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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

10º Domingo después de Pentecostés, 24.07.2016

Sermón sobre Lucas 11:1-13, por Eugenio Albrecht

¿Quién de nosotros puede decir que ora lo suficiente?

No digo que sea en todos los casos, pero por lo general oramos cuando nos acordamos o en todo caso en ciertos momentos especiales del día; por ejemplo, antes de comer y al acostarnos. Otras veces nos acordamos de orar cuando nos “aprieta el zapato”. Entonces solemos orar en serio, con fuerza e insistentemente. Cuando sentimos que no podemos resolver la situación por nosotros mismos, nos asustamos, nos da miedo o nos sentimos impotentes y decimos a Dios: “Señor, te pido”… “Señor, te encomiendo”… “Señor, por favor”…”Señor, lo pongo en tus manos”…

No creo que eso esté mal. Ponernos en manos de Dios en los momentos de dificultad puede ser de gran ayuda.

El texto de hoy nos ayuda a pensar un poco en esto: cuánto oramos, de qué modo lo hacemos, por qué lo hacemos, en qué situaciones acudimos a Dios a través de la oración…

Además hay otra cosa que es muy común, que es el hecho de pensar que uno no sabe orar. Exactamente eso les pasó a los discípulos de Jesús. En una ocasión ellos se acercaron a Él para preguntarle cómo debían hacer para orar a Dios. Fue entonces que Jesús les enseñó el Padrenuestro; esa oración con la que juntos terminamos cada celebración; esa oración que une a todas las tradiciones cristianas. Una cosa tan simple como el Padrenuestro. Simple, pero a la vez muy profunda.

A través del Padrenuestro Jesús enseña a orar. Nos muestra el modo en que debemos poner cada paso de nuestra vida en manos de Dios. Y es ahí que podemos ver que la oración no concluye y se encierra simplemente en el Padrenuestro como una fórmula mágica que se deba repetir.

Respecto de la oración dirigida a Dios, Jesús pone como ejemplo el de un hombre que recibe una visita sorpresiva durante la noche y lo primero que había que hacer era darle algo de comer. Entonces el anfitrión no tiene otro remedio que acudir a su vecino, para pedirle que le abra la puerta y le preste unos panes.

Jesús cuenta esta parábola para concluir diciendo que, si el vecino que estaba durmiendo se levanta y atiende el pedido del hombre que necesitaba, tanto más Dios va a atender nuestro pedido y nuestra oración. (Es decir, si un ser humano atiende al otro…)

Pidan y se les dará, toquen a la puerta y se les abrirá, busquen y hallarán” son más o menos las palabras de Jesús.

También se podría cuestionar preguntando:

¿Qué pasa cuando pedimos y no se nos da, tocamos a la puerta y no se nos abre, buscamos y no encontramos? Quizás sea porque pedimos cosas que en realidad no necesitamos (y que nosotros creemos que para nuestra vida son imprescindibles, pero no lo es para Dios). Quizás sea porque tocamos puertas que no corresponden. Quizás sea porque buscamos cosas equivocadas en lugares equivocados. Además, los caminos de Dios a veces son misteriosos. En ocasiones no podemos entender los planes de Dios, porque nuestra mente y nuestra capacidad son muy pequeñas ante la grandeza y la gracia de Dios.

Con respecto al “pidan y se les dará”, a veces me resulta extraño cuando escucho, por ejemplo, a deportistas creyentes que dicen poner en manos de Dios sus partidos de fútbol. Piden a Dios que les conceda la gracia de poder hacer un gol y después se levantan la remera y le dedican su gol a Dios. Hay mucha gente que resume la oración de ese modo: ¡Pido, para que Dios me dé! Ahora, yo me pregunto ¿Qué ocurre si en el equipo contrario también hay un creyente que pide lo mismo a Dios? ¿Para qué lado tira entonces Dios?

La oración es mucho más que eso.

La oración es confiar en Dios, poner el partido de nuestra vida en sus manos, pero no desde una actitud en la que nos quedamos de brazos cruzados esperando el milagro.

A modo de ejemplo les propongo otra situación. Imaginemos a una persona que tiene un familiar muy enfermo en un hospital que no posee todos los recursos necesarios. Esta persona está orando al lado de su familiar. Ella implora a Dios para que lo proteja y lo sane. Y con seguridad Dios está a su lado, acompañándola, sosteniéndola. Somos, en primer lugar, llamados a orar por el mismo motivo. Llamados a pedir a Dios para que sostenga, proteja y cure. Sin embargo, nuestra actitud no debe quedarse allí. Así como somos llamados a orar, también somos llamados a luchar para que las condiciones de salud de los hospitales sean mejores, para que los enfermos puedan curarse sin necesidad de un milagro extraordinario.

En ese sentido oración y acción van de la mano siempre.

La parábola que pone Jesús como comparación deja bien en claro la actitud que debemos tener en la oración y además deja ver que la oración es más que cerrar los ojos y pedirle a Dios. El hombre que necesitaba pan no se quedó mirando el cielo, sino que fue, golpeó la puerta, pidió y la puerta se le abrió y recibió lo que estaba necesitando.

La famosa frase de Jesús: “pidan y se les dará”, no se refiere solamente a la cuestión espiritual en la que Dios escucha nuestras oraciones. También tiene que ver con las necesidades materiales que tenemos. Jesús nos dice que debemos pedir, tocar puertas, buscar.

En primer lugar, somos llamados a poner todo en las manos de Dios encomendando en oración lo que somos y lo que tenemos, pero tampoco esa debe ser nuestra única acción. Somos llamados a movernos, porque la Palabra de Dios también se transmite de ese modo.

AMEN



Pastor Eugenio Albrecht
Oberá, Misiones, Argentina
E-Mail: aleugenio@yahoo.com.ar

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