Göttinger Predigten

Choose your language:
deutsch English español
português dansk

Startseite

Aktuelle Predigten

Archiv

Besondere Gelegenheiten

Suche

Links

Konzeption

Unsere Autoren weltweit

Kontakt
ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

Quinto domingo de Pentecostés, 13.07.2014

Hacer lugar a la humildad
Sermón sobre Mateo 13:1-9.18-23, por Fabián Paré

 

«...el hombre que escucha la Palabra,
y las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan,
no puede dar fruto.» Mateo 13, 1-9.18-23

El logos o Palabra, hace referencia a Cristo, escuchar la Palabra es escuchar a Cristo. Recordemos que Cristo puede ser en la humildad y paciencia, escuchar a Cristo equivale a escuchar la humildad y paciencia, o al humilde y paciente. Hoy podemos mejorar la comprensión de lo que es Cristo incorporando la figura de la semilla sembrada; necesitaremos reubicarnos en los personajes de esta parábola. La escena nos muestra un sembrador, semillas y terrenos en donde caen las semillas. El sembrador se enlaza con la figura del discipulado y apostolado que se viene elaborando desde Mt 10, la semilla es el Cristo-reino, los terrenos diferentes refieren a este mundo humano con sus particularidades acordes a las situaciones y lugares donde el que siembra debe pasar, y el fruto como resultado del trabajo.

Si nos detuviéramos a pensar que el sembrador es poco organizado en su trabajo, dado que desparrama semillas en lugares en que obviamente no crecerán (entre espinos, piedras, bordes de caminos), forzaríamos la parábola a condicionamientos innecesarios. El sembrador es el que trabaja para Dios, y su trabajo no debe estar condicionado a ‘determinados terrenos', su labor debe extenderse por donde esté, y en todo lugar debe ser humilde y paciente. Esa humildad y paciencia se hace parte de la ‘semilla', todo sembrador del reino de Dios, se caracteriza por su humildad y paciencia. Recuerdo ya que Marshall McLuhan propone la idea de que ‘el medio es el mensaje', el mensaje se vuelve el mismo medio en que es conducido. La semilla se vuelve como el sembrador al ser sembrada. Si el sembrador de la parábola demarcara mucho el terreno en el que tirará la semilla, estaría haciendo acepción de terrenos, discriminando, diferenciando, seleccionando y apartando lo que considere ‘tierra' poco productiva. En esa actitud el sembrador carecería de toda humildad y paciencia, por ende sería poco probable que de la semilla que esparciera broten humildad y paciencia, más bien podría brotar discriminación y xenofobia. Si predico paz, debo actuar pacíficamente; si hablo de amor y misericordia, debo sentir ese amor y la ausencia de ese amor y dignidad en mi entorno; si predico a Cristo, él debe ser el mayor y sublime ejemplo con el que debo educar mi vida. ¿Cómo se conoce a un falso profeta? Pues en la soberbia y arrogancia, discriminación y división producto de ‘sus' semillas.

Las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas ahogan la vida de la semilla, ó el ombligo de cada quién ahoga la presencia de Cristo. Así como la humildad implica el reconocimiento y respeto por otra persona más el valorar todo lo que tiene vida, la mirada puesta únicamente en las razones y argumentos de interés propio, destruye la posibilidad de ser prójimos. Si el único afán en la vida tiene que ver con nuestra propia persona, terminaremos rodeados únicamente de aquellos/as que se alineen detrás de ese propósito egoísta y de acuerdo en descalificar a los que no se alinean. No hay posibilidad de que Cristo habite en los egoísmos des-calificadores de otros. Sin embargo el anuncio de Cristo se realiza, a veces por las personas que menos imaginamos, porque cualquier persona puede ser y actuar con humildad, la pregunta es ¿cuánto espacio le vamos a dar al humilde y a la paciencia en nuestras vidas?, ¿hasta dónde estaremos dispuestos/as a practicar esa humildad sin seleccionar con quién?, ¿seremos pacientes y capaces de hacer indeclinable nuestra humildad aun ante la soberbia y egoísmos del entorno?

El sembrador se hace uno con lo que siembra, y da fruto. El sembrador de Dios nunca produce frutos propios, los frutos son para Cristo, son para la humildad. Es muy difícil lograr un fruto para Cristo sembrando agresiones, división, alineación a proyectos personalistas, segregando y seleccionando los ‘merecedores' de ‘mi' siembra. La persona de fe cristiana encuentra el sentido de la vida en sembrar, no para beneficios personales, sino para un bienestar común; no para satisfacer su egoísmo, sino para que los demás puedan estar bien. El fruto del compartir la fe cristiana es multiplicar la motivación y organización para dar más espacio a la humildad y sencillez de corazón en la relación interpersonal o convivencia. Cada persona bautizada desde el rol que le toca vivir en este mundo no debe dejar que se ahogue su fe, y solo podrá hacerlo en atención y servicio humilde y paciente en su convivencia.




pastor luterano Fabián Paré
Eldorado, Misiones, Argentina
E-Mail: fabianpare@hotmail.com

(zurück zum Seitenanfang)