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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

Noveno domingo de Pentecostés, 10.08.2014

El desafío de caminar sin hundirse
Sermón sobre Mateo 14:22-33, por Alicia Woelflin

Después de la multiplicación de los panes, Jesús hace que sus discípulos crucen el lago, mientras él despide a la gente y sube a un monte a orar a solas.

No sabemos si su alejamiento tiene que ver con su necesidad de descanso después de la ardua tarea con la gente, según el relato de Juan (Juan 6: 15). Jesús ora porque el pueblo quería hacerlo rey, pero sabemos que  Jesús se retira a orar buscando nuevas fuerzas en el encuentro con Dios.

Mateo quiere trasmitir un mensaje a la comunidad post pascual  y  nos muestra a Jesús caminando sobre las aguas, un milagro muy narrado en la antigüedad para indicar poder. El Antiguo Testamento le atribuye a Dios este poder.

La tormenta  refiere a  la soledad de los discípulos separados de Jesús después de su muerte y resurrección y en medio de grandes dificultades. Jesús se acerca indicando su preocupación por la comunidad, los discípulos se asustan y Jesús los tranquiliza.

No es la furia de la tempestad el tema central, sino la débil confianza de los discípulos y la voz tranquilizadora de Jesús. Esta es  la situación de la iglesia primitiva: la lejanía de Jesús, dudas,  pérdida de confianza, inseguridad al  enfrentar la fuerza arrolladora de los vientos de la historia.

Pedro le pide  a Jesús ir hacia él, empieza dando pasos firmes, pero pierde la confianza y comienza a hundirse. En medio del caos clama al Señor. La duda de Pedro surge a partir  de prestar  más atención a lo que pasaba a su alrededor que a la voz de Jesús y Jesús lo salva, haciéndole notar su poca fe y sus dudas.

El relato nos muestra que se puede ver a Jesús sin reconocerlo y entonces irrumpe la angustia, pero cuando se comprende su palabra salvadora, surge la aceptación plena de la fe.

 El texto culmina con el reconocimiento y confesión  por parte  de los discípulos  de que Jesús es verdaderamente el Hijo de Dios, no por su poder sobre la naturaleza, sino por ser quien salva.  

 Podríamos decir que Pedro es un buen representante de los discípulos de ayer,  de hoy y de siempre .Tiene ardor y fe, pero cuando le entra el miedo,  titubea; confiesa a Jesús como Señor, pero considera que no se ocupa lo suficiente de la comunidad.

Pedro cree en el poder milagroso de Jesús, pero no en la fuerza de la fe. Confía en los milagros, pero no en la entrega cotidiana cuando hay que resolver las dificultades sin milagros. El desafío es lograr una fe serena y llena de confianza.

Es indudable que todos estaremos alguna vez en dificultades, en situaciones límites, como Pedro a punto de hundirse en una tormenta.

Entonces surge la imagen de un Dios milagroso y espectacular en sus intervenciones. Es el famoso Dios "llame ya", del que nos acordamos para que muestre su poder y a la manera de un mago o un ilusionista nos resuelva la vida, pero el Evangelio no nos muestra a un "mago" haciendo alarde de su poder,  nos muestra a Jesús haciendo bien a la gente  y orando cuando surge la tentación. La oración invita a cumplir la voluntad de Dios y a asumir la propia responsabilidad, sabiendo que Dios nos da las fuerzas necesarias para enfrentar las adversidades.

Pero muchas veces es más fácil actuar como niños pequeños  y esperar a que todo lo haga el otro, que tiene poder, sea este Dios, o alguien a quien le concedemos ese poder , casi divino,  para actuar  en nuestras vidas  y evitarnos el esfuerzo. Es una conducta infantil e inmadura y pedimos a Dios, lo que nosotros deberíamos poder hacer porque es nuestra responsabilidad y además le reclamamos por sentirlo lejos de nuestras necesidades.

Entonces surge la gran duda de la fe, si esta es nuestra tarea..., si Dios no está dispuesto a hacer un milagrito... ¿Será que se ocupa de nosotros y nos va a extender la mano para que la iglesia no se hunda y salga a flote de tantos problemas?

Nos desespera el silencio de Dios, olvidándonos que nuestro desafío humano pasa por afrontar las dificultades desde nosotros mismos, resolverlas y también  aceptar  que hay situaciones  que no podemos controlar. Dios hace lo suyo, que es darnos la vida y lo necesario para afrontar con la fuerza de su espíritu lo que nos va deparando el camino con sus vientos contrarios... y sus brisas apacibles.

Muchas veces, como  Pedro, sentimos que nos hundimos en la angustia, en la desesperación y nos cuesta reconocer que existe Dios y que se ocupa de la gente, que se ocupa de nosotros , que no está ajeno a lo que vivimos , a lo que nos duele ...

Es una vieja duda que atraviesa toda la historia bíblica, desde un Abraham que no puede tener un hijo  o que está a punto de perderlo, hasta un Job que pierde todo lo que tiene en un corto plazo, y como olvidar al pueblo hebreo oprimido por  otros pueblos....

El  evangelio de hoy nos invita a recordar que los hombres y mujeres de fe, no tenemos milagros disponibles a nuestro alcance,  ni ventajas  de cara a la existencia. No tenemos  recetas mágicas, ni milagros a medida para enfrentar nuestros problemas, pero tenemos una fe  que no se apoya en eventos espectaculares, ni éxitos fundados en privilegios,  sino que es una serena confianza para enfrentar la vida sin caer en el pozo de la desesperación.

