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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

Octavo domingo de Pentecostés, 03.08.2014

Ser generosos con Dios
Sermón sobre Mateo 14:13-21, por Romina Laura Roger

Leer y releer un texto nos suele poner en dos lugares diferentes: uno, el de dar por sabidas las cosas (su origen, significado, sus detalles lingüísticos...) y de esa forma asumir que ya sabemos lo que quiere decir y a qué situaciones puedo aplicarlo; la otra, es tratar de encontrarle las hendiduras inexploradas para hallar algo totalmente novedoso para la reflexión y el aprendizaje evangélico... algo muchas veces frustrante, porque no logramos dar con ese resquicio. A mitad de camino, la mayoría de nosotros tratamos de re - aprehender de los textos bíblicos conocidos, buscando luz en nuestra vida cotidiana.

Eso pensé al encontrarme con el texto de hoy, un texto tan conocido, que lo podríamos leer de memoria. Un texto tan presente, que está relatado en los cuatro evangelios, el único milagro de Jesús relatado en los cuatro evangelios. Un texto que hemos asociado muchas veces como un anticipo de lo que será luego el partimiento del pan de Jesús con sus discípulos en la última cena... un texto que hemos reflexionado muchas veces en la dimensión simbólica de los números que contiene (7 la cantidad de panes y pescados, el número de lo completo, y 12 las canastas sobrantes asociadas a las tribus de Israel y al número de discípulos)... la compasión de Jesús, y el sentido del milagro en compartir.

Todo ello, en efecto, hace a nuestro texto, y tiene validez para nuestra comprensión, y ¿entonces? Quiero guiar nuestra reflexión partiendo desde el lugar donde está el texto. El capítulo 13 del evangelio de Mateo termina con Jesús rechazado en su pueblo. Luego, el capítulo 14 comienza contando la historia de la decapitación de Juan Bautista en las manos de Herodes, todo ello a partir de que el mismo Herodes escucha de Jesús y cree que él es Juan Bautista resucitado. El texto cuenta la historia de la fiesta de cumpleaños de Herodes, la cual concluye con la decapitación de Juan el Bautista a pedido de Herodías  y como regalo prometido a su danza.

Ya desde aquí, vemos un punto de identificación y un contraste importante con nuestro texto. El banquete selecto de Herodes, y la comida de Jesús para los cinco mil. La opulencia frente al alimento básico y necesario, el pan. El odio por la predicación y denuncia de Juan que termina la fiesta en su muerte, frente a Jesús que se compadece y siente las necesidades de la personas, y les regala vida.

Nos dice el texto que Jesús recibió la noticia de la muerte de Juan y se retiró  solitario, en una barca. Probablemente como lo haríamos cualquiera de nosotros ante la noticia de la muerte de alguien que significa algo importante para nuestra vida. Y las personas, en grupos, grandes o pequeños, lo siguieron por tierra, caminando y allí los encuentra Jesús al desembarcar, una multitud de personas que lo espera.

Las personas lo siguen porque están deseosos de escuchar su palabra. Recordemos que en los textos previos Jesús les habla y predica acerca del Reino de Dios, y esa predicación a través de las parábolas, de historias relacionadas a su vida cotidiana,  hablan de crecimiento, de tesoros, de una vida nueva y diferente. Les hablaba en su idioma, en su lenguaje y a su realidad, y además se involucra en su realidad y en su necesidad curando, porque en nuestro texto Jesús baja de la barca a sanar a los enfermos como primera acción.

Jesús sanando. Una imagen que recorremos en los evangelios como una constante, que en este texto parece perderse en el milagro de la alimentación de los cinco mil, pero que no debería, porque es parte del ministerio de Jesús: sanar a los enfermos y saciar el hambre de los que buscan el alimento. Y es lo mismo que sigue haciendo con nosotros.

