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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

Décimo noveno domingo de Pentecostés, 19.10.2014

Sermón sobre Mateo 22:15-22, por Daniel Favaro

 
Desde que los fariseos le preguntaron a Jesús... ¿Con qué autoridad haces
estas cosas? (Mateo 21:23), se va produciendo un aumento de la tensiones
entre ellos. Jesús los confronta en base a parábolas...

Los fariseos y jefes de los sacerdotes contraatacan...

Las siguientes confrontaciones fueron iniciadas por los oponentes de Jesús,
con el fin explícito de enredarle en alguna palabra que pudiera ser usada en
su contra.

La introducción (vv. 15-16) presenta a los personajes y sus intenciones de
"sorprenderlo con alguna palabra".

Los que se acercan a Jesús pertenecen a dos grupos: los fariseos y los
partidarios de Herodes. Se trata de individuos que no rechazan abiertamente
el poder imperial romano o que son sus fervientes partidarios. Buscan
presentar a Jesús ante el poder romano como representante de la tendencia
zelota o independentista y de esta forma obligarlos a tomar medidas contra
Jesús.

La forma de dirigirse a Jesús es muy cortés buscando esconder su verdadera
intención. Le llaman "maestro" y alaban su valentía. Le preguntan sobre su
opinión sobre el tributo al César.

El asunto del impuesto para Roma era algo muy sensible para cualquier judío
patriótico ya que era un símbolo del sometimiento político y económico.

Para el ala más radical del judaísmo, dicho tributo constituía una traición
al credo fundamental de Israel (Deuteronomio 6:5): "Escucha Israel, el Señor
nuestro Dios es solamente uno". Dar el tributo es reconocer el señorío del
emperador.

Por lo tanto, era una pregunta tramposa: el apoyar el impuesto sería una
traición al pueblo judío, mientras que el oponerse al impuesto sería
peligroso políticamente porque desafiaba el poder romano. Jesús no se deja
engañar por la cortesía hipócrita de los que preguntan.

A pesar de esta evidente mala fe, Jesús no evita responder.

Y aquí viene el punto central de la enseñanza del pasaje evangélico.

Jesús les pide un denario, la moneda romana, al dársela ellos mismos quedan
expuestos como hipócritas ya que ningún judío patriótico debiera estar
llevando dicha moneda. El denario lleva la imagen "idolátrica" del emperador
y la inscripción con el título de "Hijo de Dios".

Viendo la imagen en la moneda del tributo Jesús pregunta a quién representa.
La conclusión parece obvia: si tiene la imagen del emperador entonces es de
él, hay que devolverla.

La moneda tiene la imagen de su propietario. Negarse a pagar el tributo
constituye un robo ya que significaría apropiarse de lo que es ajeno.

Dar a Cesar lo que de Cesar y a Dios lo que es de Dios... ¿Y que es de Dios?

Si seguimos el método de la imagen... ¿qué tiene la imagen de Dios? ¿Dónde
encontramos la imagen de Dios?

Para un judío que conoce el libro del Génesis la respuesta es
indudablemente: Creó, pues, Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo
creó; hombre y mujer los creó. (Génesis 1:27)

Frente a frente son comparadas las dos imágenes: la imagen del César que
aparece en la moneda y la imagen de Dios en el ser humano.

¿Qué señorío reconoceremos?

Fariseos y herodianos no solo pretenden quedarse con el dinero del César
sino también se apropian del ser humano al tener el dominio del templo y de
la ley, de todo aquello que posibilita la comunión con Dios. Explotando al
pueblo se apropian de la imagen de Dios.

Queda en evidencia la ambición de la dirigencia que conduce a la explotación
de sus hermanos y hermanas y que posibilita al dominio romano.

"Lo que es del César devuélvanselo al César y lo que es de Dios, a Dios" no
significa, una división de zonas en las que se ejerce el poder, sino un
urgente llamado a recuperar la verdadera imagen de Dios en el ser humano.

De esta manera lo que parece una distribución de competencias o áreas, es en
realidad la determinación de que todo está bajo el señorío de Dios...
incluso el Cesar, el estado, el gobierno.

Solo de esa forma se hará posible la liberación de todo poder o dominio que
aprovechan esos otros señoríos, como el egoísmo y la codicia.

Los imperios siempre saben aprovechar el desenfrenado afán de poder y
riqueza de los clases poderosas de los países. Solo una renuncia a dicho
afán hará posible salir de ese asfixiante orden económico, impuesto por el
César a los territorios ocupados.

Como cristianos reconocemos en Jesucristo la imagen de Dios que se nos
ofrece por su amor y su gracia.

Como cristianos procuramos recuperar y mantener esa imagen de Dios que es
posible en Cristo.

Como cristianos procuramos que en nuestra sociedad se posibilite la imagen
de Dios manifestándose en solidaridad, justicia y paz.

El Señorío de Dios no tiene límites ni excepciones.

Demos a Dios lo que es de Dios: reconozcamos su señorío sobre todo lo
creado, sobre toda realización humana, sobre nuestra propia vida.

De esa manera seremos a su imagen, de esa manera respondemos a la propuesta
de Dios en Cristo de una vida plena.

Quiera el Señor renovar en nosotros su Espíritu Santo para revitalizar
nuestra fe y nuestra voluntad de testimonio.


Pastor Daniel Favaro
Buenos Aires, Argentina
E-Mail: daniel@favarowyatt.net

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