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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

2º Domingo de Adviento, 06.12.2015

Sermón sobre Lucas 3:1-6, por Atilio Hunzicker

 

Lucas 3. 1 El año decimoquinto del reinado del emperador Tiberio, cuando Poncio Pilato gobernaba la Judea, siendo Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Felipe tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene, 2 bajo el pontificado de Anás y Caifás, Dios dirigió su palabra a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto. 3 Este comenzó entonces a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados, 4 como está escrito en el libro del profeta Isaías: "Una voz grita en desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos. 5 Los valles serán rellenados, las montañas y las colinas serán aplanadas. Serán enderezados los senderos sinuosos y nivelados los caminos desparejos. 6 Entonces, todos los hombres verán la Salvación de Dios."

Hermanas y hermanos: En este segundo domingo de Adviento Lucas nos relata el llamado de Dios a Juan hijo de Zacarías y el inmediato comienzo de su predicación anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. El nombre de Juan asoma tras los siete nombres de los poderosos, los que gobernaban el mundo político y el religioso de Israel. Está muy claro que Dios prescinde de los poderosos, no los convoca ni los necesita, pero sí llama a un profeta, un humilde Juan hijo de Zacarías. Es que su Palabra no puede ser anunciada por los poderosos, que imponen las suyas. En el listado de los poderosos están incluidos los sumos sacerdotes, que por participar del orden y del mundo de los poderosos, tampoco están en condiciones de servir en el proyecto salvífico de Dios.

Este evangelio nos invita a poner nuestro oído en la Palabra de Dios y a escuchar y seguir a sus profetas. Debemos estar abiertos a reconocer la necesidad de conversión y de perdón para estar en condiciones de preparar el camino del Señor.

El Adviento de este 2015 con creciente violencia y sangre. En dimensiones más domésticas: crecimiento del delito común, femicidios, infanticidios; como también en dimensiones mayores, internacionales, con atentados y bombardeos masivos. En todos los casos lo que se siembra es sed de venganza, crecimiento del odio, deseos de exterminio del otro, aquel que resulta mi enemigo. Miles de refugiados peregrinan en busca de un lugar donde vivir o morir después de mucho sufrimiento, otros tantos mueren en el camino, en el mar.

La voz de Juan convocó a muchos en la región del Jordán para ser bautizados, para convertirse y recibir el perdón de pecados. Él no los trató muy bien: “Juan decía a la multitud que venía a hacerse bautizar por él: «Raza de víboras, ¿quién les enseñó a escapar de la ira de Dios que se acerca?” (Lc.3.7). Al menos entre los que acudían a él había un sentimiento de responsabilidad, de culpa, reconocían su maldad y querían cambiar.

El ruido de las explosiones y de los bombardeos hace que esa voz de Juan ya no se oiga. Más aún, cada sector, grupo, facción, país considera que lo que debe hacer… , lo mejor para terminar con lo que ha generado la violencia es: más muerte para acabar con la muerte, más violencia para terminar al fin con la violencia.

Pasa que las iglesias y los cristianos, civilización del occidente cristiano, no queremos ni podemos tomar distancia de toda esa violencia. Nos asusta la violencia que representa globalmente el Islam.

Las secuelas de la violencia, muerte y destrucción de ninguna manera allanan el camino del Señor. Hoy no podemos escuchar a Juan, ni prestarle atención a Isaías. Nuestras oraciones por la paz no detienen los bombarderos ni a los misiles, ni a los suicidas islámicos.

El mundo está cada vez más claramente dividido entre los satisfechos que solo quieren corregir algunos desajustes del modelo económico global, por un lado, y los que no tienen ni tendrán lugar digno en este sistema que nos domina. Más aún. Este sistema que anda bastante bien, salvo los desajustes a corregir, está destruyendo la única casa que la humanidad tiene: el medio ambiente, las aguas el aire.

Hoy nosotros oímos la voz de Juan, su oferta de conversión y perdón de pecados. Este Adviento, muy especialmente, debe ser un tiempo de arrepentimiento y sincera conversión; un reconocimiento profundo de nuestras culpas que nos distancian de los planes salvíficos de Dios.

Un ejercicio posible es modificar los nombres de Tiberio, Poncio Pilato, Herodes, Felipe y Lisanias por los de Obama, Merkel, Hollande, Putin, ¿Francisco?. Y luego abocarnos a buscar quién es y dónde está el profeta enviado de Dios para oírlo y seguirle.  

Amén.

 



Pastor Atilio Hunzicker
Paraná, Entre Ríos, Argentina
E-Mail: ajh54@hotmail.com

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