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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

1º Domingo de Adviento, 02.12.2007

Sermón sobre Mateo 24:36-44, por Marcos Abbott

 

¿PILLADO O PREPARADO?

¿Alguna vez has sido pillado en algo delictivo o vergonzoso? De niño mi madre me pilló robando sellos del despacho de mi padre, quien era pastor. Estaba enviando cartas a amigos, y en vez de pedir sellos los robé del despacho. Me costó poco en dinero pero mucho en vergüenza.

Una vez estaba visitando un amigo en California. Cuando volvimos de compras y abrimos la puerta, sorprendimos a un par de ladrones. Salieron corriendo, saltando desde el balcón para escaparse, como estaba en la primera planta. No sé quienes se asustaron más, nosotros o los ladrones.

La venida de Cristo, ¿nos va a pillar o va a encontrarnos preparados?

Jesús nos asegura que no podemos saber el cuándo. Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino solo mi Padre" (24,36). El tema es del más alto nivel de seguridad celestial. No están acreditados los ángeles saberlo, ni el Hijo de Dios mismo, así que ¿por qué hay personas hoy que presumen saber?

Ponemos los pies en la tierra.  Nunca he comprendido el afán por estudiar los últimos tiempos. En realidad mi fin podría ocurrir en cualquier momento. Un día yo estaba caminando en Madrid y se desprendió un trozo de piedra del balcón del edificio antiguo. Cayó justo delante de mí. Un par de metros más adelante en la acera caminaba una mujer con su bebé en el carrito. Pudiera haber matado o a mí, o al bebé o a la señora. Como dice Pablo: "Como un ladrón en la noche..." (1 Tes. 5,2).

¿Cuántas personas conoces que han sufrido un infarto, o un derrame cerebral, o que han descubierto un cáncer en una revisión rutinaria? Todos podemos dar nombres y citar casos. Así que, al nivel de nuestra vida diaria, el día del Señor puede ser cualquier momento. No estamos garantizados ni un minuto más de vida. La incertidumbre que expresa Jesús sobre la venida del Señor es la misma que experimentamos a un nivel personal. No sabemos nuestro cuándo.

¿Qué hacemos frente a esta realidad? Para algunos esto produce ansiedad, y suelen canalizar la energía de esta ansiedad en la búsqueda del cuándo. Quieren saber. Hay toda una industria dedicado a la interpretación de las profecías de la Biblia y el intento de discernir cuándo vendrá el fin. En el fondo la ansiedad suple la energía para esta búsqueda, pero la tragedia es que la búsqueda misma va contra el mandato de Jesús mismo y es contraproducente.

La otra opción nos da Jesús, y es bastante sencillo. "Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor. . . . Vosotros estad preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora que no pensáis" (24,42.44).

Velamos y nos preparamos. Después de la perícopa de vv. 36-44 encontramos cuatro parábolas que tratan precisamente el tema de la preparación. Como no podemos saber el cuándo, Jesús orienta nuestra práctica cotidiana. Es decir, ¿en qué deberíamos estar ocupados mientras esperamos nuestro fin o el día del Señor? Visitamos brevemente estas cuatro parábolas para descubrir la sabiduría de Jesús, lo que sí sabe (como no sabe el cuándo).

La primera parábola es sobre el esclavo "fiel y prudente" (24,45-51). El dueño le encarga la mayordomía de sus propiedades y otros esclavos. La bendición viene al esclavo mayordomo cuando el dueño vuelve y le encuentra haciendo precisamente lo que se le había encargado (v.46). Al contrario, el que maltratara a los otros esclavos y descuidara de los bienes del dueño recibirá un castigo fuerte (v.48-51).

Hacemos la pregunta: ¿Qué podemos aprender de esta parábola sobre cómo velar y prepararnos para la venida de Hijo del hombre? Primero, que Dios es Creador del universo y todo le pertenece. Un papel nuestro dentro de la creación es la mayordomía, conforme al carácter y los deseos del dueño. A Dios le importa qué hacemos y cómo somos como personas. Todo nuestro ser y hacer se orientan a Dios como fuente de la vida.

