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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

Séptimo domingo después de Epifanía, 23.02.2014

Sermón sobre Mateo 6:24-34, por Alicia Woelflin

Servir al dinero es contrario al proyecto de Jesús. No se puede servir a dos amos, a Dios y al dinero (Mt. 6: 24) El codicioso piensa que él es el dueño del dinero, pero llega un momento en que el dinero se revela como  un amo implacable, como un dios, que exige la vida misma. El dios dinero crea la servidumbre voraz del tener y tener cada día más,  sacrificando amistades, familia, convicciones de toda la vida. Estar preso del amo dinero impone sentimientos  destructores y egoísmos sin límites.

Pensando en estos sentimientos destructores y egoísmos sin límites como consecuencia  del amor al dinero, recuerdo un cuento infantil español “la fabula del rey Midas”, basado en un relato de la mitología griega,  quién pidió a los dioses que se cumpliera su deseo más profundo: ser inmensamente rico. Los dioses se lo concedieron. Todo lo que tocara se convertiría en oro. Y así fue. El rey fue a sentarse en su trono y la silla se convirtió en oro. Tocó con su mano su capa y se convirtió en oro. Pero la causa de su alegría fue muy pronto causa de su desdicha: Pidió un vaso de agua y al rozar el agua sus labios se convirtió en oro. Salió a abrazar a su hija, pero  al tocarla  fue  una estatua  de oro. Había logrado lo que deseaba: ser rico, pero la riqueza le impedía sentir, tocar las cosas, disfrutar de la vida y de sus afectos.

Creo que no nos resulta difícil pensar en personas para las cuales poseer, a la manera del Rey Midas, lo es todo, objetivo último de sus vidas: ganar más, tener más, acumular más. No importa si para ello deben servirse de engaños, traiciones  o el uso de personas. Lo importante es lograr el objetivo último: rendir adoración al “dios dinero”.

Jesús nos plantea una alternativa radical: o servimos al Señor que nos hace libres o caemos en las garras de quién nos esclaviza con su brillo provisorio.

En este relato Jesús no se refiere al buen uso de los bienes materiales que con esfuerzo hemos conseguido,  y a la necesidad que tenemos de ellos para vivir dignamente, sino quiere advertirnos  del riesgo de dejarnos seducir por nuestras posesiones tan provisorias, ya que no podremos llevarlas con nosotros al partir de este mundo. La opción es clara  y es opción y no imposición.  Podemos optar por tener y dejar de ser  o reconocernos como hijos e hijas del  Dios vivo y herederos/as de una vida en plenitud que por gracia nos es prometida, constructores de un tiempo nuevo posible en el que los valores del Reino, inaugurado en Jesús,  sean  reflejados no solo en palabras , sino en acciones concretas .

Ayudándonos  a entender que aquellas cosas que tienen que ver con nuestro bienestar, no le son ajenas,   y  una vez más dándonos a conocer su confianza en sus discípulos de ayer y de  hoy, Jesús dice también que no nos preocupemos por el vestido o la comida. Esto no es un llamado a la inactividad  y a la espera pasiva de que lo que necesitamos para vivir dignamente caiga del cielo  Lo que está diciendo es que es posible vivir de otra manera, haciendo lo que podemos y debemos hacer con nuestros dones y bienes, aún con nuestras limitaciones, pero sin dejar de confiar en la presencia y acción amorosa de Dios guiando nuestros pasos y sosteniendo nuestras vidas.

 No depende todo de nosotros, de nuestro esfuerzo, de nuestro trabajo. Si así fuera tendríamos razón para estar preocupados por el porvenir,  pero Jesús dice: “los paganos piensan así”. Ustedes tengan confianza: “Ya sabe vuestro Padre del cielo que tienen necesidad de todas estas cosas”.  Y dice también: si buscamos  el Reino de Dios y su justicia… es decir, nos interesamos  por hacer presentes en este mundo los valores del reino de Dios, aquellos que no pueden robar los ladrones,  ni arruinar la polilla, podemos estar seguros y confiados en la protección amorosa de Dios: “La búsqueda del reino no es una espera pasiva, una actitud religiosa meramente interna, sino una praxis concreta de la justicia tal como está expuesta en el sermón de la montaña” (Ulrich Luz).

Las palabras de Jesús son además  una exhortación a la confianza. Y esta confianza tiene que ver con entrega. Disfrutamos de la vida, cuando somos capaces de entregarnos confiadamente a lo que ella nos va regalando. Cuando vamos  superando los prejuicios,  el miedo a los otros y  logramos establecer una relación de mayor cercanía, cuando dejamos de lado el miedo  a lo que vendrá  y  logramos disfrutar del momento presente , reconociéndolo también como don de Dios. Confiar es entregarnos superando el miedo y la preocupación que tantas veces nos paralizan.

