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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

Noveno domingo de Pentecostés, 10.08.2014

En la barca del Señor
Sermón sobre Mateo 14:22-36, por Bladimir Coro Mogro

Leyendo el relato de  "Jesús camina sobre el agua" del evangelio de Mateo, note la enorme participación de Jesús. Desde, por así decirlo, obligar a los discípulos a entrar a la barca hasta el momento en que todos los discípulos reconocen la identidad de Jesús como el Señor.

La barca es como la iglesia, la comunidad, los ministerios, la vida personal, la vida psíquica. Porque está en medio del mar. El mar, para Mateo, representa la situación socio-política que enfrentaban las primeras comunidades cristianas. En ese sentido, la comunidad estaba en persecución, en peligro y por ende con miedos. De igual manera la comunidad está en medio de la gran sociedad asediada de vientos contrarios que representan la injusticia, la tempestad, el miedo la inseguridad, la violencia.  O cada uno de los cristianos estamos en medio del mar violento e inseguro.

La imagen del mar es visible y comprensible a los ojos de cada ser humano. Lo vemos y lo experimentamos, es accesible. El mundo es de esa manera, lo vemos, accedemos a una experiencia relacional con el mundo, incluso es como una sensación de superioridad frente a él. Porque el ser humano puede tener la sensación de hacer y deshacer las cosas del mundo. Pero al igual que la barca, puede ser zarandeado por fuerzas que superan su voluntad. En este agite se mueve toda la tripulación, todo lo que tiene la comunidad, en su estructura, en sus miembros, de la misma manera que se mueve todo en la vida personal de cada cristiano, se mueve la vida psíquica. Es aquí donde el miedo y la duda cobran relevancia y se imponen sobre cualquier valor y seguridad que alguna vez pudieron tener legitimidad.

El movimiento puede causar una crisis en todas las dimensiones de la vida eclesial. Muchos miembros desesperan y huyen, otros asumen el reto, al igual que Pedro, y se avientan solos al mar. Toda la teología y la misión que envuelve la comunidad son puestas a prueba y en duda. En la dimensión personal, las crisis pueden somatizarse en el estado físico de la persona, incluso toda su seguridad es puesta en duda trasladándose en una débil confianza.  Hay caos e inestabilidad.

Las aguas y el viento que mueven la barca - a la comunidad y al ser humano - son símbolos del Espíritu Santo. Es la presencia de Dios paso a paso que marca y se manifiesta. Es la presencia de la fe que viene de Dios que mueve la barca para señalar la verdadera fe. La verdadera confianza que viene de Jesucristo y no la fe de la voluntad humana.

La fe viene de Jesucristo que mueve todo lo necesario para que se pueda afirmar la identidad de Jesucristo. El Espíritu Santo enviado por el Hijo trabaja sobre todas la cosas naturales, ya que toda la creación está sujeta por la acción de Dios. Y la acción de Jesús de calmar las aguas y los vientos  muestra la esperanza para la humanidad, muestra la distinción entre la voluntad de Dios y la voluntad humana. Voluntad de amor y esperanza frente al impulso humano que se simboliza en Pedro.

La voluntad humana tiene la duda y el miedo dentro de sí misma, porque puede tener la motivación de hacer muchas cosas, pero también existe la inseguridad de hacer algo nuevo en ese hacer.  Pero el miedo y la inseguridad pueden no existir si todo se repite y se hace con cierta normalidad. Pero cuando atravesamos una situación o un llamado de fe, como lo hace Jesús, viene una sensación de miedo a caminar sobre el agua.

El miedo puede desembocar en una incredulidad, dudando de Jesús y confundiéndolo como un "fantasma". Esta imagen aparente solo es una ilusión óptica, es una limitación de la imaginación humana. El fantasma es quien haciéndose pasar por Jesús o queriendo tomar la posición de Dios, llama y aconseja en situaciones críticas para solucionarlos de manera momentánea, haciendo ver que todo está bien.  Vislumbra sorpresa como un espectáculo fantástico.

