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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

3 Domingo después de Pentecostés, 29.06.2014

Sermón sobre Mateo 10:40-42, por Armando Weiss, Pastor Mariela Bohl, Pastora

 

Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con cada uno de ustedes, amén.

 

Queridos hermanos y hermanas:

El domingo pasado la Iglesia Cristiana, es decir todas las Iglesias del mundo, celebrábamos el Domingo de la Trinidad. Es decir, celebramos que tenemos un Dios que es Padre, Hijo y Espiritu Santo. No tenemos 3 dioses, sino UNO solo que se esfuerza por mostrarse de diferentes maneras para nuestro bien.

A partir de ahora vivimos un tiempo en que nos podemos considerar completos como Iglesia. Recordamos que el año nuevo de la Iglesia comienza en el Adviento, después vino la Navidad, vino la visita de los Sabios del Oriente (Epifanía), vino la Cuaresma, la Resurrección de Jesús en la Pascua, vino la Ascención, vino Pentecostés que es la venida del Espíritu Santo y finalmente la Fiesta de la Trinidad. Ahora en este tiempo después de la Trinidad, la Iglesia es llamada por Dios y enviada por Jesús a trabajar en el mundo en que vive. Ya hemos recibido todo de parte de Dios, no nos falta nada, no tenemos más excusas que trabajar para el Reino de Dios.

Vamos a escuchar unas palabras que Jesús les dijo a sus discípulos cuando los envía a trabajar para el Reino de Dios:

El que recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió. El que recibe a un profeta por ser profeta, recibirá igual premio que el profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, recibirá el mismo premio que el justo. Y cualquiera que le da siquiera un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños por ser seguidor mío, les aseguro que tendrá su premio.

Jesús envía a sus discípulos advirtiendo que aquellos que los reciban a ellos estarán recibiendo a quien los envió; es decir a Jesús mismo.

En la época de Jesús era muy común que una persona, cuando quería enviar un mensaje a otra persona, enviara un mensajero. Personas importantes que no podían ir a todos los lugares que necesitaban ir, enviaban muchas veces mensajeros que transmitían las palabras que les eran indicadas.

Y depende como era recibido ese mensajero, así mismo el que enviaba el mensaje se sentía recibido. Si alguien quería despreciar a la otra persona, no recibía al mensajero o lo golpeaban o lo mataban como una forma de decir que deseaban la muerte para quien había enviado el mensaje. Y también si alguien apreciaba a quien había enviado el mensaje, recibía muy bien al mensajero enviado.

Así Jesús les dice a sus discípulos que vayan anunciando su mensaje, los envía como mensajeros, que lleven ese mensaje de amor, de justicia, de paz, mensaje de buena noticia, mensaje diferente. Y que quien los escuche y los reciba bien es como si estaría recibiendo a Jesús mismo, y a Dios mismo.

También en esa época era común que muchos recibían bien a las personas importantes y apenas daban atención o no daban atención a las personas comunes, normales, que tenían poco poder. Quizás como en nuestra propia época, como ahora. Cuando hay una persona importante, reconocida: un político, o una persona famosa muchos dan más y mejor atención que a una persona pobre, con hambre, con frío. Cuando debería ser al revés. ¿No necesita mayor atención aquel que no tiene nada para comer que aquel que gana mucho dinero?

Jesús dice que quien recibe a un profeta por ser profeta, recibe igual premio que el profeta. Es decir, que antes y también ahora en muchas oportunidades se miraba el título de la persona y depende eso se la recibía. Pero Jesús cambia esta propuesta, Jesús dice: quien dé aunque sea un vaso de agua fresca (fría) a uno de estos pequeños, por ser seguidor de Jesús, tendrá su premio. Ya no es necesario el título, ya no es necesario que Jesús mismo vaya a cada lugar, sino que la persona más simple o la más importante pueden salir y anunciar el mensaje de Jesús. Y quien recibe debe aprender a saber que lo más importante es el mensaje y no quien lo lleva o quien lo transporta. Recordemos que por ejemplo Juan el Bautista, se vestía con un cuero de camello, apenas. Pero anunciaba el mensaje de Dios.

Estamos acostumbrados a mirar las marcas y depende de eso compramos nuestras ropas, nuestros alimentos, nuestro calzado, nuestras cosas. Pero con el mensaje de Jesús debemos aprender a valorar el contenido y no tanto el envase.

En una comunidad donde se hablaba mucho un determinado idioma, se hizo una campaña para buscar más niños/as para el culto infantil. Así se tenía una lista de las familias y pasaron casa por casa a invitar, y muchas familias se alegraban que alguien les iba a visitar y estaban interesados en que sus hijos aprendan de la palabra de Dios. Pero algunas familias y no eran pocas, que antes de preguntar cualquier cosa, preguntaban ¿en que idioma sería el culto infantil? y dependiendo del idioma que sería utilizado incentivarían a sus hijos a participar o no. Sin considerar que sus hijos igualmente entenderían aquel otro idioma que sus padres no preferían.

¿Que pasó en estas familias? Colocaron más interés en el envase que en el contenido mismo, no importaba tanto el mensaje de Dios, sino en qué idioma se hacía.

Todos los idiomas tienen el mismo valor, lo importante es escuchar el mensaje y aprenderlo, y ponerlo en práctica.

En esta época después de la Trinidad, en esta época en que ya hemos recibido todo como Iglesia: Navidad, la Pascua, la Trinidad, Dios no quiere que nos preocupemos con más nada sino con trabajar para el reino de Dios. Debemos tener la seguridad que ya hemos sido salvos por la gracia de Dios y por la resurrección de Jesús. Mas estamos en tiempo de trabajar, de anunciar, de contar, de llevar el mensaje de Jesús a todos.

Que en cada encuentro con las demás personas, en cada diálogo, en cada culto, en cada lugar donde me encuentre con otras personas los demás puedan ver en mí, y en cada uno, que estoy llevando de alguna manera el mensaje de Cristo. Con mi alegría, con mis oídos para escuchar a quien necesita, con mis palabras, con mi oración, con mi música, con mi enseñanza, con mi vasito de agua, con mi café, con mi mate señal de hospitalidad. Y tanto unos como otros, es decir quien lleva o quien recibe, acostumbremos a no mirar solamente el envase, sino lo que va adentro, y siempre recordar que dentro del prójimo está presente Dios.

Así tendremos nuestra recompensa, nuestro premio. Que es y será siempre más vida, vida en abundancia, vida junto a Dios.

Que seamos bendecidos para poner esto en práctica, y tengamos en cuenta que no somos solamente personas, somos nada más y nada menos que mensajeros de Dios, amén.

 



Armando Weiss, Pastor Mariela Bohl, Pastora
Santa Rosa del Monday, Alto Paraná, Paraguay
E-Mail: armandoalbertoweiss@gmail.com

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