La segunda parábola sobre las diez vírgenes que están esperando al novio enfatiza la prudencia y la necesidad de velar o mantenerse despierto (25,1-13). Cinco de las chicas han traído aceite adicional por si acaso se retrasa el novio, y cinco no han traído suficiente. Esta parábola siempre me confunde porque siempre se retrasa la novia y no el novio en las bodas a que yo he asistido. El novio suele ser tan desesperado como las diez vírgenes.

De esta parábola vemos que aunque parece ser una espera larga, de todas formas debemos estar preparados para que no nos pille la venida.

La tercera parábola es parecida a la primera, pero es más interesante porque el dueño reparte sus propiedades a tres esclavos mayordomos (25,14-30). Luego ellos pueden tomar la iniciativa para cuidarla según sus capacidades. Descubrimos cuando vuelva el dueño que ha sido en parte una prueba de carácter de cada esclavo mayordomo. La prueba es para determinar si el esclavo actúa conforme a lo que saben del carácter del dueño. Es decir, lo que hacen debería reflejar el carácter del dueño. A los dos que aprueban la prueba, el dueño recompensa conforme a los resultados. Al que suspende es castigado precisamente por no actuar conforme a lo que sabe del dueño.

¿Qué podemos aprender de esta parábola sobre cómo velar y prepararnos para la venida de Hijo del hombre? Igual que en la primera parábola, nuestro papel es de mayordomo dentro de la creación, y nuestra mayordomía debería reflejar el carácter del Creador. A Dios le importa qué hacemos y cómo somos como personas. Nuestro hacer debería reflejar el carácter y la voluntad de Dios, pero tenemos cierta libertad. No es una visión determinista o fatalista, sino al contrario hay cierta apertura y libertad.

La última parábola cierra la sección con una enseñanza muy importante (25,31-46). Jesús relata la venida del Hijo del hombre y el día de juicio. Todos se presentan ante el Hijo del hombre, quien divide las ovejas de las cabras, es decir, los benditos de los malvados. Lo que nos interesa más hoy es el criterio del juicio. Jesús nos dice el criterio que se aplicará. En las otras parábolas ha aconsejado la vigilancia, la prudencia y la fidelidad, pero aquí vemos los resultados al final, el gran juicio. ¿Cuáles criterios se aplicarán? Escuchamos a Jesús:

Venid, benditos de mi Padre, heredad el Reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo,  35 porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; fui forastero y me recogisteis;  36 estuve desnudo y me vestisteis; enfermo y me visitasteis; en la cárcel y fuisteis a verme" (25,34-36). ...De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis" (25,40).

Ya no tenemos excusa. No podemos decir que Cristo es invisible, que le serviríamos y le amaríamos si le pudiéramos ver. Jesús nos revela la conexión divina misteriosa. Lo que hacemos a los más pequeños, los más desfavorecidos y marginados, hacemos a Cristo. ¿Podría ser más claro? Y nuestro trato de estos sirve de criterio de juicio eterno.

Vuelvo a la pregunta original: la venida de Cristo, ¿nos va a pillar o va a encontrarnos preparados? La decisión es nuestra. Jesús ha quitado el motivo de la ansiedad de no saber el cuándo, porque no nos corresponde saberlo.

En lugar del cuando a Jesús le importa lo que estamos haciendo día tras día. ¿Estamos reflejando el carácter del Creador, y estamos cuidando fielmente a su creación tal como sabemos que el Creador/Dueño/Rey desearía?

Siguiendo la lógica de las tres parábolas y combinándolas con la última, nos damos cuenta de que aunque parezca que el dueño se ha marchado y nos ha dejado encargados, en realidad no se ha ido. Está presente en la viuda, en le niño, en la vecina de al lado, en el hambriento, el desnudo y el desamparado. Y nuestro trato a éstos sirve como criterio de juicio en el gran día del Hijo del hombre. Así que mi trato del quien más me molesta, más me repugna y quien considero más inferior es más importante que la cuestión del cuándo. No tengo control sobre el cuando, pero sí puedo velar y prepararme a través del amor al prójimo, quien en realidad es Cristo.

Cristo ha quitado su disfraz. Ahora nos corresponde quitar las gafas oscuras, porque hemos sido pillados.

 



Marcos Abbott
SEUT, El Escorial
E-Mail: marcos.abbott@centroseut.org

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