Es decir hay situaciones falsas y aparentes que pueden prometer una salida fácil, una salida espectacular, sin ningún esfuerzo. La premisa de esta forma de salida rápida es "haz esto y ya está"; pero la fe verdadera desafía al movimiento y a la caminata por las aguas violentas y vientos fuertes, porque es ahí donde Jesús dice: "¡Tengan animo; yo soy, no tengan miedo!". Esas palabras contienen la presencia de la identidad de Jesús como el Señor. Son palabras de la presencia de Dios en ese preciso instante, que dijo a los discípulos y dice ahora y seguirá haciendo, "yo estoy a tu lado, no tengan miedo".

Jesús toma en sus manos los miedos y la calma, con su sola palabra puede calmar todo desaliento transformándolo en esperanza. Toma la mano de su criatura y devuelve la vida, le libra del peligro y lo pone a salvo. Y deposita en cada corazón la confianza necesaria para que toda preocupación pueda ser asumida, comprendida y pueda responder a esa situación con fe y confianza en el Señor.

La identidad de Jesús como Dios y Señor es fundamental para la superación del miedo y la crisis tempestuosa, ya que Jesús reprende a Pedro por la duda y la desconfianza en la identidad de Jesús. La falta de fe es igual a desconocer y desconfiar la identidad de Jesús. Y por ende es desconfiar de la acción de Dios. Y en su lugar se intenta poner un fantasma que puede causar miedo y violencia atemorizante o puede causar un espectáculo ilusorio.

Reconocer a Jesucristo por medio de la fe sacude toda dimensión personal y comunitaria. Es una sacudida positiva, ya que un cristiano o discípulo que no se mueve, ni se dinamiza queda recluido en un solo lugar. No está comprometido con nada. 

Jesús, como personaje principal de la vida, envía al ser humano en medio del temporal, pero en ningún momento suelta la mano de los enviados. El seguimiento a Jesús implica dejarse llamar y escuchar la voz del Jesús a la barca en medio del mar. Pese a que se conozca el lugar, o sea, el mar, aun no deja de sorprender y aun no deja de asombrar. Seguir es asumir todo ese misterio del mar, del contexto y en mayor instancia es asumir los desafíos que tiene. El mar pondrá a prueba la fe, es decir, que la fe dada por el Espíritu Santo al ser humano, es probada a sí misma, en forma de viento, desestructurando la seguridad y la tranquilidad de la barca, de la comunidad, de la vida personal.

La mayor prueba de fe es, continuar reconociendo y dando testimonio de Jesucristo en las adversidades y ante los espectáculos fantasmagóricos. El camino de Jesucristo nos lleva a la cruz, cristaliza la realidad social. Vislumbra la verdadera naturaleza humana. El seguimiento desenmascara la debilidad humana frente a Dios y a la vez la valoriza como su criatura amada. Aquí Dios nos garantiza la esperanza de su presencia salvadora. No estamos solos ante la adversidad del camino, sino que caminamos acompañados por Jesucristo.

Por último, los discípulos tras reconocerlo como Señor enviaron la buena noticia por toda la tierra aledaña. Esta es la conclusión misionera, que el seguimiento impulsa a movernos en la dirección que la fe mande. La fe mueve al ser humano a dar la buena noticia de esperanza. La noticia de que El Señor está con su criatura, la ama y la cuida. Promete estar con cada uno y una, tomándole la mano en esos momentos desestructurantes y de movimiento.

La misión implica dar a conocer la Palabra de Dios, que se refleja en Jesucristo. Además es dar el ministerio del servicio al necesitado. En este caso, Mateo nombra a los enfermos, quienes son los que buscan la sanidad. La misión es también la sanidad de todos, sanidad que reconstituye al ser humano como criatura amada. La Palabra reivindica la condición humana dándole ese amor que viene de Dios que lo acompaña y que devuelve esa confianza verdadera, que proviene de Dios, la fe. 

 



Bladimir Coro Mogro
Cochabamba, Bolivia
E-Mail: blade_05_21@hotmail.com

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