Göttinger Predigten

Choose your language:
deutsch English español
português dansk

Startseite

Aktuelle Predigten

Archiv

Besondere Gelegenheiten

Suche

Links

Konzeption

Unsere Autoren weltweit

Kontakt
ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

Séptimo domingo de Pentecostés, 27.07.2014

Sermón sobre Mateo 13:31-33, por Hugo N. Santos

 

Las parábolas de Jesús son una parte importante de su método terapéutico para expresar la verdad de Dios quien es el verdadero sanador para nuestra vida. Las parábolas son como una especie de llave que abre un cofre lleno de tesoros para encontrar los signos de Dios. El capítulo 13 de Mateo tiene 8 parábolas que son mensajes en torno al Reino de Dios. Pero no apuntan simplemente a abstracciones. No solo desarrollan y explican, a través de imágenes, aquello que es la estrategia de Dios sino también está implícito en las palabras de Jesús un camino para transformar nuestra vida de modo que podemos cambiar nuestra falta de esperanza y desorientación en una actitud de confianza y optimismo, nuestros dolores y problemas en resoluciones adecuadas o experiencias de aprendizaje.

En la reflexión de hoy estamos ante dos parábolas de Jesús: la parábola de la semilla de mostaza y la de la levadura. Me gustaría que pensemos estas dos pequeñas historias como algo que acontece todos los días en la vida de cada uno de nosotros. Nótese que Jesús está hablando sobre el Reino de los Cielos. Ambas tienen algunas cosas en común: se habla de lo pequeño, lo insignificante, lo escondido. Pero en ambas se ve que ese inicio pequeño y escondido, en el caso de la semilla se vuelve árbol y en el de la levadura leuda toda la masa. Jesús indica que las grandes cosas comienzan con cosas insignificantes.

Es decir, lo primero que salta a la vista es que el Reino de los Cielos no se presenta con sonidos o anuncios que suponen un poder obvio y ensordecedor sino que viene, al menos inicialmente, en lo pequeño y apenas perceptible.

Reconozcámoslo, nosotros tendemos a buscar a Dios en lo espectacular y prodigioso y no en lo pequeño e insignificante. Por eso a los galileos les costaba entender cuando Jesús les decía que Dios ya estaba actuando en el mundo.

Jesús tuvo necesidad de enseñarles a captar la presencia salvadora de Dios de otra manera: la vida es mucho más de lo que se ve, mientras vamos viviendo la vida sin que pareciera que no pasa nada especial, algo misterioso está ocurriendo en el interior de ella.

No necesitamos buscar el Reino de los Cielos en el futuro. Está ya aquí cuando nos comportamos en la tierra en consonancia con la voluntad de Dios. El que la vida se vuelva transparente es el objetivo de las parábolas. Lutero lo decía de este modo: "Mientras yo tomo mi pequeño vaso de cerveza en Wittenberg el Evangelio sigue su curso". Cuando comas los ravioles, mientras estés dibujando un plano, mientras estés curando a un enfermo... hagas lo que hagas, el Evangelio sigue su curso. En el Evangelio de Marcos, en el texto paralelo se lo expresa más claramente: "Duerma o vele de noche o de día (el sembrador) el grano germina y crece, sin que Él sepa cómo" (4:27).

Con esa fe vivía Jesús. Podemos no experimentar nada extraordinario, pero Dios está actuando en el mundo. Su fuerza no se detiene, ese Reino está aquí y ahora. Se necesita fe y paciencia para mirar los hechos de la vida más profundamente e intuir en ellos la acción secreta de Dios.

Dios ve debajo de la tierra y adentro de la masa, por eso estas parábolas de Jesús son un modo de correr el velo que muestra lo que está más allá de lo manifiesto, del tamaño aparente y del carácter pasajero de las cosas. Porque este futuro de Dios nació para durar y nació para crecer. Pero crece de acuerdo a los tiempos de Dios que no son los nuestros.

