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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

Quinto domingo de Pentecostés, 13.07.2014

Sermón sobre Mateo 13:1-9, por Atilio Hunzicker

 

Aquel día, Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas. Les decía: «El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!».

Hermanas y hermanos; en este quinto domingo después de Pentecostés Jesús nos vuelve a relatar la tan conocida "parábola del sembrador". ¿Cómo escuchar a Jesús hoy en un mundo excitado por la pasión que general el fútbol a nivel mundial, o en medio del dolor del sufrimiento en oriente medio? Debemos hacer un esfuerzo para escuchar a Jesús que nos habla desde la barca. Él nos está invitando a mirar a un hombre, posiblemente descalzo, con una bolsa con granos, a modo de bandolera, que acompaña el ritmo de sus pasos con el ritmo de su brazo que una y otra vez toma un puñado de semillas y las va arrojando en arco a su lado. Él arroja parte de su riqueza a un destino incierto que es el lugar de la tierra que recibe a esas semillas. Miremos a ese sembrador que ahora está cansado y mirará su labor oculta hasta que en algunas semanas comiencen a asomar las primeras hojas de las plantas que han nacido.

El sembrador mirará al cielo en anhelo de lluvias, o esperará nubes que aplaque el sol que quema la tierra, o los vientos necesarios que favorecerán la polinización; él solo espera lo mejor para su siembra sin que mucho pueda hacer por ella.

Jesús nos muestra la necesidad del trabajo humano, el esfuerzo, el cansancio, y, al mismo tiempo, nos advierte que no basta solo un buen trabajo, son necesarios otros factores favorables para que el proceso entre la siembra y la cosecha llegue a buen final: el cien, el sesenta y el treinta por uno de frutos.

Podemos pensar que los primeros destinatarios de la parábola fueron los discípulos: fieles seguidores pero ansiosos, faltos de paciencia por los resultados de la propia siembra de Jesús en ellos y en el mundo. Jesús está diciéndoles: el esfuerzo de la siembra debemos hacerlo, la paciencia hasta la cosecha también debemos tenerla. De no ser así no seremos buenos sembradores del Reino de los Cielos.

Hermanas y hermanos: La iglesia y cada uno de nosotros debemos estar dispuestos, por gratitud al Padre, a tomar nuestro saco de semillas y esparcirlas por el mundo, ni la tierra ni las semillas son nuestras: pertenecen al Padre. Él también dispone la calidad de la tierra y la germinación de la semilla. La mayor tentación en la que podemos caer es que por cuidar la semilla, terminemos no sembrando nada, es decir no anunciando el evangelio, no comunicando la Palabra de nuestro Dios en la tierra del mundo.

Ninguna siembra es inútil en la economía y los caminos del Reino. Y este es otro aspecto fundamental a tener siempre en cuenta en nuestra vida de fe. La economía dominante de este mundo basada en la relación costos - beneficios, de la especulación y la renta máxima, de la acumulación y el consumo exacerbado no corresponde, en ninguno de sus términos, con la economía de Reino de los Cielos. La economía del Reino de los Cielos se sustenta en el inagotable amor de Dios, en su infinita misericordia y compasión, puestas por Jesús a nuestra disposición.

Es Jesús quien llena nuestra bolsa con semilla plena de poder germinativo, es él quien camina a nuestro lado cuando sembramos, es él quien se sienta a nuestro lado esperando la germinación y el tiempo de la cosecha.

Siempre habrá pájaros hambrientos por semillas, siempre habrá piedras que impidan el desarrollo de las raíces, siempre habrá maleza que ahogue a las jóvenes plantas; pero siempre está la tierra fértil que espera a la semilla para germinarla y nutrirla para una cosecha abundante. Y seguramente hay más tierra fértil que la que nosotros, con nuestros mezquinos cálculos podemos ver.

Hermanas y hermanos: bienaventurados los que con alegría, coraje y fuerzas portan las semillas del Reino para esparcirlas. Amén.

 



Pastor Atilio Hunzicker
Buenos Aires, Argentina
E-Mail: ajh54@hotmail.com

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