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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

2 Domingo después de Pentecostés, 22.06.2014

No vine a traer la paz, sino espada
Sermón sobre Mateo 10:24-39, por Fabián Paré

 

«No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma...»

 

Cuando Jesús interviene en la realidad humana, provoca un desequilibrio en lo que viene siendo normal y aceptado hasta ese momento. Podemos preguntarnos ¿qué tiene de malo lo normalmente aceptado en la sociedad? Es que en esa normalidad se instituye un estado creciente de pobreza, violencia, e ignorancia, que acarrean los azotes que deben soportar hasta la muerte los más vulnerables de la población. Cristo interviene con el propósito de unir, no solo para el simple hecho de estar juntos/as, sino para actuar en confrontación -y no en acuerdo- a aquello que articula y participa del incremento de los azotes dados al pueblo vulnerable. La expresión de Jesús, que dice que pondrá en enfrentamiento a padres e hijos y que serán enemigos en una misma casa (Cf. Mt 10, 35-36), no responde a un deseo de división, sino a la necesidad de salir de las ‘ruedas' de una dañina ‘normalidad' instituida.

A veces las mismas relaciones laborales se encuentran presionadas y condicionadas, lo vemos reflejado en cuestiones como a las que refieren estas frases: ‘si se quiere mantener el trabajo, más vale hacer lo que el que paga quiere' (y mayormente no se trata de optimizar el trabajo), ‘te doy dinero pero, a cambio harás algo para mí'. Una desobediencia al que paga, suele ser tomado como una insubordinación inaceptable, y las consecuencias de ello sin duda perjudican al que es más vulnerable, es decir al que necesita la paga (porque necesita alimentar a su familia, tener una vivienda, etc.). Cuando este tipo de relación entre el que paga y el que es pagado, se torna en una incuestionable subordinación ‘normal', se vuelve proporcionalmente difícil que una persona pueda expresarse con libertad, u optar por contradecir al que paga, y menos aun reclamar por algo justo. Las consecuencias de ello sin duda caen en los que necesitan la paga, y por temor a aquellos que tienen el poder de pagar o dejar de hacerlo, se desiste de cualquier opción que le evite la paga. El/la que decida cuestionar este sistema, sin duda, estará saliendo de la ‘normalidad' con algún cuestionamiento y/o confrontación. ‘El que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo.' Mt 10,32. Reconocer a Cristo, es reconocer la justicia, la paz, el amor de Dios y todo lo que provenga de ello, difícilmente se pueda reconocer a Cristo desde una incuestionable subordinación y temor a los que pagan.

Podemos pensar qué es lo que sucede cuando este ‘normal' sistema se pone a funcionar en el aparato político y económico de un estado, allí la figura ‘del que paga' ya no es la de un jefe-patrón-dueño, sino de algunos que administran lo que es de todos/as. Y cuando aquello con lo que se paga es de todos/as, ese sistema se vuelve aun más perverso y maléfico. Condicionar al sector más vulnerable a cambio de unas migajas de la riqueza que es de todos/as, no es justamente un sistema de ‘unificación' pretendido por Dios, más bien parece tornarse en aquello que necesariamente será confrontado por aquellos que optan por conservar su identidad y no vender su lealtad a cualquiera que no sea Dios.

Lealtad y amor es como otra sección del mismo trasfondo, desde esta perspectiva la responsabilidad más fuerte no está en ‘el que paga', sino en el que recibe; dado que es el que recibe un dinero a cambio de cumplir la voluntad del que paga, que vende con ello su lealtad. Lealtad y amor es lo más propio del ser humano, es lo que define su identidad, es lo que califica un estilo de convivencia como ser racional y emocional. Cuando se vende la lealtad al mejor postor, se pierde la identidad que lo define como persona libre e independiente, y es cuando llega el momento de perder la lealtad a la dignidad, integridad, y honestidad. Al perder la identidad brota el sometimiento a los intereses del que paga, y esto confronta a cualquiera que atente con esos intereses. Podemos pensar en la despersonalización, que lleva a una posesión: los intereses del que paga toman posesión de la vida vulnerable y la conducen a la miseria y ruina total (ya no es una cuestión de dinero).

Cristo devuelve la identidad a las personas, restaurando su amor y lealtad, claramente está a favor de la dignidad y en contra de lo que toma posesión de las personas que la pierden o la venden. A todos/as aquellos/as que levantan su voz, como una espada afilada, confrontando lo que propugna el vil servilismo que despersonaliza, Cristo les dice: ‘No teman a los que matan el cuerpo... ustedes valen mucho más...' (Mt 10, 28.31).

 

 



Pastor Fabián Paré
Eldorado-Misiones
E-Mail: fabianpare@gmail.com

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