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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

Cuarto Domingo de Pentecostés, 06.07.2014

El verdadero descanso
Sermón sobre Mateo 11:28-30, por Marcelo Mondini

 

28 Vengan a mí todos ustedes que están cansados de sus trabajos y cargas, y yo los haré descansar. 29 Acepten el yugo que les pongo, y aprendan de mí, que soy paciente y de corazón humilde; así encontrarán descanso. 30 Porque el yugo que les pongo y la carga que les doy a llevar son ligeros.

¿Vivimos en una sociedad de personas cansadas? ¿Nos sentimos cansados con frecuencia, o rara vez experimentamos este estado? ¿El cansancio es un estado habitual en medio nuestro? ¿Buscamos la forma de evitarlo, o simplemente nos acostumbramos a vivir así?

La pregunta sobre el cansancio se nos hace presente, y requiere de nuestra atención.

El cansancio, que puede ser definido como esa falta de fuerzas que aparece después de realizar un esfuerzo físico, intelectual o emocional, es una realidad en la vida cotidiana y varía de persona en persona.

Observando los ámbitos urbanos, encontramos que el cansancio físico producido por el trabajo diario se ha visto muy reducido en los últimos tiempos. Esto se ha debido básicamente al uso de máquinas y herramientas que han reemplazado la fuerza humana, con el agregado de las facilidades del transporte moderno que permite movilizarnos con muy poco uso de nuestros músculos. Muchos de nosotros, al hacer un análisis de la actividad física realizada al concluir un día laboral, nos damos cuenta que solo hemos caminado algunos pocos metros.

Pero en clara oposición a este reducido cansancio físico, el cansancio intelectual es notablemente mayor que en épocas pasadas. Las ocupaciones laborales modernas están cada vez menos orientadas a un hacer físico, conjuntamente con la utilización de nuevas tecnologías que requieren una constante renovación del conocimiento. Todo esto provoca un mayor esfuerzo de pensamiento y razonamiento, lo que efectivamente conlleva al mencionado cansancio intelectual.

Y en un ambiente donde las relaciones interpersonales son cada vez más complejas, es que podemos notar un gran cansancio producto del esfuerzo emocional. De esta manera, los nuevos esquemas de pareja y familia hacen necesaria una mayor intensidad emocional, al tiempo que las relaciones laborales cada vez más complicadas, entre otras cosas, por la competitividad interpersonal, el fantasma de la desocupación siempre al acecho y la búsqueda de sentido a la ocupación diaria, cosas que hacen que cada vez exista un mayor esfuerzo emocional en esta área. Y en el ámbito de lo social, nos encontramos en comunidades asediadas por la inseguridad y la violencia, donde cada vez es más común encontrarnos con un gran cansancio emocional producto de vivencias o de noticias que muchas veces ponen en jaque la estabilidad de los esquemas emocionales personales.

Como podemos ver, esta falta de fuerzas se manifiesta de múltiples maneras, expresándose en un cansancio que nos agobia y hasta llega a inmovilizarnos. Frente a esto, nuestra sociedad actual ha tomado al descanso como un valor, como un elemento útil que se debe conseguir. El siglo pasado ha recibido con beneplácito el advenimiento de leyes sociales orientadas a regular la duración de la jornada laboral y el establecimiento del descanso semanal y anual, en un claro reconocimiento del derecho al descanso de todos los trabajadores. Pero más allá de estas conquistas fundamentales e importantes, con las que coincidimos plenamente, el descanso ha pasado a ser más que una necesidad o un derecho, para convertirse en un deseo, una aspiración que se busca con energía. Para satisfacer esta necesidad, encontramos innumerables propagandas promocionando todo lo relativo al descanso, entre los que encontramos elementos personales como calzado cómodo para andar mejor, colchones donde el sueño se transforma en un verdadero descanso, promociones de alimentos y bebidas energizantes, anuncios de sitios de vacaciones, y por qué no, cursos de relajación para combatir ese cansancio que no es físico, sino que tiene que ver más bien con la mente y las emociones.

