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ISSN 2195-3171





Göttinger Predigten im Internet hg. von U. Nembach

17º Domingo después de Pentecostés, 11.09.2016

Sermón sobre Lucas 15:11-32, por Miguel Ponsati


¿Cómo decir algo nuevo de un pasaje tan conocido y transitado, tantas veces leído y predicado? Seguramente que también hoy con esta pregunta llega quien predica y, tal vez, quien oye o lee este mensaje. Me propongo poner el foco en dos aspectos cuya relación no siempre es subrayada suficientemente: la determinación del hijo menor en su necesidad de misericordia y la relación misericordiosa que tiene el padre con él.

I-
Esta historia - que sólo narra el Evangelio según Lucas - es simple. Un hijo menor que le pide a su padre que haga el reparto de sus bienes antes de morir para quedarse con su parte de la riqueza. Una vez con todos sus bienes emprende viaje a un lugar alejado. Vive una vida disipada y derrocha lo heredado.
En el país donde se afincó sobreviene entonces una hambruna y comienza a pasar necesidad. Consigue un trabajo como cuidador de cerdos en el que no gana ni siquiera para comer. Pese al asco que pueda sentir, ni siquiera tiene acceso a la comida de los animales, se ve obligado a robarla. Toda esa situación de tocar fondo lo lleva a recapacitar y a decidirse a emprender el regreso a la casa de su padre donde los trabajadores son remunerados con generosidad. Le reconocerá a su padre el haberse alejado de él y de Dios. Le pedirá, además, trabajar como jornalero para él. Determinado, se pone en camino hacia la casa paterna.
Todavía lejos de allí, su padre alcanza a verlo y conmovido corre a su encuentro, lo abraza y lo besa con efusión. Luego de oír un formal reconocimiento de sus faltas el padre pide a los siervos de su campo que los vistan de la mejor manera y preparen un novillo gordo para comerlo y celebrar una fiesta por su hijo regresado luego de haberse perdido.
Ya comenzada la fiesta regresa el hijo mayor que oye la música, ve el baile y pregunta el porqué del festejo. Al enterarse que el motivo es el regreso de su hermano menor se enoja mucho y, sin cortesía, le reclama al padre señalando su responsabilidad y permanencia junto a él mostrando con desprecio que, por el contrario, el menor se había marchado y dilapidado la herencia para llevar una vida de desenfreno.
La respuesta del padre es de reconocimiento de la fidelidad del hijo mayor y de afirmación de aquello que comparten entre sí. No obstante, el padre insiste, llega a repetirlo - como un estribillo - cuatro veces a lo largo del pasaje, en que ha de hacerse fiesta por el hijo recobrado que al reencontrarse con su padre ha pasado de muerte a vida.

II-
El hijo menor no tiene ya más nada que perder. De donde está, sólo puede salir mirando hacia lo alto. “Alzo mis ojos a los montes: ¿de dónde vendrá mi auxilio? Mi auxilio me viene del Señor…” (Sal 121, 1-2ª BJ). Sucede que algo en lo profundo de la memoria del hijo menor le recuerda la bondad de su padre y reaviva en él el arrepentimiento y la esperanza. Y esto, que es tal vez apenas un atisbo, quizás un tenue comienzo hace que se ponga en movimiento cambiando de dirección.
¿Cómo es posible que esto acontezca así?
De alguna manera, podría decirse que el padre empieza a buscar al hijo perdido a través del recuerdo que él mismo inspira; leemos que sale a buscar al hijo aún antes que éste efectivamente haya vuelto a casa. Como dice el Señor por boca del profeta: “Antes de que ellos clamaren, responderé, y cuando ellos aún estén hablando, ya los habré escuchado” (Isaías 65,24). Más aún, es un hecho que el amor desborda, aumenta en la medida que se comparte sin límite alguno. Incluso podemos ver que hay un profundo eco de ternura, un sentido de cuidadoso cariño en la palabra griega empleada por Lucas aquí (teknon, que literalmente significa ‘hijo mío’) hacia el final del pasaje en el diálogo del padre con el jactancioso hijo mayor. Sucede que al hijo mayor - tan confiado como está en su propio sentido de justicia - le cuesta captar el sentido de gratuidad de un amor así.
Incluso la repetición misma que hace el padre de esa suerte de estribillo ‘muerto y vuelto a la vida’ nos lleva a tener presente la encarnación, vida, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. El Verbo de Dios, en virtud de su unión con nuestra condición humana en Jesús, se convierte así en el hijo errante que vive y se identifica con las miserias a que está expuesto y de las que participa cualquier ser humano - excepto en cuanto al pecado -. Es ese Jesús quien narra esta parábola para enseñarnos la justicia de su amor e identificación con quienes otros desprecian: los pecadores, los insignificantes, los pobres que ignoran o no cuentan con los recursos para cumplir los refinados detalles de la legislación ceremonial o moral vigente en el Israel de su tiempo.
Nos encontramos aquí con el centro de la buena noticia, algo así como el evangelio dentro del evangelio, la misericordia en la misericordia, la paz que trae la paz. Buena noticia que no consiste en normas y castigos excluyentes sino en brazos, oídos y corazones abiertos y acogedores que aceptan, se compadecen de y procuran restaurar a quien perdió el rumbo y busca el regreso.

III-
Quizás, para finalizar, haciendo una revisión de nuestras vidas, en lo personal y comunitario, y buscando poner en práctica lo que nos enseña Jesús en esta parábola podemos preguntarnos si en nuestras actitudes nos ubicamos como hijos mayores o como hijos menores, como ‘acreedores’ o como ‘deudores’ de la gracia; si como iglesia nos comportamos como una aduana amurallada definiendo quiénes están excluidos de la participación y acogida en el Reino o si vamos más allá de leyes y condenas. Si, en definitiva, consideramos que hay algo en nuestras vidas que ha tocado fondo y es necesario volver decidida y activamente al rumbo correcto que conduce a nuestro (re)encuentro con el Señor. Si, en definitiva, el perdón y la misericordia - que es el ser mismo del Dios cuya fe profesamos - son un dato de la realidad que vivimos en las relaciones que estamos construyendo cotidianamente y a todo nivel en nuestras comunidades y en la Iglesia toda.
Quiera Dios bendecir ricamente su Palabra en nuestra vida de cada día. Amén




Pastor Miguel Ponsati
Florida, Vicente López, Provincia de Buenos Aires, Argentina
E-Mail: miponsat@gmail.com

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