Frente al agobio ante las situaciones que la vida nos va trayendo, la exhortación es a la confianza en  Dios,  que es padre-madre que no se olvida de sus hijos e hijas. Si cuida de  las aves  del cielo y de las flores del campo, ¡cuánto más cercano estará de sus hijos e hijas! Es la experiencia de sentir a Dios en la vida, de contar con él siempre.

El evangelio de hoy nos plantea claramente  dos opciones de vida: Podemos pasarnos  la vida .tratando de acumular  no solo dinero, sino poder, prestigio etc,  creyendo que podemos tener todo bajo control, con el resultado de lograr exactamente lo contrario de lo que deseamos, ya que de esta manera , la vida se nos escurre como el agua entre los dedos ,  a tal punto de sentir el futuro como una amenaza, y por estar tan pendiente del futuro , nos perdemos vivir el presente con sus tristezas y alegrías , con sus idas y vueltas , con sus desafíos y oportunidades.

La otra manera de vivir es confiando. Abriéndonos sin miedo a la vida, al presente  y también  al  futuro, que no está en nuestras manos,  y que traerá su propio afán, del que deberemos ocuparnos a su debido tiempo.

Dios, en la encarnación, no nos prometió una vida sin dificultades, esfuerzos y necesidades. Lo que nos prometió es que estaría con nosotros. El cardenal Avery Dulles  lo expresó así: ”Jesús nos permite creer que la vida humana con todas sus contradicciones, es el lugar donde encontramos a Dios, la Encarnación  nos da la fortaleza para enfrentar las duras realidades de nuestro mundo fragmentado para sentir y trasmitir el toque del amor reconciliador de Dios. La encarnación no nos proporciona una escalera con la que escapar de las ambigüedades de esta vida y escalar al cielo. En  lugar de esto, nos permite penetrar en lo profundo del planeta tierra  y descubrirlo resplandeciente de divinidad”

 Podemos vivir confiadamente  porque sabemos en qué Dios creemos, porque nuestra fe nos impulsa  a ser voz  profética nacida de Jesús para humanizar la vida según el proyecto de Dios, contagiando compasión , exigiendo justicia , escuchando a los que nadie escucha  y ocupándonos de quienes nos necesitan. Solo así estaremos haciendo nuestro aporte al proyecto que guió la vida de Jesús.

El Evangelio de hoy nos desafía a pensar como reorientar  nuestras comunidades hacia el reino de Dios y su justicia. Creo que este desafío pasa por intentar una y otra vez salir de nuestros lugares de comodidad y mostrarnos como comunidades más inclusivas y solidarias. Más abiertas a recibir, a escuchar , a acompañar a tantos que necesitan solo de nuestra disponibilidad , de nuestra entrega , para compartir las dificultades , pero también para celebrar la esperanza de un presente en el que poder confiar y construir con otros una realidad más humana , más justa y más solidaria. Una realidad que ponga en evidencia los valores que sustentan nuestra fe en el Maestro que vino para darnos vida y vida abundante.

La iglesia es anticipo del Reino de Dios porque el amor que experimentamos mutuamente en ella nos da una idea de la vida en plenitud en el Reino  de Dios. Podríamos decir que en la iglesia estamos constantemente ensayando como vivir el Reino de Dios mediante la manera en que nos  recibimos, preocupamos y amamos mutuamente, la manera en que servimos a otros , la manera como adoramos a Dios.

El estribillo de una canción de Peter Scholtes dice: “ y que somos cristianos lo sabrán , lo sabrán porque unidos estamos en amor” Cuando otros ven como se comparte el amor en la comunidad cristiana, cuando aún quienes están fuera de la comunidad pueden palparlo, entonces esa comunidad es un anticipo del  Reino.

En la fabula del rey Midas se dice que los dioses vinieron en  su ayuda. Y el rey se bañó en un lago que le curó de su afán de posesión. Y vivió hasta el fin de sus días como un campesino humilde

Los cristianos sabemos de dónde viene nuestra ayuda  en todo tiempo. El “Dios con nosotros” que nos dejó ejemplo de humildad y entrega,  nos desafía a   vivir confiadamente porque la fuerza y el poder del amor de Dios no tienen fin y pueden hacerse vivencia concreta en nuestras vidas. El amor es algo que ocurre en lugares comunes: en las cocinas, las mesas, las habitaciones, los lugares de trabajo, las familias., los encuentros comunitarios. En la encarnación, Dios se desliza en la vida cotidiana y nos invita a reunirnos allí con Él,  buscando  en comunidad el Reino de Dios y su justicia y lo demás, vendrá por añadidura. Amén.



Pastora Alicia Woelflin
San Carlos de Bariloche, Argentina.
E-Mail: aliciawoelflin@yahoo.com.ar

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