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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

Navidad, 25.12.2014

Sermón sobre Juan 1:1-18, por Raúl Sosa

La fiesta de Navidad, a lo largo de la historia y, especialmente, en la actualidad, se ha visto rodeada de diversas prácticas y tradiciones que, tratando de realzarla, han ocultado y desvirtuado su más auténtico significado. El colmo de esto lo encontramos en el hecho de que hoy, para mucha gente, el personaje central de esta fiesta es Papá Noel: un viejo gordo que ofrece una felicidad material, consumista y pasajera, y no un niño frágil que no tuvo lugar para nacer pero que despertó cantos de alegría y alabanza entre los pobres de la tierra.

Por esta razón, es bueno y necesario que cada año las cristianas y cristianos nos preguntemos qué celebramos en Navidad. Solo a partir de esta pregunta podremos reconectarnos y ayudar a que otros se conecten de manera nueva con el significado espiritual, con la significación salvífica y con la fuerza transformadora de esta fiesta.

La respuesta básica, y hasta podríamos decir obvia para la fe cristiana, es que en la Navidad celebramos que el Hijo de Dios llegó a aquel perdido pesebre de Belén. Para decirlo de otra forma, celebramos que desde su mismo nacimiento, con todas sus peripecias y con todas las resonancias para nuestra vida y para la historia, se ha manifestado toda la humanidad y toda la divinidad de Jesús.

Pero el evangelista Juan busca ahondar en esta respuesta y nos invita a hacer lo mismo siguiendo sus reflexiones. Juan saltea los relatos de la infancia de Jesús a los que Mateo y Lucas prestan atención y va directamente al grano de la significación teológica y del desafío que implica para los hombres y mujeres de fe la manifestación de la completa divinidad de Jesús en su más completa y radical humanidad.

Juan recurre a un himno con un enorme contenido teológico para desarrollar su reflexión, un himno que las primeras comunidades cristianas acuñaron para sus liturgias y confesiones de fe. Pero le hace un par de añadiduras propias de orden eclesiológico. Resulta claro que este texto de Jn 1: 1-18 es una unidad interrumpida por las dos referencias a Juan el Bautista, que serían del propio puño del evangelista: los versículos 6-8 y 15.

Desde el contenido teológico, tan propio de este himno utilizado como el prólogo del Evangelio, Juan hace dos afirmaciones que son constitutivas de la esencia de la Navidad y de su mensaje.

La primera, vv. 1-5 y 9-13, sostiene que la venida de Jesús entraña y proyecta una nueva creación. Las conexiones entre estos versículos del Evangelio y el primer capítulo de Génesis son varias y notorias. Las referencias al «principio» de todas las cosas, a la Palabra como agente creador y a la luz como propiciadora de la vida y de un nuevo día son comunes a ambos inicios, tanto al del Génesis como al del Evangelio.

Además, así como en el Génesis la creación tiene su punto culminante en la creación del ser humano, la nueva creación, que para Juan acontece con la venida del Verbo de Dios, culmina en la recreación de ese ser humano como hijo e hija de Dios.

Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su nombre, les dio la potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. (Jn 1:12 y 13)

Dijimos más arriba que es una necesidad que los cristianos y cristianas nos preguntemos qué celebramos en Navidad. Pues bien, celebramos la maravillosa gracia de Dios que hace nuevas todas las cosas, que es capaz de recrear nuestra vida, que nos da la oportunidad de nacer de nuevo y de que lo nuevo nazca en nosotros. Pero también celebramos el insoslayable desafío que implica la fe cristiana: vivir como hijos e hijas de Dios, vale decir, vivir a la estatura de Jesús, el Hijo.

La segunda afirmación que hace Juan mediante este prólogo y que forma parte de la esencia de la Navidad es que Dios ha decidido ser, por medio de Jesucristo, un Dios encarnado. Dios hecho uno de nosotros para estar radicalmente con nosotros.

Y la Palabra se hizo carne, puso su tienda entre nosotros, y hemos visto su Gloria: la Gloria que recibe del Padre el Hijo único, en él todo era don amoroso y verdad.

(Juan 1:14, Biblia Latinoamericana)

Es interesante notar que Juan esboza esta tremenda afirmación teológica vinculándola con el acontecimiento fundante de la fe veterotestamentaria: el éxodo. La relación con el éxodo no solo se deja ver en la referencia a Moisés, sino que se pone de manifiesto, de manera muy especial, en el hecho de que en Jesucristo Dios plantó definitivamente su «tienda» entre nosotros.

En su peregrinar hacia la tierra prometida, el pueblo de Israel avanzaba acompañado por la tienda, o carpa, que oficiaba de tabernáculo. El tabernáculo era considerado el lugar de la morada de Dios, el lugar que concentraba la manifestación de la gloria de Dios (la shekinah).1 Dice Juan, entonces, que en Jesucristo, de una vez y para siempre, el tabernáculo de Dios se ha erigido en medio de nuestra historia. Dios es definitivamente Dios "con nosotros".

¿Qué celebramos en Navidad? A partir del v. 14 podemos decir que celebramos que ya no estamos más solos y que no vivimos una historia sin rumbo. Por el contrario, Dios camina con nosotros, su Hijo va abriendo camino en la búsqueda del Reino y su gloria refuerza nuestra esperanza y nos anima a no bajar los brazos ni detener la marcha.

Pero, como planteábamos al comienzo, Juan no agota su reflexión acerca de la significación de la venida del Mesías en los aspectos teológicos de este acontecimiento. Aporta, además, dos notas eclesiológicas centradas en la figura de Juan el Bautista. Estas dos añadiduras tienen un objetivo claro: desafiar a su iglesia y a la Iglesia de todos los tiempos a preguntarse cuál es su lugar y cuál el propósito que Dios le asigna de cara a la venida de su Hijo. Para decirlo de otro modo, ¿qué significa para la Iglesia y qué desafíos conlleva la celebración de la Navidad?

La respuesta de Juan es categórica: así como la llegada del Mesías convirtió al Bautista, por sobre todas las cosas, en testigo, de la misma manera la Iglesia debe entender que está llamada a ser una comunidad testificante. La Navidad, la llegada de lo nuevo de Dios que recrea la vida y la historia, la venida de aquel en el que alumbra la gloria de Dios, recrea a la Iglesia en su misión y la renueva en su vocación de testimonio.

Que esta Navidad refuerce en nosotros la seguridad de que Dios camina a nuestro lado y nos anime como iglesia a ser comunidad testificante, comunidad que vive y anticipa el Reino de justicia, paz y fraternidad.

 

 



Pastor Raúl Sosa
Montevideo, Uruguay
E-Mail: raulsosa@adinet.com.uy

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