que usa Jesús no tiene nada que ver con las tierras salobres que no sirven para el cultivo, muy por el contario tiene un significado profundamente distinto. Conocemos también la historia de Cartago, destruida por los romanos en la Tercera Guerra Púnica, donde el exterminio llegó al extremo de arar la ciudad con sal para que de su suelo no creciese nada.

Pero aquí Jesús habla de otra cosa, de la sal que no se corrompe, la que no degrada su sabor, la que purifica, la que no deja de ser. De manera que se nos desafía a un testimonio fiel y verdadero ya que participamos de "una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible" (1Pedro 1,4) La misma reflexión es válida para la comunidad de fe, si deja de comunicar el mensaje de las buenas nuevas, si no tiene una palabra profética para el mundo de hoy, si no es la voz de los oprimidos y marginados, corre el riesgo de dejar ser Iglesia de Cristo.

También usó otra metáfora: "Vosotros sois la luz del mundo".

"La luz brilla en las tinieblas..."(Juan: 1,5) y Él había dicho de sí mismo: "Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no andará en tinieblas sino que tendrá la luz de la vida" (Juan: 8,12). La luz contra las tinieblas, la luz contra los cuatro jinetes del Apocalipsis: la dominación, la guerra, la peste y la muerte. Luz es vida en Jesucristo. Pero si brillamos como luces, en realidad reflejamos el amor y la gracia de la luz de Cristo quien ilumina nuestras vidas. El compromiso del cristiano y la comunidad de fe como cuerpo de Cristo en el mundo, tiene que arrojar luz en la sociedad secularizada de hoy por medio de la palabra y de la acción, un testimonio integral. Las "buenas obras" que realizamos adquieren sentido si otros ven el don de Jesucristo en nuestras vidas y llegan a glorificar a Dios.

De modo que el discípulo verdadero, es como la sal incorruptible que no pierde su propiedad y como la luz que disipa las tinieblas con su testimonio de vida. Muestra el poder transformador del evangelio en su tarea misionera, "tierra" y "mundo" señalan el carácter universal, la humanidad entera.

Juan Wesley escribía que lo caracteriza a un "casi cristiano", es alguien a quién la sociedad llamaría una buena persona, de recto proceder, que rinde tributo a la verdad y a la justicia, hace obras de caridad y otras muchas cosas buenas más, pero no es un cristiano. ¿Qué se necesita -dice Wesley- para ser un cristiano completo? El deseo firme de hacer la voluntad de Dios. Y agrega, "la fe que no produce arrepentimiento, amor y buenas obras, no es una fe viva y verdadera sino una que está muerta y es diabólica".

¿En qué situación estamos nosotros? ¿Somos "sal para la tierra y luz para el mundo"? ¿Cuán fieles somos al testimonio de la Palabra?

El poeta se confiesa (Eucaristía, agosto, 1993):

Señor, las cosas claras: ni soy sal ni soy luz. En realidad soy un cristiano rutinario y soso. Como cristiano, ni siquiera ando por mí mismo.
Son otros, más militantes los que me tienen que remolcar.
Yo dejo que me lleven y,
para mayor ironía,
tengo la sensación de que les estoy haciendo un favor.
Muchas veces,
mi cristianismo es tan poco sentido que me aburre.
Tú me pides que dé ejemplo
para que los demás sepan cómo seguirte.
Quieres que te siga de forma moderna
con un estilo joven y atractivo.
La verdad es que, en el fondo, me gustaría ser así.
Pero me falta motor y me sobra pereza.
De todos modos, esta semana,
voy a intentar vivir como sal y como luz.
Te lo prometo.


En el collar del mensaje se agrega otra cuenta, otro tema: La Ley y los Profetas. Y Jesús hace una afirmación fuerte: "No he venido a abrogar la Ley sino a cumplirla". ¿Pero de qué modo vino a hacerla efectiva? ¿No fue acusado acaso de sanar en el día de reposo? ¿No fue señalado por los fariseos y los escribas porque sus discípulos no observaban el lavado de manos antes de comer? ¿No redimió a una mujer en trance de ser encontrada en adulterio? ¿No tocó el féretro que traía muerto al hijo de la viuda de Naín, y lo resucitó?

Jesús vino a cumplir la Ley y los Profetas, es decir, las Escrituras vigentes en ese momento en el pueblo de Israel de forma completa, de ahí la expresión "ni una jota ni un tilde", pero también en su más profundo significado, en su propia esencia. Esto es porque los escribas y fariseos hacían hincapié en los aspectos rituales y ceremoniales y se olvidaban del resto, por eso Jesús les recuerda las palabras del profeta Oseas, cuando les dice: "Aprended qué cosa es misericordia quiero y no sacrificios" (Mateo 12,7) Jesús profundiza la Ley cuando les dice a los dirigentes judíos "Habéis oído...más yo os digo..." (no al ojo por ojo, ni al diente por diente; si te pegan una mejilla pon la otra, si te quieren quitar la túnica, dale la capa, etc.) (Mateo 5,38ss) Jesús cumple con la ley en grado sumo, con un amor que supera toda medida.

Esto necesariamente hay que vincularlo con las "buenas obras". Una vez más Jesucristo las pone bajo el juicio de la Palabra de Dios. Las buenas obras son las que glorifican a Dios, no aquellas que a nosotros nos parecen buenas y en verdad no lo son. La historia de la Iglesia está llena de estas últimas desde la flagelación del cuerpo pasando por las cruzadas hasta llegar a la inquisición, para citar solo ejemplos.

Por eso, el pasaje cierra con una explicita exigencia a seguir una justicia distinta para entrar al Reino de los Cielos. Una justicia superadora de como la venían ejerciéndola los escribas y fariseos. Una justicia plena de verdad, misericordia y amor. Porque en el fondo toda la Ley se resume en "Amarás al Señor tu Dios y a tu prójimo como a ti mismo"

 



Lic. Héctor Diomede
Buenos Aires, Argentina
E-Mail: hector.diomede@gmail.com

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