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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

3º Domingo de Adviento, 13.12.2015

Sermón sobre Lucas 3:7-18, por Juan Pedro Schaad

Juan

Juan
          Juan el Bautista, como mínimo, un personaje enigmático.  Su lugar de predicación: la orilla de un río,  en medio de la nada.  Naturaleza pura.  Enojado. Censura, reta a todos, los trata mal: “raza de víboras”. Una capacidad de convocatoria digna de envidiar. Dice que eran multitudes que querían ser bautizados. Los motivos de esta gente no los conocemos. ¿Los habrá conocido Juan? ¿Habrán ido todos con la misma expectativa? Lo que sí podemos sospechar, es que no era por mera curiosidad ni  porque Juan los manipulara con promesas de una mejor vida. No lo sabemos. Tal vez no sea este el centro del mensaje de Juan. ¿O acaso hoy sabemos por qué sigue habiendo  personas de diferentes edades, tradiciones y seguramente sueños muy distintos que vienen a celebrar? Quiero compartir con ustedes algunos desafíos más profundos que este personaje tan enigmático nos dejó a través del testimonio volcado en el Evangelio.  
Lo que es muy claro es que algo nuevo va a suceder. Era inminente  la llegada del Mesías. El evangelista recuerda: Juan empezó a recorrer toda la región del río Jordán, predicando bautismo y conversión, para obtener el perdón de los pecados. Esto ya estaba escrito en el libro del profeta Isaías: Oigan ese grito en el desierto: Preparen el camino del Señor…
La consigna es clara: ¡HAY QUE PREPARARSE! Como la esperanza del Mesías estaba muy ligada al sueño de volver a tener un propio gobierno en Israel, nadie quería perderse la oportunidad de ser protagonista o al menos beneficiario de esta nueva realidad. Seguramente muchísima gente que iba junto a Juan el Bautista compartía estos sueños. Y he aquí la sorpresa. Se encuentran con un Profeta que exige compromiso. Bautismo y Conversión.  De eso se trata cuando hablamos de prepararnos para recibir al Mesías. Por la dureza y radicalidad de las exigencias, podemos sospechar que con el bautismo la gente no tenía mayores problemas, pero si con la conversión.  Con el bautismo no, porque lo hacían como RITO, es decir una señal externa a la que adherimos formalmente con las expectativas en torno al MESIAS, de ser beneficiados por Él. El problema surge a la hora de la conversión, del arrepentimiento de los pecados. Esto exige un proceso interno de cada uno.  La conversión tiene que ver con la manera de enfocar vida, con el lugar que le damos a las cosas, a las relaciones con los demás, al lugar que le damos a Dios y la naturaleza. Si el proyecto de mi vida empieza y termina conmigo, sin tener en cuenta el entorno, de nada me servirá el Bautismo, pues el mismo me llama a cambiar. Caso contrario va a ser apenas un RITO sin vida. Por eso Juan insiste en conductas bien concretas El que tenga dos capas, que dé una al que no tiene, y el que tenga de comer, haga lo mismo.» o «No cobren más de lo establecido.» «No abusen de la gente, no hagan denuncias falsas y conténtense con su sueldo.» Hoy podemos agregar una lista interminable de conductas que tienen que ver con el arrepentimiento y/o conversión: impunidad, corrupción, evasión impositiva, violencia familiar, discriminación,….
Poco a poco vamos entendiendo el mensaje de Juan. Es un mensaje que fomenta una religiosidad vivencial, que cuestiona seriamente a la religión que se contenta con los ritos. El rito es la señal, es el broche de oro de un profundo proceso de cambio.
Lo que también me impresiona es que invita y desafía a todo el pueblo, más allá de su origen étnico, cultural o religioso. Para Juan todos están incluidos en los sueños que fueron anunciados por los Profetas y que se hará realidad en el Mesías. Nadie queda excluido.