Jesús les habla, y en ese hablar se le va la tarde... se pasan las horas. No es que una multitud hambrienta se le acerca para pedirle comida, para alimentarse, sino que se hace tarde y es hora de comer. Por eso es que los discípulos lo advierten. Es más bien un tema práctico, mucha gente, sin comida, y hasta es probable que ellos también sientan ya hambre. Es como si quisieran volverlo a Jesús a la realidad para que se dé cuenta que las personas necesitan tiempo para volver al pueblo y comer, antes que la situación se torne más compleja, molesta, o incluso conflictiva.

Y Jesús responde, contra toda razonabilidad aparente: "No tienen que irse. Denles ustedes mismos de comer." (v. 16). Es probable que esa actitud sea también una forma diferente de percibir las cosas: para los discípulos, la multitud es casi un problema. Para Jesús una oportunidad de mostrar la realidad del Reino que viene predicando, donde hace suyo el dolor de las personas y su hambre, y busca saciarlos.  

La primera reacción de los discípulos es un poco de incredulidad, o de protesta ante lo imposible que pide Jesús: Ni juntando todo los que tenemos alcanza para que le toque un pedacito a cada uno. A lo sumo tenemos para nuestro grupito, cinco panes, dos pescados.

Aún así, los discípulos aportan la base del alimento para la multitud. "Tráiganmelos acá -les dijo Jesús".  Y lo que en las manos de los discípulos eran apenas cinco panes y dos peces, poca cosa, en las manos de Jesús es algo más. Las mismas manos que sanaban a los enfermos, son capaces de saciar a los hambrientos. La suma real de ese 5+2, es mucho más con Jesús.

Por eso Jesús actúa a partir de lo que los discípulos le ofrecen: "Y mandó a la gente que se sentara sobre la hierba. Tomó los cinco panes y los dos pescados y, mirando al cielo, los bendijo. Luego partió los panes y se los dio a los discípulos, quienes los repartieron a la gente" (v. 19).  Hasta el momento en que reparte el pan, nada detalla un evento espectacular o increíble o llamativo. Pero a través de esa escasez (cinco panes, dos pescados) sucede el extraordinario banquete.

Los discípulos reparten el pan, y "todos comieron hasta quedar satisfechos" (v. 20).  Aquí es donde vemos verdaderamente que algo especial aconteció... todos están saciados, y aún más, sobran doce canastas. Aunque la multitud no parece maravillada, sino solo parece sentirse parte del Reino al cual Jesús los ha invitado,  ha transformado esa preocupación estricta y típica de las personas -los discípulos en este caso- en salud, y saciedad del hambre, a través de la simple práctica de poner lo que tienen a disposición de Jesús. 

Para que este milagro ocurriera, era importante que los discípulos obedecieran a ese "denles ustedes de comer", como lo es para nosotros hoy. Jesús toma la contribución de los discípulos, como toma  nuestra contribución, por pequeña  que sea, y la hace bastar. Jesús toma lo que le traemos y multiplica para que sea suficiente, e incluso más que suficiente.

Estamos tentados a creer que no tenemos nada que ofrecer al enfrentarnos con las necesidades abrumadoras que nos rodean, o simplemente con la tarea y la misión.  Decimos: "solo tenemos esto... no alcanza". Pero Jesús sigue diciendo: "tráiganmelo acá".

Porque de esa forma, cuando ponemos a disposición dejamos que actúe la gracia, y transforme la realidad, y haya salud, y podamos saciarnos. Hace que puedan surgir nuevas posibilidades de la nada. Abre espacios nuevos y formas de relacionarnos diferentes, que manifiestan el Reino de Dios.

Quiera Dios que podamos ser generosos con nuestra vida, nuestros dones, y nuestros bienes, y los pongamos confiadamente en sus manos y a su servicio, para que así se multipliquen y suceda el milagro.



Lic. Romina Laura Roger
Buenos Aires
E-Mail: romina.roger@gmail.com

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