Esto es lo que predicaba Jesús desde el principio de su misión, que Dios está tratando de transformar al mundo, que su Reino está llegando. Que su Reino es como una levadura que una mujer esconde en la masa de harina para que todo quede fermentado. Así actúa Dios. No viene a imponer desde afuera su poder a la manera de las grandes potencias y de los poderosos de este mundo, sino viene a transformar la vida desde adentro, de manera callada y oculta.

Y esta manera de actuar de Dios debe ser el modelo del accionar de los que participan de su proyecto. Se trata de ser como levadura que introduce en el mundo Su verdad, Su justicia y Su amor, pero con fuerza y convicción transformadora. Así debe ser nuestro accionar en medio de la vida cotidiana en que nos enfrentamos compartiendo las luchas de la gente a partir de nuestra vida que va siendo transformada por el Evangelio.

En ese proceso Jesús valorizó las cosas pequeñas, miró a la viuda que ponía unas monedas en el plato de las ofrendas al lado de las ofrendas de los ricos y dijo que era la que más había puesto. Que había que ser como ese niño que puso en medio de los adultos porque "de los tales era el Reino de los Cielos".

La harina representa aquello que es solo polvo, aquello que se escurre entre los dedos. La harina puede ser el símbolo de todo lo que se nos escapa de las manos, empezando por nuestra propia vida. Ella puede ser dispersada por el viento, pero si se mezcla esa harina con la levadura se produce algo nuevo.

Jesús quiere que le demos valor a nuestra vida. Cuando se mezcla la levadura del Reino con la harina se produce un pan para alimentarnos y alimentar. He aquí una idea sugerente para descubrir el sentido del buen vivir. Cuando el Reino de Dios llega a la vida todo en nosotros se va convirtiendo en un pan que alimenta. Nuestra tarea es dejar y promover que la levadura del Espíritu de Dios invada todo nuestro ser. Que se vaya dando en el interior nuestro una permeabilidad para recibir ese Espíritu, es decir permitir que Dios produzca algo en nosotros. Hace falta mezclar nuestra cotidianeidad con la levadura y así todo será distinto.

¡Qué razón tenía Jesús cuando decía que lo primero que debemos pedirle al Señor es el Espíritu Santo que es el Espíritu del Reino! A partir de ahí la vida cobra un nuevo sentido y nuestra visión se modifica. Aun cuando sectores de nuestra vida pasen por el conflicto y la enfermedad hay una nueva actitud para poder enfrentarlos.

La promesa es que la semilla crece, que el Reino crece y que los pequeños gestos y acciones que hagamos en la línea del Reino no van a ser en vano y de alguna manera van a avanzar hacia los frutos.

La sonrisa que hagamos a otros, la actitud amable, el saludo donde expresamos que el otro no nos es indiferente, la ayuda hacia el que nos pide algo que podemos dar. Son esos gestos hechos con esperanza que habrán de hacer crecer la semilla, pero hechos con la esperanza que el Reino igual que la semilla crece por el poder que Dios mismo infunde más que por los planes y realizaciones nuestras.

Dios produce la curación del ser humano en lo oculto. Bajo la apariencia de lo pequeño e insignificante se esconde el gran misterio de la curación divina.

De una semillita ha surgido una realidad llena de vida que puede recibir a mucha gente así como una multitud de pájaros van a anidar a las ramas que surgieron de la pequeña semilla de mostaza. Tendríamos que preguntarnos a la luz de esto si nuestras comunidades están convirtiéndose en un espacio donde la gente pueda acercarse y encontrar protección y calor fraterno.

La semilla, la levadura, un mensaje de Jesús que es una invitación a la espiritualidad de la confianza que nos lleva a pedir que actúe su gracia en lo secreto de nuestra vida y en las comunidades a las que pertenecemos. Que el Señor nos ayude a mantener esa confianza nacida de la fe. Amén.




Pastor Hugo N. Santos
Buenos Aires, Argentina
E-Mail: hnsantos@ciudad.com.ar

(zurück zum Seitenanfang)