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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

Sexto Domingo de Pentecostés, 20.07.2014

Sermón sobre Mateo 13:24-30; 36-43, por Hugo N. Santos

 

Esta parábola nos habla acerca de cómo somos nosotros...y cómo es Dios. Más aun, la parábola del trigo y la cizaña es una respuesta a una de las preguntas más antiguas que los creyentes se han hecho y que la gente consulta con aquellos que creen: ¿Por qué prosperan los malos? ¿No se haría mucho más visible la justicia divina si Dios los arrancara de raíz? ¿No deberían los cristianos llevar a cabo esta obra como un servicio a Dios?

La parábola no responde en términos filosóficos, pero plantea que Dios tiene como plan traer su Reino, pero que este es como una cosecha, y será al final de esta la distinción entre justos e injustos. Mientras tanto, los justos no han de tratar de arrancar a los injustos, porque podría suceder que se malogre también la buena cosecha.

Hablando de historia, un ejemplo de esto se dio en la Inquisición. Cuando la iglesia se dio a esta no sufrieron solo los "herejes", a quienes se condenó al fuego, sino toda la iglesia. Sin ir tan lejos, a veces existen grupos que se consideran guardianes de la moral ajena haciendo sufrir no solo a quienes condenan, sino a toda la comunidad de fe y amor. No nos toca a nosotros separar la cizaña del trigo, esto es tarea de Dios. A nosotros nos toca llevar el mejor fruto buscando producir nuestro mejor trigo.

Un amo que siembra el grano en el campo, un enemigo que realiza su acción a hurtadillas y que siembra la cizaña. La cizaña es una planta dañina. Los judíos la llamaban venenosa, tiene la particularidad que al despuntar se confunde con el trigo porque es muy parecida a los brotes de este. Solo se descubre que es cizaña cuando ha crecido.

El dueño no abandona su propia obra, pero no se deja atrapar por la ansiedad de los seguidores e impide que se realice una brutal limpieza del campo en nombre de la pureza del trigo. Los trabajadores estaban equivocados: el mal y el bien están más entrelazados de lo que uno supone. ¿Qué es el campo? Puede ser la creación, puede ser la iglesia, puede ser tu vida, puede ser mi vida.

Mateo es el único de los Evangelios que narra esta parábola del trigo y la cizaña. En la comunidad de Mateo había cristianos que querían una iglesia pura y pensaban que todos los pecadores debían de ser expulsados. Jesús se mostró contrario al rigorismo y denunció a aquellos que aparentaban ser perfectos. "Sepulcros blanqueados", les dijo.

¡Cuántas cosas horribles se han hecho en la historia, en la iglesia, en la vida, en nombre de los más nobles ideales! El amo, Dios, no se deja atrapar por la impaciencia. No es que le guste ver la cizaña en medio del grano: todo lo contrario, pero se opone al celo intempestivo de los que quieren arrancar inmediatamente la cizaña.

Dios tiene tiempo, Dios da tiempo, Dios necesita tiempo, Dios sabe esperar. La cita se fija al final, en el momento de la siega. La selección se hará entonces, no ahora. Nosotros tenemos la manía de separar, discriminar, seleccionar, clasificar. Somos especialistas en poner etiquetas, como si fuera posible definir a un ser humano con una o dos palabras. Somos maniqueos, las cosas son malas o buenas. Confundimos santidad con separación.

Queremos erradicar el mal, clasificando a las personas como si fueran productos de un supermercado. Queremos decidir nosotros quien es cizaña y quien es el trigo bueno. Si nos dejan quisiéramos enseñarle un poco de botánica a Dios. Quisiéramos poseer el herbicida infalible. Con el pretexto de combatir el mal, uno siempre se pone en contra de alguien.

Nos cuesta aceptar la estratégica paciencia de Dios. Dios es Señor de la historia y Él ha elegido su propio método. De justicia, pero con misericordia.

La presencia del mal no es un hecho excepcional. El pecado evidente o escondido siempre estará presente. No hay que admirarse de que el mal esté mezclado con el bien. Que los dos crezcan juntos y coexistan en el mismo campo. La ciencia de la psicología profunda ha demostrado que ciertas conductas calificadas como "buenas" están motivadas por conflictos no resueltos y que ciertos comportamientos inadecuados son producto de buenas intenciones que fueron mal canalizadas (¿o no hemos visto alguna vez a alguien que queriendo defender algo justo entró en un estado de enojo tal que generó violencia y división?). "Lo esencial es invisible a los ojos" decía el Principito. Solo Dios considera nuestros actos en lo profundo y desde el comienzo de nuestra vida misma. Así lo entiende el autor del Salmo 139 cuando dice: "Señor tú me has examinado y me conoces, tu conoces todas mis acciones...oh, Dios, examíname, reconoce mi corazón; pónme a prueba, reconoce mis pensamientos; mira si voy por el camino del mal, y guíame por el camino eterno".

La iglesia es santa por la gracia de Dios, pero también pecadora por la acción de los humanos.En nuestro corazón hay trigo y hay cizaña. El ser humano no tiene derecho a anticipar el juicio final. Eso le corresponde a Dios, es tarea suya. La fecha la establece Dios, no nuestros calendarios.

Los metros con los cuales juzgamos a nuestros semejantes están fallados. Dios es el único que posee el correcto. Nuestras evaluaciones están determinadas a menudo por la manera en como ponemos nuestros ojos. Hay gente que solo ve suciedad, corrupción, falsedad, violencia, maldad en sus prójimos.

La parábola del trigo y la cizaña nos invita a no precipitarnos. No nos toca a nosotros juzgar con ligereza a nuestro prójimo o los hechos de la vida. Menos aún condenar o excomulgar a aquellos que no cumplen con el "ideal" cristiano que nosotros creamos y que seguramente no es tan perfecto como nosotros a veces pensamos.

La tendencia a separar la cizaña del trigo pareciera una conducta muy humana. Cuando lo hacemos solemos nosotros colocarnos del lado del trigo limpio. Pero haciéndolo así, nos incapacitamos para ver con claridad qué sectores de nuestra vida están cargados con cizaña que a veces se entrelaza con lo que significamos como lo bueno de nosotros. Reconociendo esas partes, pidiendo a Dios que nos ayude a descubrirlas, aprendemos a no ser creyentes necios y arrogantes, para seguir humildemente un camino de crecimiento, cambio y discernimiento en relación con lo que el Señor espera de nosotros.




Pastor Hugo N. Santos
Buenos Aires, Argentina
E-Mail: hnsantos@ciudad.com.ar

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