Aprender a enfrentar  las tormentas  de la vida con serenidad y confianza, no es tarea fácil, ni se aprende como la tabla de multiplicar, que una vez aprendida, podemos repetirla tal cual  a lo largo de toda nuestra vida, pero hacer el intento cotidiano de crecer en serenidad y confianza,  nos muestra en alguna medida nuestra fe en Dios  y nuestra confianza en nosotros mismos. Porque Dios no está fuera de nosotros,  sino en lo que pensamos, sentimos y hacemos.

En la vida comunitaria, el proceso es el mismo. La fe no otorga facilidades, ni privilegios. Compartimos el mensaje con dificultades,  con esfuerzo, si hablamos de milagros, hasta pueden acusarnos de embaucadores y deshonestos.

Cuando hay problemas en la comunidad, cuando los vientos  de la vida misma soplan despiadados sembrando conflicto, desesperanza y  dudas, no hay un teléfono especial con Dios a cuya línea tienen acceso solo unos pocos y privilegiados: hay que reunirse, discutir,   enfrentarse aún sin poder encontrar solución  y seguir buscando...

Dios nos pide que nos pongamos de pie frente a las tormentas, nos afirmemos en la fe, que nos asegura la presencia de aquel que sana y salva en medio de su pueblo, que pensemos y reflexionemos, que hagamos planes, que evaluemos esos planes en tiempo  y forma , para que podamos disfrutar de nuestros logros conjuntos, no porque el Señor de la vida y de la historia  se desentiende  de ellos , sino porque él está presente en ese esfuerzo de hombres y mujeres comprometidos. Y esa confianza en la acción de Dios en medio de nuestras acciones humanas nos fortalece e impulsa a buscar el mejor camino para cumplir el plan de Dios.

Pero porque este caminar por las aguas de la vida  confiadamente, tiene que ver con una actitud que puede crecer, pero también puede disminuir y hasta desaparecer, es importante estar siempre atentos. Las situaciones límites suelen producir dos efectos contrarios: o debilitan la fe y hasta provocan rechazo, o son vividas como un despertar a la fe con esperanza. Lo importante es la aceptación de nuestra condición humana limitada  y conflictiva de por sí. Cuando alguien sufre por su fe  y cae en la desconfianza o desesperación es importante dejarle espacio para el desahogo y comprender que se trata de una persona que sufre por su impotencia frente a un problema que la supera. La fe va siempre acompañada de amor, comprensión, espera  y confianza en el otro. Es a partir de esa fe serena  en el Señor extendiendo su mano y saliendo a nuestro encuentro,  en el encuentro con el hermano, aún en el disenso, de donde recibiremos las fuerzas para no hundirnos en nuestros temores e inseguridades, descubriendo en calma,  el auténtico rostro de Jesús, capaz de ahuyentar los fantasmas que  muchas veces, nosotros mismos creamos.

Si queremos abandonar una fe infantil e inmadura, debemos reconocer que nuestras comunidades siempre estarán expuestas a vientos que amenazan con destruirlas. Cada uno de nosotros, haciendo un pequeño esfuerzo, podría seguramente hasta ponerle nombre propio a estos "fabricantes de tormentas", pero tanto el peligro, como el poder para enfrentar estas tormentas  no están afuera de la comunidad , sino dentro de ella.

Si tomamos decisiones por miedo, poniendo la mirada en la tormenta,  y no en el que "salva"  en medio de ella,  a la manera de Pedro, es posible que veamos fantasmas, donde deberíamos reconocer el rostro de Jesús  saliendo a nuestro encuentro.

El evangelio nos desafía a vivir una fe serena y confiada en el Señor resucitado, que sostenida en el poder del amor y el respeto nos ayude a  enfrentar las adversidades, en la seguridad de que Dios está siempre con nosotros. Ese Dios cercano, que en Jesús, disipa nuestras tormentas y nos  impulsa cual suave brisa a seguir "remando"... Porque Dios no está fuera de nosotros,  sino en lo que pensamos, sentimos y hacemos.

Para seguir pensando...

Nadie puede...( fragmento)  en  Reflexiones para el Alma de  José l. Prieto.

Nadie alcanza la meta con un solo intento, ni perfecciona su vida con una sola rectificación...Nadie alcanza la altura necesaria con un solo vuelo...

Nadie camina la vida sin haber pisado en falso muchas veces...

Nadie recoge la cosecha sin sembrar muchas semillas y abonar la tierra...

Nadie se mete en un barco sin temerle a la tempestad, ni llega a  puerto sin remar muchas veces...

Nadie hace obras sin golpear y destruir parte de su edificio, ni cultiva la amistad sin renunciar a ser el centro...

Nadie puede juzgar a otro sin reconocer primero su propia debilidad...

Nadie conoce la oportunidad hasta que esta pasa por su lado y la deja ir...

Nadie puede sentir la paz y el amor, si no permite la presencia de Jesús en su corazón...

"Anímate y esfuérzate, y manos a la obra, no temas ni desmayes, porque Dios estará contigo, él no te dejará, ni te desamparará." 1 Crónicas 28: 20. Amén.



Pastora Alicia Woelflin
Bariloche, Rio Negro
E-Mail: aliciawoelflin@yahoo.com.ar

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