Göttinger Predigten

Choose your language:
deutsch English español
português dansk

Startseite

Aktuelle Predigten

Archiv

Besondere Gelegenheiten

Suche

Links

Konzeption

Unsere Autoren weltweit

Kontakt
ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

9º Domingo después de Pentecostés, , 17.07.2016

Sermón sobre Lucas 10:38-42, por Marcelo Delgiorgio


Introducción: La reflexión de este pasaje se ha centrado generalmente en el contraste de las actitudes de Marta y María frente a la presencia de Jesús en su hogar.  Como esa perspectiva ha sido muy común, quisiera invitarles a tomar otro punto de partida. Encontramos aquí a Jesús “yendo de camino”, es decir, transitando una senda, senda que para nosotros es conocida: Terminará en la cruz.
En un alto en el camino al cumplimiento de su propósito, se detiene en una aldea. Lo recibe una mujer llamada Marta. Lo recibe. Aquí quiero poner el acento. Marta recibe a Jesús. La palabra que se usa en el texto griego denota la acción de dar la bienvenida a un huésped. Este es el tema que queremos presentar: La hospitalidad, la capacidad de recibir a alguien amistosamente, mostrando aceptación y aprobación.
La hospitalidad era un valor importante en la comunidad judía del tiempo de Jesús. Tenía algunas características particulares que Lucas rescata: el ofrecimiento de agua para los pies de los viajeros, la unción con aceite, el beso de bienvenida. Todas estas actitudes de cortesía son demandadas en la visita de Jesús a Simón el fariseo. Es decir, la hospitalidad no era simplemente recibir en la casa, sino  responder a necesidades concretas del visitante.
Agua para los pies llenos de polvo del camino, aceite para el cabello seco del viajero, un beso de bienvenida que mostrara, precisamente, la amistad, la aceptación, la inclusión en el ámbito cotidiano del hogar receptor.

Ahora bien, volvamos al pasaje. Marta parece ser la persona que suple las necesidades de la hospitalidad a Jesús. Ella es la que está afanosa, diligente, comprometida con los diversos quehaceres que implican la atención de un visitante. Y ella se queja: “¿No te da cuidado que mi hermana me deje servir sola?” Pero esto es lo que Marta ha perdido: La perspectiva y la necesidad de Jesús como visitante del hogar.
Jesús rescata en ese sentido la expectante actitud de María. María ha elegido la “mejor parte”, la palabra viva de Aquel que las visita. El evangelio en camino, la respuesta a sus inquietudes y sus desvelos. María escucha. ¿Cuál era la intención de Jesús al visitar a estas hermanas? El texto no lo dice.

La hospitalidad apunta a suplir las necesidades del visitante. A considerarlo como sujeto que participa de este acto. No es un objeto al cual hay que adornar. Es un sujeto que hace un alto en el camino porque tiene necesidades concretas. Agua para sus pies, cuidado de su cuerpo, alimento.

Cuando más adelante Jesús entra en Jericó, pasando por la ciudad, un hombre lo esperaba arriba de un sicómoro para verle (Lucas 19:1-10). Este hombre sabía que Jesús pasaría por allí y como era pequeño de estatura subió al árbol para verle mejor. A éste hombre, Jesús le dice: “Desciende, por que es necesario que pose yo en tu casa.” ¿Por qué necesario? ¿Necesario para quién? ¿Para Zaqueo? Tal vez, porque llegaba la salvación a su casa,  y le daba una oportunidad de redimir la vida, en una forma concreta: “Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres, y si en algo he defraudado a alguien, se lo devuelvo cuadruplicado”.

Pero, también era necesario para Jesús, porque le daba la oportunidad de compartir el mensaje, cumplir esa misión que el texto define como: “el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”. Es Zaqueo quién lo “recibió gozoso”. El mismo verbo, el mismo acento. Lo recibe como huésped y le proporciona a Jesús oportunidad para seguir compartiendo el mensaje de salvación, de restauración; como lo ha hecho con María. ¡Y lo hace con alegría!