Lo que también me gusta de Juan es la conciencia que tiene acerca de la diferencia de su bautismo y la del  Mesías. Mientras él bautiza con agua, mientras su bautismo es apenas una señal de la conversión, el bautismo del Mesías será con fuego y con el Espíritu Santo. El Mesías tendrá el poder de movilizar, de contagiar, de seducir de tal manera que la gente se bautizará libremente y estará tan identificada con él que lo hará con absoluta naturalidad.  Ese Espíritu Santo seducirá permanentemente nuestro Espíritu para que el proceso de conversión/arrepentimiento continúe hasta el último día de nuestras vidas.
Evidentemente algunas cosas cambiaron. Hoy estamos festejando el 3º Domingo de Adviento.  Muchas motivaciones, expectativas, rituales cambiaron. Tenemos muchos símbolos que los cristianos fueron agregando a lo largo de la historia -corona de adviento, árbol de navidad, preparación de masas especiales- que poco tienen que ver con el texto que meditamos hoy. La misma sociedad fue utilizando cada vez más este tiempo para fortalecer sus intereses económicos. Han decidido por nosotros aquello que no debe faltar en la Navidad.
Desde que el imperio romano oficializó el cristianismo, estas como muchas otras fiestas muy importantes a la luz del Evangelio fueron perdiendo su fuerza y riqueza para transformarse en meras fiestas. Fiestas donde cuesta mucho esfuerzo a las iglesias mantener el sentido original. Hay quienes celebran la Navidad sin saber muy bien lo que están festejando.
La pregunta que me surge es ¿Cómo  recordamos, -volvemos a pasar  por el corazón-  el mensaje de Juan? ¿Cómo interpretamos los sueños y anhelos de la gente de hoy? ¿Juan predicó fuera de los templos y sinagogas y lugares religiosos? ¿Es suficiente si hoy, decimos lo mismo en las plazas o en algún lugar hermoso retirado del mundanal ruido?  
La convocatoria de Juan respondía a una expectativa muy concreta y él supo responder a esa expectativa y amplió su desafío a todo el mundo.
La pregunta va en dos direcciones. La primera ¿qué expectativas tenemos nosotros? ¿Qué  esperamos que suceda concretamente en y con nuestra vida personal, familiar y social en esta próxima Navidad? En función de eso ¿qué  es lo que debe cambiar en nuestra forma de pensar y actuar para aportar a esa nueva realidad que soñamos? A veces tengo la impresión de que queremos que muchas cosas cambien, pero que ese cambio lo haga Dios-el niñito Jesús, sin que exija de mi arte un compromiso serio.
Por otra parte me parece que nos cuesta mucho interpretar los anhelos más profundos de la gente que no participa de ningún grupo religioso. Son los que forman parte del así llamado “pueblo cristiano”. Son bautizados, y ya ni todos. Aquí tenemos mucho que aprender de Juan y sobre todo de Jesús.  
Mientras seguimos hablando a nosotros mismos y esperamos que los de afuera se integren a nuestras comunidades, Juan y Jesús hablaron con la gente que no se consideraba parte de la “Iglesia”. Con los que estaban resignados porque Dios no estaba para ellos, porque no eran merecedores de su misericordia y de su amor.
No pasa necesariamente por salir de las iglesias ni por hacer celebraciones en las plazas públicas, ni por celebrar los bautismos en este domingo. El desafío es articular una pastoral donde los sueños y anhelos de toda la sociedad sean la base y el punto de partida para esta celebración. Entrenarnos en esa capacidad impresionante de Jesús, de poder sentir, soñar y sufrir con el otro. De meterse en el otro y la otra. Esto es, ni más ni menos, “tener misericordia”. Que podamos salir de la tentación del mero rito y recordatorio para lanzarnos, confiados y llenos de esperanza, hacia una nueva realidad donde la celebración fortalece esa búsqueda y vivencia en lo cotidiano como en los momentos especiales.  Amén.




Pastor Juan Pedro Schaad
Entre Ríos
E-Mail: jlisha@sion.com

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