Y al leer el texto del evangelio de Mateo, nos encontramos con Jesús hablando a gente cansada. Sus seguidores, hombres y mujeres del primer siglo, discípulos y gente común del pueblo, también eran personas a quienes les estaban faltando las fuerzas. Jesús conocía el cansancio de su época, que tal vez estaría asociado a un profundo malestar físico producto de las tareas manuales de una sociedad fundamentalmente agrícola, que además se movilizaba recorriendo grandes distancias caminando por senderos peligrosos y polvorientos. Pero además de esto, Jesús también conocía el cansancio, aún mayor, producto de la carga del sometimiento y la opresión que era sufrido por un pueblo dominado política, económica y culturalmente, y con una visión muy borrosa de futuro. Frente a esta gente cansada Jesús dice las palabras tan significativas y actuales: "Vengan a mí... y así encontrarán descanso"

La búsqueda del ser humano por descanso es incesante. Pero solamente el descanso verdadero se encuentra en Jesús. Descanso que nos permita recobrar las fuerzas no solamente para continuar con la necesaria actividad física, intelectual o emocional, sino fundamentalmente para enfrentar las situaciones de la vida, los temas familiares y laborales que nos afligen, los esquemas sociales que dominan, como así también el dolor y el sufrimiento por los que atravesamos.

Si el cansancio consiste en la falta de fuerzas para vivir, el descanso que ofrece Jesús es recibir nuevas fuerzas para la renovación de la vida. Es un descanso que va más allá de la recuperación muscular, de nuevas fuerzas para el intelecto y la atención de las necesidades emocionales. Es un descanso que también tiene que ver con la superación de la rutina, la repetición y la eliminación del vacío que produce el sinsentido de no poder cambiar las situaciones de la vida. Un descanso que permite luchar contra la frustración que aparece cuando el esfuerzo no encuentra su recompensa, y que se acentúa con la falta de horizontes. Un descanso que es recobrar fuerzas para hacer frente a las mentiras, las postergaciones y la dominación. Un descanso que es recobrar las ganas de luchar contra todo lo que se opone al Reino de Dios.

Pero el descanso que ofrece Jesús no es un descanso asociado a la inmovilidad, o a mantenerse esperando estáticamente en determinada posición o situación. Este descanso, este recobrar fuerzas, también implica una actividad, algo que somos invitados a hacer.

En la lógica de Jesús, el descanso, este recobrar fuerzas, se logra estando a su lado a través de una vida de trabajo y servicio. Es estar a la par de él mismo, donde la presencia y compañía de Jesús en la vida es lo que da esas nuevas fuerzas para seguir caminando hacia adelante. Al decir del Evangelio, es aceptar el yugo que nos ofrece Jesús. Este yugo, que en el ámbito rural es la pieza de madera que mantiene unidas las cabezas de los bueyes para que trabajen juntos, se transforma en una maravillosa herramienta para mantenernos unidos a Jesús mismo, caminando a la par, en un vínculo que no es ni pesado ni doloroso, sino todo lo contrario, ligero, liviano de llevar. Yugo que en definitiva nos hace descansar al tenerlo a él como guía y compañía, haciéndonos salir de nuestra propia centralidad, de nuestro yo, para llevarnos por el camino del servicio a los demás. Jesús nos ha dado el ejemplo; el descanso que él nos ofrece nos conduce por una vida de aprendizaje continuo, teniéndolo como maestro.

En medio del cansancio y las cargas de la vida, Jesús nos invita a ir a él. La respuesta a esta invitación es un acto de fe; es creer que solo en él podemos encontrar este descanso tan buscado.

Vengamos hoy a Jesús con nuestros cansancios y cargas. Solo así encontraremos descanso, el verdadero descanso. Amén.



Lic. Marcelo Mondini
Buenos Aires, Argentina
E-Mail: marcelo.mondini@hotmail

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