La hospitalidad despierta conflictos. En el asunto de Zaqueo se estimulan las malas lenguas; hay gente que ya etiqueta a Jesús: El que come con publicanos y pecadores. El caso de Jasón es interesante (Hechos 17:1-9). La hospitalidad fue imperiosa ante la necesidad de los predicadores itinerantes de recurrir a quienes los recibieran. En la ciudad de Tesalónica, Pablo y Silas fueron recibidos por Jasón y a partir de allí se desarrolló la misión de Pablo en esa ciudad. Aquí la necesidad de los huéspedes se hace patente, si ellos no lograban un lugar donde parar, tenían pocas oportunidades de realizar su trabajo. De manera que Jasón es quién procura suplir las necesidades de Pablo y Silas.

Pero la recepción de estos misioneros no es neutra. Los judíos que no creían armaron un alboroto, y motivaron a otras personas que no tenían otra cosa que hacer, para asaltar la casa de Jasón. Y lograron encarcelarlo. Y aquí encontramos que quien ha recibido a los mensajeros, paga un precio por ello. La cárcel. Y aunque luego los sueltan, el momento amargo se vive. Aquí encontramos el mismo verbo, el mismo acento. Jasón recibe, otorga su hospitalidad, suple las necesidades de sus huéspedes, sin importar las consecuencias.

La hospitalidad crea espacios de redención: Otro ejemplo de la misma actitud de hospitalidad es rescatado por Santiago 2:25; Rahab, la prostituta, recibe, da hospitalidad a los espías que Josué ha enviado a reconocer la ciudad de Jericó. No sólo suple sus necesidades, sino que los protege de la ira de su propio rey, escondiéndolos y orientándolos luego hacia el exterior de la ciudad. Ella obtiene así un salvoconducto que le permite salvar su vida. El relato épico es utilizado por el autor de la carta de Santiago para ubicar a Rahab en una lista de “héroes” de la fe.

El mismo verbo, el mismo acento. Rahab ejerce la capacidad de recibir, dando hospitalidad a los mensajeros israelitas, los hace sus huéspedes, supliendo sus necesidades: información, alimento, seguridad.  Y se asegura para sí un pasaporte a la Historia, vive con el pueblo de Dios, se entronca en la misma historia del Salvador.

Hemos hecho un recorrido, utilizando la misma palabra: Recibir, dar la bienvenida a huéspedes, ejercer la hospitalidad. A través de esta reflexión queremos recalcar  algunas ideas fundamentales:

*    Dar la bienvenida a un huésped requiere suplir las necesidades de este. Así lo hicieron Marta y María, Zaqueo, Jasón y Rahab. Atención, alimento, información, seguridad.
*    Dar la bienvenida a un huésped plantea conflictos ante quiénes no comprenden la actitud abierta de los hospedadores. El riesgo es mutuo. Jesús encontró oposición y habladurías al ser recibido por Zaqueo; Jasón corrió peligro al ejercer la hospitalidad, Rahab podría haber perdido la vida al recibir a los espías.
*    Pero en todos los casos el ejercicio de la hospitalidad crea espacios de salvación, de restauración, de plenitud. Para María fue la Palabra escuchada, para Zaqueo la oportunidad de redimirse, para Jasón la posibilidad de ser partícipe de la misión, para Rahab la perspectiva de salvación de toda su familia.

Encontremos hoy la posibilidad de hacer práctico esto. Abramos nuestros corazones y nuestros hogares a otras personas que necesitan de nuestra apertura para suplir algunas de sus necesidades. Pablo alienta a los romanos: “Practiquemos la hospitalidad” (Romanos 12:13) y el autor de Hebreos nos recuerda la experiencia de Abrahán en el encinar de Mamre: “Que el amor fraternal permanezca en ustedes. Y no se olviden… de practicar la hospitalidad, pues gracias a ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles”. (Hebreos 13:2)

Pidamos al Espíritu que motive nuestros corazones a abrir nuestros corazones, nuestros hogares, nuestra mesa a la recepción de aquellos que necesitan de nosotros: los excluidos, los pobres, los diferentes de nosotros para poder se canales de la gracia de Dios hacia ellos.



Vikar Marcelo Delgiorgio
Allen, Rio Negro, Argentina
E-Mail: marcdelgiorgio@yahoo.com.ar

(zurück zum Seitenanfang)